Swallow (2019)

Durante el inicio de la pandemia en el 2020, debido al cierre de los complejos cinematográficos, los estudios dividieron sus acciones en dos:  por un lado, sacaron de calendario o retrasaron las fechas de sus estrenos más grandes, ya que sus presupuestos exigen la proyección en cines para recuperar la inversión; por el otro, decidieron estrenar de forma limitada, en VOD o streaming algunas de sus cintas más pequeñas o de menor peso, para recuperar algo del presupuesto en los pocos cines que permanecieron abiertos o en el mercado casero. Dentro de este segundo grupo se estrenaron algunas películas, sobre todo de terror o suspenso, que resultaron auténticas sorpresas, como el caso de Vivarium, The Lodge, Come to Daddy, Color Out of Space, Inheritance, Shirley, Relic, y la película de la que hoy toca hablar, Swallow, opera prima del director Carlo Mirabella-Davis.

¿Por qué hablar de una cinta casi dos años después de su estreno y que posiblemente ya muchos vieron en sus televisores? Pues porque este fin de semana se estrena en los cines de México en su corrida comercial y porque este es un filme que vale muchísimo la pena.

La película, un drama psicológico, gira en torno a Hunter (Haley Bennett), una hermosa joven de clase trabajadora que parece haber logrado cumplir con las fantasías de un cuento de hadas, casándose con el guapo y adinerado príncipe, Richie (Austin Stowell), futuro heredero de una acaudalada familia de New York. No tarda mucho tiempo para que nos demos cuenta de que las apariencias engañan y que nuestra protagonista se asfixia en sus roles de esposa trofeo y ama de casa, las cuales realiza de manera robótica, siempre tratando de satisfacer las necesidades de su marido y familia política. Hasta aquí, podría resultar la clásica historia del ama de casa sufrida que es ignorada y minimizada por su entorno, a pesar de sus esfuerzos, pero la película da un giro cuando dos situaciones se presentan: la primera, en la forma de un embarazo que parece alegrar a todos menos a ella, aunque sin demostrarlo del todo; la segunda, cuando Hunter comienza a desarrollar Pica, el trastorno alimenticio conocido por ingerir cosas incomestibles o no aptas para su digestión. 

Estas dos cuestiones provocaran que el nulo control que ella tiene sobre su propia vida se haga más evidente, cuando todos muestran una idea de cómo debe llevar su embarazo y la educación que su hijo debe tener, sin importar lo que ella piense o sienta; pero, sobre todo, cuando su desorden mental es evidenciado una vez que comienza a afectar su salud y la del hijo que espera. De repente, la esposa hermosa y perfecta, sumisa y callada, se ha vuelto humana ante los ojos de todos que la observan como un producto dañado que quisieran devolver al fabricante. Desde ese instante, ella es obligada a acudir a terapia (algo correcto, pero por intensiones que buscan todo menos su beneficio), mientras es puesta bajo un microscopio que analiza, estudia y critica cada una de sus acciones y pensamientos, a la par de mostrarnos parte de su pasado y observar cómo los titiriteros que mueven los hilos de su vida toman decisiones sobre su futuro. Hunter entonces deberá decidir si busca su libertad y realización, o si, por el contrario, se retrae para permanecer dentro de ese lujoso escaparate donde no es más que una figura decorativa.

A pesar de estar dirigida por un hombre, Swallow puede ser considerada una película feminista, sobre todo cuando el mismo Mirabella-Davis ha contado que la historia toma como inspiración la de su abuela, quien vivió muchos años inmersa y sometida dentro de un matrimonio infeliz. Posiblemente por este sentido, es que la forma de comportarse, hablar y vestirse de la protagonista nos recuerde tanto a las mujeres, amas de casa perfectas, de la década de los cincuenta. Y no sólo es ella, el entorno mismo que la rodea parece haberse estancado en aquella época, cuando la mujer no tenía voz o voto, ya que Hunter no habla, su opinión no cuenta, cuando intenta expresarse es ignorada por completo; incluso cuando se le pide hacerlo, es interrumpida para hablar de cosas “de hombres”. Todo parece ser más importante que ella o lo que necesita, ya sea cuando trata de entablar una conversación sobre el decorado de la casa, narrar una historia de su vida pasada o en el momento justo en que anuncia su embarazo, su marido la minimiza al interrumpirla para responder llamadas, mensajes o correos relacionados con el trabajo y ella regresa a formar parte de la escenografía.  

Las mujeres mismas que la acompañan en esta historia parecen haber aceptado y adoptado ese papel secundario que los hombres han decidido que deben interpretar, ya sea en la forma de la suegra (magnifica Elizabeth Marvel) que intenta asegurarse que su nuera cumpla con lo que se espera de ella; hasta la psicóloga que, a pesar de sus logros profesionales, se ve minimizada y manipulada por un hombre que la sobrepasa en poder. Todo esto, hasta que Hunter se revela, porque eso es lo que hace cuando comienza a tragar (de ahí el título de la cinta), todo lo que encuentra a su paso. Ella sabe que lo que hace no está bien, pone en riesgo su vida y la de su hijo nonato, le genera dolor, pero uno físico que la haga olvidar el emocional. Una mujer que ha perdido el control hasta de su propio cuerpo, mismo que prefiere destruir antes de continuar dentro de esa bellísima cárcel en la que ingresó por voluntad propia.

Porque sí, una vez iniciadas las sesiones de terapia en las que se nos releva la historia de Hunter, descubrimos que la protagonista ha sido marcada desde antes de su nacimiento por el machismo y la violencia contra la mujer. Traumas no trabajados que la volvieron un ser vulnerable, fácil de controlar y que apenas ha empezado a valorarse y revelarse, aunque en un momento en que parece que se encuentra más sometida y acorralada que nunca. Todo esto en apariencia, porque una vez que ha tocado fondo, cuando el mundo que la rodea ha demostrado que piensa desecharla cuando cumpla con su función, decide enfrentarse a ellos, pero también con su pasado y origen, en la que es posiblemente la escena de mayor poder de la cinta, una vez que ha escapado de los primeros, pero sabe que todo lo que lleva a cuestas la perseguirá si no se libra de cargas emocionales que nunca le han permitido avanzar y crecer.

El personaje central es complejo, mucho, la vemos transformase ante nuestros ojos, mantenerse con perfección estoica, para después hacerse añicos, algunas ocasiones de forma interna y otras de una manera tan brutal que es imposible que se pueda ocultar el derrumbe emocional por el que está pasando. Todo lo anterior llevado de manera impecable por la revelación que supone Haley Bennett, en este su primer papel protagónico importante. Desde el primer encuadre donde luce tan linda y perfecta, como una muñeca dentro de la caja que simboliza la asfixiante casa en donde vive, hasta esa última secuencia frente al espejo, donde la vemos sonreír con naturalidad por primera vez, ligera y liberada, la actriz borda el personaje de una manera tan precisa que, si la película se hubiera estrenado en otro año y bajo otras condiciones, ahora sería una celebridad en boca de todos. La escena donde se enfrenta, tanto dentro de la trama, como en actuación, a un Denis O’Hare al que le bastan pocos minutos para hacernos recordar porque es considerado un gran actor, es una montaña rusa de emociones que fácilmente pudo haberla consagrado bajo otras circunstancias. 

Carlo Mirabella-Davis realiza en este, su primer trabajo formal como director y guionista, un ejercicio casi redondo que, si bien no se libra de algunos clichés y vicios comunes de los primerizos, logra alejarse del más común, que es querer abarcar demasiados temas, lo que tiende a provocar que ninguno se cierre por completo. Él ha decidido centrarse en pocos, como el daño provocado en la mujer por la disparidad de géneros y clases sociales, así como en problemas mentales provocados debido a esto, lo que permite que defina mejor su mensaje, apoyado por una dirección de arte, hermosa y asfixiante al mismo tiempo, que le ayudan a mantener la tensión en todo momento.  

En contra de la estructura de la cinta, podríamos mencionar el uso de simbolismos demasiado evidentes, como el caso del cordero seleccionado para sacrificio al inicio de la cinta, una nada discreta metáfora de como la protagonista es elegida por su belleza física y maleabilidad emocional por un hombre que técnicamente la ha comprado para su consumo y placer, o el uso de superficies reflejantes para indicarnos que Hunter, tarde o temprano, deberá enfrentarse a sí misma; pero estos recursos que podrían considerarse fallos no restan valor, ya que el director se levanta con ese largo plano final que acompaña a los créditos, donde una serie de mujeres desfila frente al espejo de un baño público, para retocar su maquillaje u observarse ante de volver a salir al mundo donde, en su mayoría, son notadas únicamente por su físico. 

Finalizo en esta ocasión afirmando que Swallow es uno de los mejores debuts de tiempos recientes, que lamentablemente no tuvo el impacto que merecía, pero que nos ha presentado a un director al que no hay que perder de vista, así como mostrarnos los alcances de una actriz que merece tener mejores oportunidades para lograr el lugar que le corresponde. Posiblemente no para todos los gustos, pero no por eso deja de ser una película totalmente recomendable. Si tienen oportunidad de verla, ya sea en casa o en alguna sala de cine, no creo que vayan a terminar decepcionados.