Los riesgos del ocio

También están las maternidades precarias, esas que solo ven o escuchan los comerciales, los carteles, los cantos, los festivalitos escolares o multitudinarios, de lejos; de nunca. Esas que desearían tomarse el día, simple y sencillamente porque es “su día” y deberían poder hacerlo; sin embargo, el miedo del día descontado, de no completar el sueldo (que no alcanza), del castigo económico por atreverse a faltar, del temor de perder un empleo que la sostenga a ella y a uno o diez hijos y tal vez a otras madres, porque a veces viven juntas muchas en un cuarto, porque es la manera como logran mantener a todos los hijos que parieron en abandono, violencia, simple soledad o repudio.

También están las maternidades incompletas, aquellas a las que les arrebataron una noche, una tarde, alguna mañana, a ese ser que les dio el título de madre. Esas mujeres que siguen buscando, aferradas al concepto de justicia, a la idea de que la autoridad está para resolver y no para poner más obstáculos en la búsqueda; esas maternidades que conocen la pureza, la limpieza de la hija o el hijo desaparecido, baleado, dañado por aquellos a quienes se les ha permitido la impunidad total; esos que arbitrariamente inventan festejos para disfrazar la sangre que cargan, de tantas, de tantos. Esas madres que sostienen su dolor y el que imaginan (aunque no quieran), están padeciendo sus desaparecidos, ¡que no!, ¡que no desaparecen!, porque siempre los llevan en la punta del alma, a punto de salir como esa rabia que las mantiene de pie, en lucha, rompiendo y exigiendo.

También están las maternidades grises, acalladas con mano firme y dominante. Las que creyeron que ese era su destino y que silenciadas se ven más bonitas. Las que no pueden ni pintarse las canas ni esparcir un poco de rubor en sus rostros conformes, porque eso no está bien, porque el color en los labios  es de furcias y el vestido siempre debe ser en ese tono inofensivo y con un corte igual que el anterior, confeccionado para no resaltar nada. Esas madres a quienes solo se les permite vivir a través de los hijos (varones por supuesto), porque no se les ocurra dar libertad a las hijas, porque no es de cabecitas blancas. Las que no pueden aportar, opinar, educar o merecer.

También están las maternidades ocultas, las que se eliminan, las que no se dicen, las vergonzosas, las que no son para hoy, las que no tocaban, las de la violencia, el miedo, la ignorancia, las de la infancia o adolescencia que todavía no entienden cómo pasó. Las maternidades ansiosas, asustadas, detenidas, accidentadas, ahogadas, enfurecidas, deprimidas, forzadas, atrapadas.

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