Firestarter (2022)

En una época en la que la originalidad cinematográfica parece escasear, las secuelas, reboots, sagas y remakes parecen ser los únicos productos que interesan producir a los estudios. Salvo contadas excepciones, es raro ver algún producto que no se encuentre dentro de los lineamientos mencionados. Por este motivo, no es de extrañar que cada determinado tiempo se estrene una película que se basa en alguna cinta que ahora se considera clásica, o que por lo menos en su momento causó algún tipo de respuesta por parte de la audiencia. Los estudios esperan que la nostalgia, la cual ha demostrado ser muy redituable, logre atraer de nuevo a los espectadores.  

En el caso particular de los remakes, el éxito y aceptación de estos depende de una serie de factores que van desde la calidad de la nueva versión, hasta el amor o fanatismo con el que se recuerde la cinta original. Por lo general, cuanto más famoso sea el material base, las posibilidades de fracaso se hacen mayores, ya que toda comparación puede jugar en contra de la nueva versión. Por esto, algunos estudios optan por modernizar alguna de las cintas que se encuentran en su catálogo, pero que no fueron un éxito en su momento, lo cual es el caso de la película Firestarter, de la que hablo esta ocasión, nueva versión de la producción del mismo nombre, del año 1984. 

La cinta original, un descarado intento por repetir el éxito de las adaptaciones previas al cine de las historias de Stephen King, toma como base la novela del escritor del mismo nombre, bajo las órdenes del director de dudosa filmografía Mark L. Lester, contando en su reparto con una Drew Barrymore recién descubierta en E.T., y otros nombres como David Keith, Heather Locklear, Martin Sheen, Art Carney, y los oscarizados Louise Fletcher y George C. Scott. Al final, la película resultaría un sonado fracaso en la taquilla que muy apenas recuperó su inversión, la critica la destrozaría sin piedad y el mismo King diría que se trata de una de las peores adaptaciones que se han hecho de sus novelas; pero con el paso del tiempo y las repeticiones en televisión, se volvería una de esas cintas que todos terminan identificando, por lo que resulta fácil pensar en ella como una opción para realizar una nueva versión que logre conectar con las generaciones actuales. 

En papel la idea no sonaba tan mal, motivo por el cual, el casi infalible estudio Blumhouse decidió producirla. Una reinvención de una película conocida, basada en una novela de Stephen King, con un actor famoso como Zac Efron encabezando el reparto, la promesa infantil Ryan Kiera Armstrong en el papel que antaño interpreto Barrymore, y el incipiente director Keith Thomas que venía de dirigir The Vigil (2019), su aplaudida opera prima de terror valorada con excelentes notas por la crítica. ¿Qué podía salir mal si el estudio es maestro en el cine de terror efectivo y exitoso, y el producto original había dejado muy baja la vara para realizar comparaciones? Después de ver la película, la respuesta es casi todo, ya que la cinta logra algo casi imposible, hacer ver mejor a la original.

Como yo no he leído la novela en la que se basa, no puedo decir que tan bien adaptada esté o lo fiel que sea al material base, por lo que mi única referencia es la primera adaptación de esta, con la que realizaré algunas comparaciones más adelante, pero por el momento hablemos de que va la película. Un matrimonio en apariencia normal, Andy y Vicky McGee (Zac Efron y Sydney Lemmon respectivamente), tienen poco de haberse convertido en padres de una hermosa bebé de nombre Charlie, misma que no tarda mucho en demostrar que no es como cualquier otra niña, ya que apenas la dejan sola en su cuna, provoca que varios objetos a su alrededor ardan en llamas debido al estrés que le provoca quedarse sola. Un preocupado Andy corre a la habitación de su hija para encontrarla invadida de humo y fuego, con una expresión en la mirada que nos hace saber que está al tanto de la habilidad de su hija, la cual le preocupa mucho.

La cinta salta a una secuencia de créditos inicial en la que se nos muestra que ambos padres fueron participantes años atrás en un ensayo clínico de un compuesto llamado Lote-6, el cual buscaba desarrollar habilidades en individuos que habían demostrado algún tipo de capacidad psíquica. Debido a esto, ambos cuentan con poderes especiales; control mental en el caso de él y telequinesis en el de ella. La película entonces da un salto en el tiempo, mostrándonos al matrimonio tratando de llevar una vida con bajo perfil, de no hacerse notar, alejándose del uso de toda tecnología que les permita ser encontrados, y una Charlie (Ryan Kiera Armstrong) ahora preadolescente, quien parece comenzar a tener problemas para controlar su habilidad. 

Los padres mismos no logran ponerse de acuerdo en la manera de educarla, ya que él trata por todo medio que su hija tenga una vida normal, ocultando y manteniendo sin uso sus poderes, debido a que él mismo sufre dolor y hemorragias cada que utiliza la propia; ella, a pesar de no querer usar la suya, la incita a aprender a controlarlo, para de esa forma evitar que se salga de control. Un día en la escuela, Charlie es victima de acoso por parte de un compañero, lo que la lleva a sentir irá, emoción que junto al dolor activa su poder, causando un incidente en los baños de su instituto, por lo que la organización que había experimentado con el matrimonio logra detectarlos y comienza a la caza de la niña, utilizando a otro sujeto de prueba, asesino a sueldo, que tiene la capacidad de leer la mente. A partir de este momento la familia hará todo lo que este en sus manos para huir de sus perseguidores y tratar de mantenerse a salvo.

Para empezar, hablemos de los pocos puntos que tiene a favor la película, antes de saltarle a la yugular. Lo primero que sobresale es la banda sonora compuesta por John Carpenter, Cody Carpenter y Daniel A. Davies, que sirve mejor como hilo conductor de la trama, que un guión tan flojo que hace agua por todos lados, con un toque retro y teclados electrónicos que nos recuerda la que se utilizaba en los ochenta en este tipo de producciones; pero como sabemos, cuando la música es lo mejor de una cinta, que no es musical, no es que pueda aportar mucho para mejorar la trama. El segundo punto para rescatar, aunque no del todo, podría ser Zac Efron, quien en su afán de considerarse un actor formal (a pesar de sus limitaciones como interprete), ha comenzado a buscar otro tipo de roles y en este caso logra transmitir (hasta cierto nivel) el dolor y frustración de un padre preocupado que no puede hacer mucho por proteger a su hija del peligro que los acosa, con un desempeño cumplidor y entregado; pero optando por la sinceridad, él es una estrella, un galán de Hollywood, no un actor que pueda profundizar demasiado en sus emociones, lo intenta y eso le da puntos, pero le falta demasiado en ciertas escenas, a lo que hay que sumársele el hecho de  que, lo acepte o no, los retoques o cambios que ha hecho a su rostro le han restado expresividad, por lo que se siente acartonado por momentos.

Me gustaría decir que la película desataca en algo más, pero no es así. Sí bien la versión previa fue tachada de aburrida y sin sentido por muchos, por lo menos se esmeraba en profundizar medianamente en los personajes y las relaciones que se daban entre ellos; pero en esta ocasión, el guionista Scott Teems decidió dejar de lado algunas cuestiones, por lo que no sabemos en realidad como se da la relación entre los padres, se elimino el rapto inicial de Charlie que da pie a la huida con su padre, el intento por exponer a la organización que los persigue, así como algunos personajes, que tampoco es que fueran muy memorables. Estas omisiones pudieron haber sido usadas para desarrollar otros aspectos o profundizar un poco más en ciertas cuestiones que modernizaran y volvieran actual la trama, pero no fue así, ya que el resultado final es una historia plana que no logra despegar en ningún momento, con personajes unidimensionales sin el peso narrativo que ameritan y con villanos que no terminan de proyectar esa amenaza latente con la que deberían contar sus caracterizaciones.

Hablando de estos últimos, tal vez se salve por momentos Michael Greyeyes en su papel de Rainbird, que interpreto previamente George C. Scott, y que tiene un arco argumental de salvación, pasando de asesino despiadado a salvador en el tercer acto, pero el cierre para su personaje resulta inverosímil debido a las acciones que realizó en el primero. Ryan Kiera Armstrong hace lo que puede, pero considero que está mal dirigida, ya que no logra repetir lo demostrado con su interpretación de la malvada y odiosa Alma Gardner en American Horror Story: Double Feature (2021), su papel más relevante hasta el momento; aquí se siente exagerada y no logra transmitirnos la ternura que se necesitaba, resultando derrotada ante las comparaciones con Drew Barrymore que, si tenia un punto a favor, era precisamente el lucir encantadora para tres segundos después prenderle fuego a cuanta persona amenazara a su familia.

Posiblemente todo lo negativo que tiene esta cinta se deba al director Keith Thomas, quien parece haber realizado este proyecto por encargo, en lo que inicia Guillermo del Toro’s Cabinet of Curiosities (2022), su próximo proyecto. Aquí se siente fuera de forma bajo las presiones de estudio y con material base que no termina de ayudarlo (la novela siempre ha sido mencionada como una de las menos logradas del escritor). El director había demostrado, con su opera prima, que bajo ciertas circunstancias tiene el talento para saber llevar con originalidad un proyecto, pero en este caso todo ese potencial mostrado se ha desdibujado. Por instantes la cinta, que prometía terror y suspenso en los trailers y entrevistas, al final no logra cumplir en ningún sentido, ya que llega a parecer más una historia de origen para un superhéroe que no sabe manejar sus poderes, que un producto de horror, resultando en un homenaje involuntario a las producciones serie B de los ochenta.

Al final, Firestarter termina siendo una película innecesaria y olvidable que no destaca en ningún sentido o momento, con una historia ya vista que aburre, actuaciones genéricas y efectos especiales que apenas y logran superar la mínima calidad. Su desastroso desempeño económico, así como el rechazo generalizado de publico y crítica han recordado que en su momento se dijo que la novela en que se basa era difícil de adaptar y esta versión lo corrobora. Tal vez tengamos que esperar otros cuarenta años para saber si termina volviéndose una obra recordada o no como su predecesora, pero posiblemente eso es algo que no va a suceder.