Escape Room: Tournament of Champions (2021)

Los Escape rooms o Cuartos de escape, son un tipo de juego de destreza mental que tiene sus orígenes en Japón y que, por su popularidad, se propagaron a lo largo y ancho del planeta en los últimos 14 años. El formato de dichos juegos consiste en encerrar a una persona o grupo en una habitación, durante un tiempo determinado, enfrentándolos a una serie de acertijos que deberán solucionar en el lapso que se les haya indicado como límite o de lo contrario perderán el juego. La ambientación y dificultad de los escenarios varía de uno a otro, dependiendo las capacidades y gustos de los jugadores, así como también los mecanismos utilizados para crearlos.

Aunque puede considerarse que en la actualidad el auge de estos ha descendido un poco, debido sobre todo a cuestiones relacionadas con problemas de seguridad en algunos establecimientos, fallecimientos por instalaciones defectuosas y un riguroso proceso de verificación para las empresas que piensen dedicarse a dicho negocio, ha sido tal el impacto de este tipo de atracciones, que Hollywood no podía dejar pasar la oportunidad de utilizar esa veta sin explorar.

Por tal motivo fue que se decidió estrenar en el 2019 la película, perteneciente al género de terror psicológico, Escape Room, con Adam Robitel (Insidious: The Last Key) como director del proyecto. Aunque la cinta fue mal reseñada en su consenso, eso no impidió que se convirtiera en un éxito de taquilla, comparando su reducido presupuesto con los más de 150 millones que recaudó a nivel mundial. Motivo suficiente para la autorización inmediata de una secuela, Escape Room: Tournament of Champions.

La película inicia exactamente donde termina la primera, con Zoey y Ben a un paso de viajar a New York, con la intención de exponer a la Corporación Minos, causante de las muertes de los otros participantes y los acontecimientos que vivieron dentro del juego. Una vez en la ciudad, se dirigen a las coordenadas que nos habían mostrado desde el final de la película anterior, para toparse con un edificio en apariencia abandonado, donde son asaltados por un vagabundo al que persiguen hasta el metro, terminando dentro de uno de los vagones engañados por este. Al verse imposibilitados para bajar, deciden esperar hasta la siguiente terminal para hacerlo, descubriendo en el camino que nada fue casualidad, ya que el vagón en que se encuentran se separa del resto y termina en una zona abandonada, indicándoles que se encuentran nuevamente dentro de uno de los juegos de la compañía que persiguen. Junto a ellos, los otros cuatro pasajeros que viajaban en el mismo compartimento se descubren como ganadores y únicos sobrevivientes de sus respectivas versiones del mortal reto. Momento en que todos comprenden que fueron engañados para viajar a la ciudad y encontrarse para competir en un nuevo nivel del juego.

Como podemos ver, esta es una secuela de manual, ya que repite la fórmula de su predecesora, aumentando el nivel de cada aspecto usado en esta: las habitaciones son más grandes, los retos aumentan su dificultad, el despliegue técnico tiene mayor espectacularidad, las muertes son más brutales. Todo cumplidor, pero sin el mínimo ápice de originalidad.

La historia desarrollada en esta ocasión por Bragi F. Schut y Maria Melnik, guionistas de la primera que repiten su función, ni siquiera intenta disimular que se trata de una copia burda de The Hunger Games: Catching Fire, donde los ganadores previos deben competir entre ellos para encontrar el vencedor absoluto. De la misma manera que sucedió en la primera parte, los personajes cuentan con tan reducido tiempo en pantalla o tienen tan pocas líneas que no logramos generar empatía para con ellos, sabiendo que están ahí, salvo la protagonista, para morir de las maneras más creativas y dolorosas que pudieron ocurrírseles. Pareciera que el director quiso caminar por terreno seguro, sin arriesgarse, magnificando su trabajo previo, pero sin esforzarse, haciendo que por momentos sientas que estás viendo la misma película de hace dos años o que está desesperado por ocupar el lugar que la saga de Saw ha dejado vacío. Incluso en la selección del elenco se encuentran paralelismos con la original, ya que mientras en esa se contaba con Deborah Ann Woll como único miembro del reparto con cierta celebridad, en este caso se optó por Holland Roden; ambas actrices de tv, conocidas por series de género sobrenatural, pelirrojas y con personajes heroicos a los que brindan desarrollos ligeramente superiores al resto de los mártires del filme.

Tema aparte, se debe mencionar que se han estrenado dos cortes de la película, por lo que el inicio y desenlace varían, siendo en la versión extendida donde se nos muestra un plot twist final un poco más interesante, que deja abierta la puerta para una muy probable tercera parte, en la que se nos presenta a la posible nueva villana de la franquicia que cumple con lo necesario, es decir, un mayor grado de maldad y sadismo, para ocupar el lugar que ha quedado vacío. Sólo el tiempo y los resultados en taquilla nos dirán si esta línea será usada o quedará como un mero recurso para cerrar la trama en esta ocasión.

Es evidente que esta es una de esas películas que son diseñadas con el mero fin de, dejando el aspecto económico de lado, entretener, aspecto en el que no falla, ya que, a pesar de su carente profundidad y falta de lógica en algunas situaciones, logra atrapar tu atención. La tensión se mantiene a pesar de saber que poco a poco el elenco ira reduciéndose y que el desenlace lo sabemos desde el inicio, pero son cuestiones que en realidad no importan porque la trama se deja disfrutar. Los amantes de este tipo de historias se sentirán satisfechos de cubrir su cuota regular de terror, y el resto podrá entretenerse por casi dos horas. Como dije, una producción cumplidora, pero fácilmente olvidable.