King Richard (2021)

Venus y Serena Williams, todos conocemos esos nombres. Las super estrellas del tenis que irrumpieron
en el escenario como fuerzas de la naturaleza imparables, cuya leyenda ya ha trascendido el deporte
mismo. Un par de atletas subestimadas, adentrándose en un campo predominantemente relacionados a
personas blancas, que tuvieron que luchar contra carencias económicas y el nocivo ambiente de la
ciudad de Compton en California, tristemente conocido por sus bandas, drogas y alto grado de
delincuencia.

El cómo se mantuvieron alejadas del tóxico ambiente en el que pasaron sus primeros años
de vida y lograron el éxito del que ahora son poseedoras, es la historia de la que se habla en esta
película, o más bien, nos habla de la persona, dejando el talento de ambas mujeres como tema aparte,
que se encargó de que todo sucediera. Porque King Richard, como indica su nombre, no habla de forma
directa sobre ellas, aparecen, claro, sus primeros años y el esfuerzo sobrehumano que conllevo
convertirse en lo que son ahora; pero la historia no va por ese rumbo, no, se aleja de la fórmula común
de un biopic deportivo para ceder el protagonismo al artífice del éxito del que gozan ahora el par de
mujeres, el hombre que luchó contra todo para que las tenistas llegaran a demostrar el potencial que él
siempre vio en ellas: su padre Richard Williams.


King Richard es una película clásica en todo sentido, una historia que nos recuerda a los 90, no solo por
situarse en esa época, sino por utilizar un formato para contarnos su historia que nos hace recordar la
cinematografía de aquella década. Esto, no dicho de mala manera, ya que, como he mencionado en
otras ocasiones, existen cintas a las que es casi imposibles encontrarles el “pero”, salvo tal vez en la falta
de originalidad en su estructura, y este es uno de esos casos. Todo está en su lugar, todo es correcto,
cumple y funciona de maravilla. Lograr que empaticemos con un personaje tan polémico y contrastante
como Richard Williams no es fácil, ya que por momentos llega a desesperar, otros, te provoca gritarle a
la pantalla al no entenderlo, pero el director Reinaldo Marcus Green, y sobre todo su actor protagonista
Will Smith, lo consiguen.


El director no es nuevo en esto de mostrar padres que hacen lo imposible por ayudar a sus hijos, su
trabajo previo, Joe Bell (2020), hizo lo suyo narrando la historia de uno que trata desesperadamente por
alejar a su hijo gay del acoso escolar del que es víctima. El realizador sabe tocar las fibras sensibles del
espectador y es lo suficientemente inteligente para construir este biopic que no lo es del todo, porque,
aunque esta película nos cuente sucesos en la vida de personajes reales, centra su trama en un periodo
corto en la vida de la familia Williams.

Así pues, a diferencia de otros productos, en esta ocasión nostoca presenciar únicamente algunos años, que van desde el momento en que Richard busca con desesperación encontrar financiamiento y apoyo para desarrollar el talento de sus hijas, hasta el primer enfrentamiento de Venus, la mayor de ambas tenistas, en el ambiente deportivo profesional juvenil.


Podemos decir que esta obra se divide en dos partes: la primera, que es la que repite de manera notoria
los formatos establecidos, nos enseña las proezas realizadas por el patriarca para lograr que sus hijas
ingresen al clasista y racista mundo del tenis; la segunda, que es donde la trama da un giro, por lo
menos para los que no estaban al tanto de la historia de un personaje casi tan famoso como sus hijas
por mérito propio, es donde se nos muestran las contradicciones de un hombre que por momentos
pareciera querer minar y destruir lo que han logrado él, gracias a su perseverancia, y las jóvenes
promesas deportivas, con las largas horas de entrenamiento a las que son sometidas. En esta película no
hay flashbacks que nos expliquen situaciones, no se nos habla sobre el momento en que Richard
descubre que sus hijas tienen talento para dicho deporte, no hay ningún antecedente de fórmula que
nos ayude a comprender los motivos de su accionar, ni siquiera nos enseña cómo diseñó el tan
mencionado “plan” ideado por él para hacerlas triunfar. Tampoco, salvo en los créditos finales, en la

forma de imágenes de archivo y textos explicativos, acompañados de la canción Be Alive que Beyoncé
escribió e interpreta especialmente para la cinta, se hace hincapié en los momentos de gloria de las
hermanas o los momentos densos de sus vidas, como el asesinato de una de las hermanas de las atletas,
el divorcio del matrimonio, la enfermedad que aqueja a Venus y la mantuvo alejada de las cachas
durante un periodo considerable, o el derrame cerebral que casi termina con la vida del mismo Richard;
sucesos que en otro tipo de película hubieran sido utilizados sin reparo.


Lo anterior no quiere decir que la cinta este exenta de las manipulaciones clásicas del género, las hay y
muchas. En una película motivacional y aspiracional no hay cabida para profundizar mucho en las fallas
del ser humano al que se retrata, por lo que los matrimonios previos de ambos cónyuges no son
mencionados, incluso no se hace referencia a que las tres hermanas mayores no son hijas biológicas de
Richard, por lo que se nos vende una familia numerosa, unida, luchando en conjunto por salir adelante,
sin entrar en detalles, aunque sea notorio que el resto de las jóvenes sólo están como material de
apoyo. Zach Baylin, en este, su primer guión, se encarga de retratar el lado heroico, aunque humano y
difícil, de un personaje que en la vida real llegó a ser tachado de sádico por la intensa presión que
ejerció sobre sus hijas. El Richard de la película, si bien necio e intransigente, realiza cada uno de sus
actos en pro de un futuro mejor para todos, tomando decisiones cuestionables, pero que al final
resultan ser las correctas, ya que a diferencia de otras producciones donde se retratan los inicios de
futuras superestrellas en la rama de su preferencia, en las que por lo general estamos acostumbrados a
ver padres manipuladores, explotadores y deseosos del dinero que pueden ganar a costa de sus
vástagos, aquí todo se da la inversa. Williams desea que sus hijas cuenten con una vida nivelada en todo
sentido, disfrutando cada etapa según les corresponde, sin obligarlas a ser meros espectáculos
mediáticos que terminan por autodestruirse, como lo muestran en la escena en que Richard contempla
en televisión las noticias sobre los escándalos de Jennifer Capriati, lo que sólo le confirma que sus
decisiones parecen ser las correctas, a pesar de los consejos de entrenadores y publicistas. En este
sentido, es el mundo capitalista el que le exige que las entregue a los dioses del comercio, para
explotarlas y aprovecharlas, situación que él rechaza, a pesar de que es la propia Venus la que esta ávida
de participar en los torneos juveniles.


Un personaje que primero lucha por posicionar a sus hijas dentro de un universo para, una vez logrado
su objetivo, impedirles proseguir como el resto lo hace, sólo porque esto no se encuentra dentro de la
planeación que él ha diseñado, es uno con el cual es muy difícil de empatizar, por lo que se requiere un
actor que pueda dotar de los matices y simpatía suficiente al contradictorio y egocéntrico hombre, y es
en este punto donde se encuentra el mayor logro de toda la producción, su protagonista Will Smith,
quien también realiza, junto a su esposa, la tarea de productor, y quien nos brinda aquí una de sus
mejores actuaciones.

El resto del reparto está bien, sobre todo Jon Bernthal en un papel muy diferente a
lo que nos tiene acostumbrados, interpretando a Rick Macci, el entrenador que no puede comprender
las decisiones de Richard; Aunjanue Ellis como la esposa que apoya ciegamente a su marido, por lo
menos hasta cierto punto de la película; y Saniyya Sidney, como una Venus (Serena queda relegada a
segundo plano, ya que su despegue fue después de la historia aquí mostrada) adolescente que debe
aprender a mediar entre los deseos de su padre y los suyos propios; pero en definitiva este es el show
de Will, quien despliega todo el encanto que lo encumbró como la máxima estrella taquillera en décadas
pasadas y que necesitaba con urgencia un proyecto como este para volver a las grandes ligas. El actor
nunca desaparece por completo, su sonrisa, gestos y todo lo que lo caracteriza se encuentra presente,
algo que ha nadie extraña cuando eres una superestrella de ese tamaño que el público tiene tan
identificado; pero al mismo tiempo, se pierde y transforma en un Richard cuya corporalidad y
sensibilidad te hacen olvidar que se trata del comediante que hemos visto tantas veces. Smith
aprovecha al máximo sus capacidades interpretativas, mezclandolas con ese ángel natural que llenaba

las salas, realizando una actuación quimera entre las dos interpretaciones que lo han llevado a terminar
nominado al Oscar: Ali (2001) y The Pursuit of Happyness (2006). Un biopic deportivo y una película
aspiracional, una leyenda del deporte y un hombre común que hace lo imposible por superarse y sacar a
su hijo adelante. No es gratuito que, por momentos, al verlo tratar de hacerle creer a las personas la
idea de que sus hijas son el futuro del tenis, nos evoque a sus esfuerzos por vender aquella maquina de
consultorio en consultorio en la segunda película. El interprete sabe cuales son sus puntos fuertes y aquí
los explota a un nivel extraordinario, motivo por los que no son pocos los que ya lo ven ocupando una
de las cinco plazas en la categoría de Mejor Actor (como mínimo, ya que la película suena en varias
categorías) en los Oscar del próximo año, cosa que no me extrañaría en lo mas mínimo.
King Richard es lo que es y no pretende ser más, una historia motivadora, aspiracional y sentimental,
diseñada para la temporada de premios que recién empieza y de la que posiblemente escucharemos
mucho durante esta. Puede que los más cínicos la encuentren simple y repetitiva, pero eso no demerita
su valor como producto general. Con aspectos fuertes y débiles, pero extremadamente disfrutable de
principio a fin y realizada con calidad, demostrando que se puede ser comercial, pero sin que esto reste
puntos a la película.