Reminiscence, 2021

¿Qué tiene el pasado que siempre hace que el presente parezca, en comparación, tan falto de color y sustancia?, preguntó John Banville en su novela Eclipse.

La memoria y los recuerdos han sido materia prima para sustentar historias que se volvieron de culto.

Desde la implantación de recuerdos ajenos para generar una vida en seres que carecen de los propios en Blade Runner (1982), continuando con la compra de estos debido a una vida gris que no satisface a los consumidores de memorias en Total Recall (1990), pasando por la selección de una etapa feliz en tu vida para repetirse en ciclo infinito mientras te encuentras en animación suspendida en Abre los Ojos (1997), hasta la posibilidad de eliminar los recuerdos dolorosos a petición y gusto de cada persona en Eternal SunshineoftheSpotlessMind (2004).

Sobre esta corriente que utiliza las remembranzas como basede su historia nace la idea para la, lamentablemente fallida, opera prima de la directora Lisa Joy, Reminiscence.

La trama, un film noir futurista con todo lo que esto conlleva, sigue a Nick Bannister (Hugh Jackman en su regreso a la gran pantalla, después de 3 años de ausencia), un ex Marine transformado en investigador privado, que utiliza la tecnología para indagar en la memoria de las personas, reviviendo y grabando sus recuerdos, con la ayuda de su socia Watts (Thandiwe Newton).

Según se explica, sus servicios eran utilizados en un principio sólo por la policía en casos donde se necesitabauna prueba para poder resolverlos, pero con el pasar de los años, debido a una generalizada sensación de vacío e inconformidad en la sociedad, provocada por la inundación de ciudades a causa del deshielo, el aumento de las temperaturas que han forzado a la población a vivir durante la noche y la relegación de los estratos menos favorecidos por parte de las autoridades, su negocio creció transformándose en un escape para revivir momentos de felicidad por cualquier persona que pudiera pagar el precio. Un día, una bella y misteriosa mujer de nombre Mae (Rebecca Ferguson), aparece en el local del protagonista, solicitando sus servicios debido a un problema en apariencia intrascendente, como lo es no recordar en donde ha dejado las llaves de su departamento.

La atracción de Nick por ella es instantánea, tanto por su presencia física, como por las imágenes que observa una vez que ella entra en la máquina, por lo que, utilizando como pretexto una pertenencia olvidada, decide buscarla la noche siguiente en su lugar de trabajo, un bar donde ella se gana la vida como cantante. La química entre ambos se da al instante e inician una apasionada relación. Entonces es cuando la historia da un vuelco, mostrándonos que Nick se encuentra dentro de uno de los tanques que utilizan para revivir sus recuerdos y todo lo que hemos visto ha sido una reminiscencia. Sin indicarnos del todo cuanto tiempo ha transcurrido, descubrimos que Mae desapareció sin explicación alguna y el protagonista se ha vuelto adicto al uso de su propio servicio para regresar a los momentos en que fue feliz con la mujer que ama y a la que no ha podido superar, por lo que tanto su vida personal, como su negocio están casi en ruinas.

Por estos motivos, y presionado por su socia, aceptan volver a ayudar a la policía con un caso en el que la información atrapada en la mente de un testigo en coma es vital para resolverlo, topándose con la sorpresa de que, en la proyección de los recuerdos situados años atrás aparece Mae, sólo que en una forma muy diferente a la que él recuerda. Debido a esto, Nick comienza la búsqueda del objeto de su afecto, iniciando en su pasado, descubriendo que no la conocía como él pensaba, al mismo tiempo que se ve inmerso en el misterio de un crimen reciente que parece estar relacionado con ellos.

Aunque la historia puede sonar interesante a grandes rasgos, la directora y también guionista no logra transportar del papel a la pantalla sus ideas. Tal vez debido a que este es su primer trabajo cinematográfico, la película se vuelve un desastre con personajes planos, conflictos inverosímiles y un ritmo que no logra mantenerse en ningún momento.

Las buenas intenciones están ahí, pero la pretensión de la que ha adolecido la realizadora desde el inicio de su carreta televisiva termina por hundir un argumento que no toca tierra jamás. Lo que le ha funcionado en su exitosa serie Westworld, con quien comparte la estructura de saltos en el tiempo y vueltas en el guión, juega en su contra en un formato más corto en donde las ideas deben definirse mejor y resumir de manera concisa lo que se quiere decir. Y no es que su serie no cuente con detractores, quienes la han tachado de ser un producto fatuo, intentando ocultar carencias narrativas con una máscara de intelectualidad, pero al contar con un mayor tiempo en pantalla donde si algo no funciona se corrige y los personajes pueden desarrollarse mejor,ha logrado que los espectadores, a diferencia de esta película, disfrutemos con un producto más redondo que sobrelleva algunas inconsistencias en el manejo de su historia.

El principal problema con la película es que trata de acaparar mucho, sin llegar a cerrar de forma congruente algunos de los temas que maneja. El conflicto social de fondo, por ejemplo, generado a partir del cambio climático y las inundaciones, se menciona únicamente al principio para evidenciar como los ricos pudieron apropiarse de extensiones de tierra, dejando a su suerte a los menos favorecidos, sin volver a profundizar en esto el resto del metraje.

La parte romántica de la historia tampoco llega a generar empatía en el público, ya que todo se resume a una secuencia con escenas melosas que se interrumpe de manera abrupta para ceder su lugar a la intriga. La metáfora sobre la adicción a la felicidad, reviviendo experiencias pasadas tampoco es aprovechada y se queda como mera anécdota en el primer acto.

Las incongruencias narrativas con respecto a aspectos técnicos tampoco ayudan, ya que los recuerdos pasan de primera a tercera persona sin que sepamos la razón del cambio, tratando de sustentar esto con una explicación vacía e intrascendente que no termina por convencer, llegando a mostrarnos situaciones en las recreaciones donde se proyectan imágenes que el individuo no debería conocer, destrozando la lógica de la película, pero que se utilizan de todas maneras para tratar de dar forma a un guión imposible de rescatar.

Otro aspecto negativo es el conjunto de clichés del género neo noir utilizados aquí: el héroe de buen corazón, aunque dístate, atormentado por su pasado, debido a su participación como soldado en una guerra; la amiga que deja ver sentimientos ocultos para el protagonista, misma que es la única en  darse cuenta que algo está podrido bajo la superficie y que carga con sus propios demonios; la misteriosa femme fatale, que resulta una matrioshka de secretos y mentiras, que vive de cantar en bares como todo personaje estereotipado del género debe hacer, destruyendo la tranquilidad del protagonista; villanos manipuladores y sin escrúpulos, carentes de un desarrollo y base emocional necesaria para sustentar sus acciones.

Todo lo anterior sin el mínimo ápice de originalidad que logre volver a la narración memorable. El simple hecho de que la directora considera creíble la manera en que la pareja estelar se conoce y relaciona es ya un gran error al momento de sustentar la trama, pero es algo que pudo haberse pasado por alto si el resto hubiera aportado algo más, cosa que lamentablemente no sucede, pues cuando la trama intenta levantarse ya es demasiado tarde y al espectador ya no le interesa la resolución del misterio, pues está deseando que la proyección termine de una vez, debido al aburrimiento.

Si tuviéramos que rescatar algo para sentir que no gastamos dos horas de nuestra vida en vano, resaltaría el trabajo de ambientación generada por computadora, que sirve para crear los escenarios de un Miami inundado en el que transcurre la acción;la banda sonora creada por RaminDjawadi que logra destacar entre el caos que supone la película, aunque llega a sentirse como un producto aparte que nunca logra encajar del todo con la acción; y en el ramo de las actuaciones, aunque cumplidores todos dentro de lo posible, optaría por separar a Rebecca Ferguson quien se enfrenta al reto de presentar su personaje desde los diferentes ángulos en que es mostrada durante la historia, al igual que la agradable presencia de Marina de Tavira, en un casi cameo, pero que sirve de detonante para el planteamiento del tercer acto y que muestra los estragos de la adicción que se genera de vivir en el pasado.

En resumen, Reminiscence es uno de esos productos que se queda siempre a un paso de lograrlo en todos los aspectos, que aburre y se torna cansada con cada minuto que avanza. Posiblemente la mejor opción para el público sea esperar a que termine su corrida comercial, la cual parece será demasiado corta debido al estrepitoso fracaso que ha resultado y, en caso de desear verla, esperar a que sea agregada al catálogo de HBO Max en un par de semanas. Tal vez de esa manera no les quede el sentimiento de haber gastado tiempo y dinero en nada.