The worst person in the world, 2021

Cada año, durante la temporada de premios, un puñado de producciones que deberían estar destinadas a la categoría de Mejor Película Internacional, logra tanta notoriedad por su calidad, que termina acaparando una que otra nominación al Oscar en los apartados destinados a las cintas de habla inglesa, incluso logrando el triunfo en algunas de estas. Desde casos muy notorios como Wò hǔ cáng lóng (El Tigre y el Dragón, 2000, 10 nominaciones, 4 premios), hasta el único caso en la historia en que una cinta en un idioma diferente al inglés logró el galardón a Mejor Película, con Gisaengchung (Parásitos, 2019, 6 nominaciones, 4 premios).

Este año el fenómeno se ha repetido, no con una, sino con 4 películas: Doraibu mai kā (Drive my car, cinta japonesa que acaparó cuatro nominaciones, incluyendo Mejor Película), Flugt (Flee, documental danés animado que logró el triple puesto, tanto en la categoría destina a las películas de animación, como en los apartados a los documentales y las de habla no inglesa), Madres Paralelas (la última realización de Almodóvar, apareciendo en la categoría de Música y una sorpresiva, aunque merecida, nominación para Penélope Cruz como Actriz Protagónica), y por último, la cinta de la que hoy hablo, Verdens verste menneske (The worst person in the world, representante de Noruega, apareciendo en la categoría internacional y en un muy merecido puesto entre las cinco candidatas a Guión Original).

La película, una suerte de comedia romántica, con tintes dramáticos y por momentos fantásticos, cierre de la Trilogía de Oslo del director Joachim Trier, nos cuenta a través de un prólogo, doce capítulos y un epílogo, cuatro años en la vida de Julie, una millenial a un paso de los treinta años, que se encuentra en el proceso por encontrarse a sí misma y el rumbo que quiere para su vida. El titulo toma su significado desde el prólogo mismo, en el que se nos muestra la inestabilidad de la protagonista, iniciando como una brillante estudiante de medicina, cambiando de carrera a la psicología, para descartarla una vez que decide que su pasión siempre ha sido la fotografía, idea que deshecha cuando descubre que en realidad quiere ser escritora. Con cada uno de estos cambios, Julie muta su estilo de cabello y vestir, de la misma forma que cambia sin mucha dificultad de pareja sentimental, ya que sus intereses amorosos han estado ligados a la supuesta dirección que ha tomado su vida. La vemos entonces terminar su relación con un compañero de la facultad de medicina, mantener un amorío clandestino con un maestro de psicología, enrollarse con un modelo, para terminar en una relación formal con un escritor de comics, 15 años mayor que ella, de nombre Aksel. Todo esto, antes de que transcurran los primeros 10 minutos de metraje y la verdadera película inicie. A partir de este momento, somos testigos de cómo Julie intenta embonar en una relación madura, sin saber ella misma lo que quiere para su vida, mientras termina inmersa en la disyuntiva de continuar en ese camino o seguir sus impulsos al conocer a un, en apariencia, hombre con el que logra una química instantánea. A la par de esto, la vemos luchar con los estándares sociales que le exigen estabilidad emocional y sentimental, pensar en la posibilidad de la maternidad, definir su carrera y profesión, darse cuenta de los errores que sólo una vez cometidos nos saltan a la cara y enfrentarse a la perdida en variados sentidos. Todo esto, acompañado de maravillosos diálogos, una magnifica banda sonora y situaciones con los que la mayoría podemos identificarnos.

Hay cintas que te hacen muy difícil hablar sobre ellas desde otra perspectiva que no sea la sentimental, y esta es una de ellas, debido a la identificación que provocan algunos de los puntos tratados. Porque puede que mis treintas se hayan ido hace más de una década, y que la trama se centre en las desaventuras de una mujer que representa en su totalidad ese sentimiento de confusión que domina a la generación del milenio, pero los escenarios y problemáticas que se le presentan a la protagonista son universales; todos padecimos en algún momento la incertidumbre del futuro, no nos hemos sentido lo suficientemente maduros para dar ciertos pasos, dudamos sobre nuestras relaciones, anhelamos ser queridos por alguien y deseado haber tomado otra decisión en determinado momento. Y es en esta veracidad y naturalidad cotidiana, en la que el director y Eskil Vogt, el otro escritor de la película, se basan para lograr que un personaje que de entrada se nos presenta tan difícil de querer termine enamorándonos a todos.

Porque sí, al inicio de la película nos es muy sencillo juzgar a Julie, observarla bajo el escrutinio de un ojo que la identifica únicamente como una mujer que no sabe lo que quiere, una inconsistente que cambia de vocación con la misma facilidad con la que rompe los corazones de los hombres que van quedando tirados a su paso; pero luego, conforme avanzan los capítulos en que se separa la historia, la vemos evolucionar, entendemos sus motivos, las razones de los mismos, sus miedos y frustraciones, y al final, sin darnos cuenta, empatizamos y nos proyectamos ante algunas de las cosas que le suceden. Me he sentido así, he hecho eso, he reaccionado así; ella es tan humana como nosotros y viceversa. He ahí la genialidad de un guión que no requiere de distractores para elevarse.

Verdens verste menneske es una película de personajes y diálogos, con muy pocos artíficos o recursos técnicos, que cuenta con una perfecta Renate Reinsve en el papel protagónico; una de las selecciones de casting más atinadas que pueda recordar en lo que va de este siglo. Reinsve logra un espectro de emociones en el espectador, que van desde el malestar inicial por su indecisión, al rechazo al verla mentir para salir bien librada mientras destroza el corazón de su pareja, para luego entenderla y terminar abrazándola al vernos reflejados en ella. No puedo recordar otro momento en que una mirada y un movimiento de cabeza se hubiera visto tan manipuladores, adorables y carismáticos al mismo tiempo. Ese tipo de actuaciones que sólo pueden lograr los intérpretes más dotados o experimentados, por lo que sorprende que este sea su primer papel como protagonista absoluta. En definitiva, la revelación del año pasado, con una de esas actuaciones que se te quedan en la memoria de por vida.

Pero, a pesar de que ella es el centro de este universo trágico/cómico, no se encuentra sola en la sinuosa travesía que es el camino a la adultez aceptada. Anders Danielsen Lie (que ha aparecido en la trilogía completa) y Herbert Nordrum son sus contrapartes masculinas, los dos rumbos entre los que la protagonista se debate, representados en estos caballeros. El primero es Aksel, el escritor de comics mayor, culto e intelectual, aunque agradable y divertido, que desea una relación formal; el segundo, Eivind, el representante de la química, la pasión desbordada y mucho más acorde a la edad e inestabilidad de ella. Los dos podrían parecer relaciones perfectas, pero no lo suficiente para que Julie logre sentirse satisfecha. Para Nordrum este es su despegue internacional, aunque con pocas escenas de verdadero lucimiento, brindando una actuación cálida que intenta entender y apoyar a la mujer que ama, sin lograr comprenderla del todo, ya que ni ella misma lo hace; Danielsen Lie es punto y aparte, ya que es él quien se lleva las escenas de mayor dramatismo y carga emocional, el choque entre generaciones, la frustración de no saber si su vida tiene valía o no, cuando la película llega a su tercer acto y la seriedad que la madurez exige no puede postergarse más, cuando se mira para atrás y se ha entendido que el tiempo ha avanzado y es imposible recuperarlo.

Como ya mencioné, técnicamente la película no es un desborde visual, porque no lo necesita, pero hay, dejando la voz en off que narra los acontecimientos de manera simpática y acertada de lado, un par de secuencias a las que se les da un toque fantástico, con recursos que dotan a este relato romántico de ese halo mágico que la vuelve todavía más disfrutable. La primera, cuando Julie sale en busca del hombre que ha escogido, corriendo en medio de un Oslo paralizado, como metáfora del amor, cuando sentimos que el mundo se ha detenido a nuestro alrededor, pensando (si es que el amor nos permite hacerlo) que nada es más importante que esa relación que estamos iniciando;  la segunda, de mayor intensidad y peso, nos muestra gracias a un viaje psicodélico provocado por hongos, con animaciones y el uso de maquillaje, algunas de las inseguridades, traumas y frustraciones de la protagonista, enfrentándose a algunas de las sombras que la han vuelto de esa manera, como lo son su padre, la presión por ser madre y las relaciones pasadas. 

Es imposible dar mayores detalles de los capítulos (aunque mis favoritos, aparte del prólogo y el brillante epilogo, son los números 2, 4, 5, 8 y el desgarrador 11), hablar a profundidad del desarrollo de los personajes o de sus mejores momentos sin revelar demasiada información, ya que esto provocaría que se perdiera un poco del encanto que tiene este proyecto. Y no es que la cinta tenga alguna vuelta de tuerca o misterio que no deba ser debelado, la historia es la vida misma, pero es mejor llegar en blanco para poder disfrutarla como se debe, sin saber cuál es el final de la historia de Julie y los demás personajes, repito, como la vida misma, tal cual no sabemos nosotros que nos depara el futuro y si las decisiones que hemos tomados son buenas o malas. Con estreno programado en México para esta semana, en definitiva, esta es una película que debe verse, ya que es, por mucho, una de las propuestas más frescas y encantadoras que podrán encontrar en la cartelera. Puede que no descubra el hilo negro, que exponga situaciones que ya han sido mostradas por otros cineastas en reiteradas ocasiones, pero es imposible negar que, a pesar de esto, es una cinta que tiene vida propia, uno de esos productos que tienen un encanto particular que las separa del resto. Si tienen oportunidad corran a verla, siéntense y déjense contagiar por la sonrisa de Julie, proyéctense, identifíquense y acepten que, muchos de nosotros, ya sea por egoísmo o en la búsqueda de la felicidad, hemos sido en algún momento o para alguien, la peor persona del mundo.