A la hora del café
El sueño de ser extranjera
Gracias a un trabajo temporal al que accedí por invitación de una amiga, participo en la transcripción de entrevistas sobre la historia y linaje de una familia judía en México, que llegó en tiempos de la Segunda Guerra Mundial.
He escuchado las historias de exilio que esas familias tuvieron que vivir huyendo de la guerra, del absurdo odio entre razas (árabes y judíos), que los llevó a dejar para siempre el lugar donde vivían. Hay personas que salieron de sus casas un día, sin saber que no tendrían retorno.
A mis 24 años, ya hace bastante tiempo, tuve la suerte de viajar sola a Madrid a estudiar por unos meses. Anteriormente yo no había vivido nunca fuera de mi casa, lo más lejos que había ido era a la Ciudad de México o a Acapulco. No fui antes a Estados Unidos. Me decidí y un día fui a una agencia de viajes con el dinero de un premio y compré el boleto a Madrid.
Fue una corta historia de mucho aprendizaje aquellos días en Europa. Recuerdo que una tarde en el Círculo de Bellas Artes en Madrid, visité una exposición fotográfica acerca de la escritora catalana Mercé Rodoreda, uno de sus textos hablaba sobre el exilio y me cautivó, lamentablemente no he podido encontrarlo en la red.
Desde muy joven, siempre tuve la inquietud de dejar mi país al menos por un tiempo, de ser extranjera con todas las de la ley, o sin ley. Ahora sé que era un sueño guajiro, porque dejar tus raíces para ir a un lugar en donde nadie te espera y a donde no perteneces, no es fácil. Sin embargo, yo tuve la necesidad de desarraigo y me pregunto si todos algún día la tendremos.
¿Algún día quisiéramos abrir una distancia que no tenga un puente de retorno, al menos por un tiempo? Es cierto que las raíces te las lleves a donde quiera que vayas, pero pocas experiencias son tan enriquecedoras como poder dejar tu centro de gravedad, esa ciudad, esa región que tú vives como si fuera el ombligo del mundo y sentir esa pequeñez de estar tan lejos, donde todo huele diferente y el entorno es un eterno descubrimiento.
La migración es un drama redondo, más en los últimos tiempos. Sobre todo, cuando la movilidad es forzada por condiciones de hambre, guerra y conflictos políticos. Lo hemos visto últimamente, debe ser terrible que nada te espere al otro lado de una frontera más que la incertidumbre y la inseguridad.
Pero también, el cruce de fronteras podría ser más amigable, ojalá que el tránsito regulado y con cierta libertad en algunos países, nos permitiera vivir la experiencia de ser extranjero con menos peligro. Y a la distancia poder recordar en verdad quiénes somos.
Twitter: @Lavargasadri