The Batman (2022)
Cuando uno es fanático de algo, es muy difícil lograr la objetividad, ya que el sentimiento tiende a sobrepasar la razón. Al realizar una adaptación de determinado personaje, historia o mundo para la gran pantalla, el principal miedo que se desencadena en las casas productoras es el fallar a los seguidores del material base, ya que son estos el principal mercado a los que se dirige el producto, y si no se logra su beneplácito, se transforman al instante en los más duros jueces. De la misma forma, los gustos personales, sumados a este fanatismo, pueden hacer que algunas decisiones tomadas con respeto al objeto de nuestro culto sean alabadas o abucheadas por las hordas de seguidores que siempre se encuentran listos para desenvainar las espadas en pro de la defensa del objeto de su adoración. Una selección de casting, el tono escogido, el formato y un sinnúmero de aspectos se analiza por el ojo crítico del fanático, incluso desde las primeras etapas del desarrollo de los proyectos.
Este preámbulo se debe a que, después de 7 años de planeación, cambios en el reparto y dirección, así como algunos retrasos en la producción y fecha de estreno, por fin se ha proyectado la nueva película de mi superhéroe favorito, Batman, titulada de manera simple como, The Batman.
Sería el año 2015 cuando, después de la controvertida selección de Ben Affleck como el Caballero de la Noche, se daría carta abierta para una nueva trilogía del superhéroe, misma que nunca llegaría a realizarse, primero por los retrasos mencionados, y segundo por el rechazo casi generalizado con que se recibieron las tres películas en que interpretó (nunca en solitario), al personaje: Batman v Superman: Dawn of Justice (2016), Suicide Squad (2016) y Justice League (2017). Affleck poco a poco abandonaría el proyecto por aparentes motivos personales, primero como director y luego como actor, dejando ambos puestos en manos de Matt Reeves tras las cámaras y de, en una de las decisiones más polémicas en épocas recientes, Robert Pattinson en el papel del oscuro superhéroe. No hay que ser un genio para saber que el pánico y malestar se desató al instante, no por el director, quien ya había demostrado maestría al tomar las riendas de producciones dentro de universos consagrados y alabados, como el caso de dos de las magníficas precuelas de Planet of the Apes, sino por el actor, a quien el público masivo no ha logrado separar de su taciturno Edward Cullen, a pesar de demostrar talento sobrado y un amplio rango interpretativo en películas como Good Time (2017) y The Lighthouse (2019). Después de haber visto la película, dejando preferencias personales de lado, puedo confirmar que ambas selecciones fueron acertadas.
Lo primero que hay que decir sobre The Batman, es que no se trata de la mejor película del personaje, ni la peor, porque esas valoraciones no existen (a pesar de que Batman & Robin del 1997 haya tocado fondo en muchos sentidos), ya que cada una de las adaptaciones y sus intérpretes han sido reflejo de una época y una sociedad en determinado momento. Algunos pueden preferir a Nolan, otros a Burton, es probable que Schumacher tenga algún fanático por ahí, Znyder tiene sus seguidores y es casi seguro que muchos otros terminaran decantándose por Reeves; lo mismo pasa con Keaton, Bale, Affleck, hasta Clooney, incluso Kilmer y ahora Pattinson. Los gustos varían y las percepciones también, pero esto no es importante al momento de realizar una reseña, donde la película debe ser vista con la máxima neutralidad posible, como lo que es, un conjunto de aspectos que elevan o hunden la calidad de esta. Entonces, ¿es The Batman una buena película de superhéroes? No, es una excelente película sin importar el género al que pertenezca, lo cual es mucho mejor.
¿Qué es lo que hace buena a The Batman? Lo primero que resalta es lo diferente que es a las demás. Cuando se han realizado tantas adaptaciones de un mismo personaje, en tantos estilos, es muy difícil hacer algo original, pero en esta ocasión se ha logrado. No voy a contar mucho de la trama, no habrá spoilers, pero es bueno que el espectador sepa que, si busca una película de acción trepidante, esta no es la producción indicada. Con esto no quiero decir que no haya elaboradas secuencias de este estilo, pero son las mínimas a comparación de la narrativa seleccionada. En una época en que la gente ya no se interesa por averiguar qué va a consumir, donde se comparten publicaciones sin leer el contenido de las mismas, por el simple hecho de que un encabezado les genera controversia, es probable que, al enterarse del estreno, corran a las salas esperando más de lo mismo, lo que puede decepcionarlos al notar que la trama y el manejo de las situaciones es mucho más pausado y pensado que en otras cintas. Esta es una historia de detectives, un thriller policiaco en la que se resuelven misterios con la cabeza, no con los puños. Batman siempre ha sido considerado “el mejor detective del mundo”, pero hasta el momento no se había utilizado ese aspecto en ninguno de los guiones anteriores, por lo que esto es una bocanada de aire fresco que se recibe con gusto. Desde el inicio de la proyección, a la par de una potente y violenta secuencia inicial en que el héroe se enfrenta a una banda de delincuentes, se hace evidente que nos encontramos ante una historia que tendrá tratamiento de film noir, o neo noir, por ciertas características que se irán suscitando. La voz en off del detective cargado de conflictos emocionales (Batman), contándonos sobre el oscuro y podrido mundo que lo rodea (Gotham), las situaciones a las que se enfrenta y la forma en que se vio inmiscuido en la trama que se nos contará (el misterio de la cinta). Un tratamiento clásico de las historias de detectives que fácilmente pudo tener a Philip Marlowe como protagonista.
Esta es, a pesar de saberla hasta la saciedad, una película de orígenes, pero con ciertas libertades. A diferencia del común, no se nos cuenta como inició el camino de heroísmo del protagonista, se abstienen de narrarnos las causas y motivos que lo convirtieron en lo que es, situación que también se agradece ya que hasta un niño de cinco años está al tanto de que Batman ha nacido a partir del asesinato presenciado de sus padres. Por primera vez no vemos en pantalla la infame escena donde sus vidas les son arrebatadas, pero, más que en cualquier otra ocasión, se nos muestran los estragos psicológicos de dicho suceso en la mente del testigo de aquel crimen. El semblante y actitud del protagonista en esta ocasión son las de una persona que existe sin haber podido procesar el duelo, la culpa y el trauma de lo vivido, por lo que la diferencia entre Bruce y Batman nunca habían sido tan notorias, como si se trataran de dos seres independientes que habitan por separado.
La historia nos sumerge en una etapa temprana en las andanzas del personaje, apenas dos años después de haber iniciado su lucha contra el crimen, sin saber del todo si lo que está haciendo es correcto o no, en una Gotham que nunca había apestado tanto a corrupción y con una población que todavía lo ve como un vigilante y no como el héroe en que se convertiría años después. En medio de todo esto, una serie de crípticos asesinatos a personalidades de la vida política de la ciudad son cometidos por un misterioso personaje que se autonombra The Riddler (Paul Dano), mismo que va dejando pistas sobre el motivo de estos, indicándole a nuestro héroe que hay una razón de peso para sus acciones. Durante su viaje para desentrañar el misterio, acompañado del todavía teniente James Gordon (Jeffrey Wright), Batman se relacionará con personajes del bajo mundo como lo son el líder de la mafia Carmine Falcone (John Turturro), Oswald Cobblepot (irreconocible Colin Farrell) en una etapa temprana antes de volverse el jefe criminal The Penguin, y Selina Kyle (Zoë Kravitz) quien se encuentra en su propia búsqueda de venganza. Algunos de ellos, aparentemente relacionados con un suceso del pasado y las víctimas de los asesinatos. Como dije, una historia mucho más cercana al género detectivesco, que al cine genérico de superhéroes de acción.
The Batman se arriesga en muchos sentidos, saliendo airosa en casi todos ellos. Por vez primera se nos muestra un Bruce Wayne alejado de la imagen de playboy que posiblemente veamos desarrollada en futuras entregas, pero por el momento se ha optado por mostrarlo como un casi paria social que evita a toda costa el contacto con los demás; el acercamiento sentimental al personaje nunca había sido tan profundo, al verlo romperse por momentos ante revelaciones que le habían sido ocultadas por su bien, minando su seguridad y convicciones, una vez que le son expuestas; la relación con Alfred (Andy Serkis) se torna en una profundidad mucho más paternal a las anteriores, con la culpa de uno y los remordimientos del otro, pero al tanto de que son el único lazo emocional con el que él otro cuenta; el decidir centrar la trama en un Batman incipiente, hace posible que veamos a un héroe que todavía no lo es, que no es infalible, siendo golpeado e incluso vencido en ocasiones, sin ese aire de invencibilidad que hasta el momento se había manejado. Nunca Batman había sido tan humano, pero al mismo tiempo tan salvaje y violento, aunque la cinta no muestre gráficamente estos aspectos, el estado mental en que se encuentra el protagonista lo obliga a buscar venganza, “soy la venganza”, llega a recitar el mismo al inicio de este viaje emocional que lo llevará a mutar en volverse la cara de la justicia, una vez que ha logrado aceptar y superar algunos de los lastres que carga. Por todo esto, aunque sin dejar de ser una película de superhéroes, la acción es mucho más realista que en todas las adaptaciones previas, acercándola más a Joker (2019) que a todas las demás, aunque con ciertos paralelismos atmosféricos compartidos con la trilogía de Nolan.
A pesar de todos esto, las comparaciones estarán a la orden del día, por lo menos así fue en mi caso y el de los conocidos con los que he podido hablar de la película. Cuando tienes personajes tan conocidos, interpretados en varias ocasiones por actores tan diferentes y con estilos tan variados, los gustos vuelven a hacer su aparición. Empezando con el centro de este universo se encuentra Robert Pattinson, víctima de constantes ataques y burlas desde el instante de su selección. Él, al igual que su compañera protagonista de la infame saga de Twilight, Kristen Stewart, se vio estigmatizado artísticamente por la fama obtenida con dicho fenómeno literario/cinematográfico; años les ha costado lograr sacudirse la maldición que ahora ha terminado, para ella en la forma del aplauso unánime, nominación al Oscar incluida por la cinta Spencer (2021), y a él, al callarle la boca a la mayoría con una interpretación tan sólida y digna que nos ha hecho olvidar que en algún momento su piel brillaba como diamantina bajo los tenues rayos del sol de Forks. Pattinson logra lo que otros no han podido, lo cual es transmitir emociones bajo una máscara, hacernos sentir lo que el personaje está viviendo, diluyendo las dudas y demostrando de lo que es capaz. Una interpretación excelente que evidencia eso que todos sabemos: el héroe camina por los límites que lo separan de los seres que persigue, con el miedo de que cualquier paso en falso lo puede volver como ellos. Misteriosamente, es su interpretación como Bruce Wayne la que por momentos tambalea, perdiendo un poco de fuerza al parecer más un adolescente perdido, que un adulto que lleva dos años a la caza de criminales, pero sin que llegue a volverse un verdadero lastre para su interpretación.
Pero que sería de Batman sin su magnífica galería de villanos, causantes de que el universo de Gotham sea tan interesante y los que generan las máximas comparaciones. El primero en aparecer es The Riddler, que en manos de Paul Dano se transforma en el asesino serial, villano principal, que logra dar miedo con una simple mirada. El tratamiento que Matt Reeves y Peter Craig, el otro guionista de la cinta, le dan al personaje, lo acercan mucho más al Joker de Heath Ledger, que a la interpretación que en su momento realizó Jim Carrey del villano de los signos de interrogación. Dano nos presenta soberbiamente a un sociópata que busca el renacer de una sociedad que considera perdida, para hacerla resurgir desde los cimientos. Su personaje por momentos llega a recordar a el Jigsaw de la franquicia Saw, pero sobre todo al John Doe que interpretó Kevin Spacey en la cinta Seven (1995). Un cambio argumental que embona perfecto con nuestra atmosfera social actual y que dota al personaje de un aura oscura que lo actualiza y eleva al nivel que merece.
Oswald Cobblepot hace su aparición en la forma de Colin Farrell, aunque pudiéramos no saber que es él si no leyéramos su nombre en los créditos. Su transformación es de esas que llamarían la atención y ganarían premios de haberse estrenado en otras fechas y si su participación no fuera tan breve o secundaria, aunque no por eso demerita en algún momento. El tratamiento que se le da es por mucho más fiel a la que en su momento hicieron Danny DeVito y Tim Burton, que si bien, fue maravillosa, se alejó totalmente de las historias de los comics. Esta ocasión, su encarnación es la de un esbirro a las órdenes de un poderoso capo del bajo mundo, antes de volverse uno de los villanos principales del universo de Batman. Posiblemente se haya decidido esto para futuras entregas en que se desarrollará su pasado, la manera en que su familia perdió todo y la razón de su odio a la familia Wayne, pero por el momento todo son meras especulaciones.
Para el final he dejado a la reina de la función y la que tenía el reto más difícil, Zoë Kravitz en el papel de Selina Kyle. Ha diferencia de otros personajes como el Joker, que ha tenido múltiples intérpretes que en la mayoría de los casos han vuelto icónica su creación, Catwoman tiene un listón muy alto de superar con la interpretación que en su momento dio Michelle Pfeiffer en Batman Returns (1992). Y no nos ceguemos, Pfeiffer interpretó todo, menos a Catwoman, ya que su personaje fue escrito más como una mujer con trastorno disociativo que Selina Kyle, pero esto a nadie le importó. Su actuación, mitad humana, mitad gato, fue aplaudida por publico y critica por igual, posicionándola como la versión definitiva, cuestión que jugó en contra de Anne Hathaway en su momento ya que, ni con todo su talento y carisma, pudo lograr que la versión previa se borrar del colectivo cultural. Pues Kravitz sale airosa del reto, robando cámara cada que aparece en pantalla, de una manera tan natural que parece que nació para interpretar el personaje de una mujer que tiene demasiado tiempo viviendo entre la escoria, exudando sensualidad un instante, para desbordar sed de venganza al siguiente. La escritura de su personaje es compleja, tanto que se equipar a la del protagonista, pero a diferencia de Pattinson, no hay un solo momento en que se sienta decaer, extrañándola en los momentos que llega a desaparecer de pantalla.
Como en otras de mis reseñas, hablo de un personaje que no tiene líneas, pero que pesa mucho más que otros, y es la Gotham misma en la que se desarrollan los hechos. Esta ocasión el director ha sido lo suficientemente inteligente para no perder ese aire de realidad que imprimió en todo su producto, pero, a diferencia de Nolan, a quien se le criticó que su entorno no tenía una atmosfera propia, Reeves logra que todo se sienta real, pero que se logre diferenciar de una ciudad común. Está Gotham respira, palpita y sufre de la infección que la aqueja, grita por auxilio, mientras la potente fotografía que Greig Fraser ha creado para esta versión la tiñe de sombras y rojos como nunca se había visto. James Chinlund encargado del diseño de producción, hace lo suyo con los decorados que brincan entre escenarios, estratos sociales y personalidades con soltura; el departamento de Selina, el legendario Iceberg Lounge y la torre (por primera vez no se trata de la Mansión Wayne) en la que vive Bruce, se vuelven una extensión de los personajes, como debe suceder en una manufactura realizada con mano experta. Por último, la música escrita por Michael Giacchino en esta ocasión, sirve como el medio perfecto para amalgamar cada uno de los aspectos que conforman esta gran cinta.
Puede que la película tenga una duración para muchos excesiva (175 minutos puede ser un reto para muchos), pero su extensión se entiende cuando tu trama gira en torno a un misterio, donde se cuenta con tantos personajes que deben ser definidos, por lo menos lo suficiente para que comiencen a conocerse. También se presentan un par de incongruencias o inconsistencias, como el hecho de que después de dos años y una bati señal brillando cada noche en el cielo, existan pobladores de Gotham que no conozcan quien es Batman, pero son mínimas y pueden pasar desapercibidas. La parte donde Bruce se enfrenta a cierta verdad no está tan bien definida como el resto de la historia, y puede volverse un tanto lenta y aburrida, pero el director no pierde mucho el tiempo en eso y regresa con todo para un tercer acto que hará felices a los fans de un estilo más vertiginoso. Pequeños obstáculos que pueden restar algunos puntos, pero no hacen decaer el producto final.
En definitiva, puede que The Batman no sea mi versión favorita (esa será por siempre Batman Returns), pero sin duda es una excelente película, historia de origen y digna representante del género de superhéroes. Más apegada a los videojuego o líneas de los comics como The Long Halloween que a las versiones previas, que se transformará en automático en uno de los fenómenos cinematográficos del año e inaugurará una nueva era y saga del hombre murciélago. Una muy acorde a nuestros tiempos que en definitiva vale la pena ver.