Space Jam: A New Legacy (2021)

En un mundo ideal, aunque la experiencia me ha indicado que no es así, cuando una persona decide comprar un boleto para una función en el cine, rentar alguna producción en VOD o seleccionar algo para ver en algunos de los servicios de streaming con los que contamos en la actualidad, se debe tener en claro que es lo que se va a consumir, y estar al tanto de que no todas las películas con las que se encontrará fueron creadas con el mismo fin. 

Bajo la misma premisa, cuando estamos ante algún filme para reseñar, no todos pueden ser juzgados y medidos de la misma manera. Si bien hay una serie de reglas o aspectos básicos a tomar en cuenta, nunca será lo mismo hablar sobre la nueva película de Darren Aronofsky, que hacerlo sobre la de Michael Bay. Hay cine hecho con aspiraciones y/o pretensiones artísticas, y meros vehículos de entretenimiento. Uno planeado para hacernos pensar y otro para dejarnos llevar.

Dicho lo anterior, toca hablar de Space Jam: A New Legacy, la cual embona a la perfección en el segundo apartado, entretenimiento 100% puro, sin otro afán aparente que el de divertir a la audiencia. La cinta mencionada, como su nombre lo indica, es una segunda parte, aunque libre, de la exitosa película mezcla de imagen real con animación de 1996, y que se une a la moda que parece imperar en los estudios cinematográficos: las secuelas tardías. 

Si bien está tendencia no es del todo nueva, ya que, en su momento, el mismo Scorsese decidió realizar, con 27 años de diferencia, una continuación de su película The Hustler de 1961, es en años recientes cuando está práctica se ha hecho notoria. ¿Cuál es el motivo de esto? Simple, la nostalgia vende. Así pues, hemos visto desfilar productos en extremo logrados como lo fueron Mad Max: Fury Road, 30 años después de su predecesora; Blade Runner 2049, con 35 años separándola de la original; y Mary Poppins Returns, que a pesar de no haber equiparado del todo el aplauso unánime del clásico de Disney salió bien librada tomando en cuenta la vara con que era medida, sustentando el récord de 54 años desde la cinta original. Por otro lado, nos hemos topado con descalabros como lo fueron Wall Street (23 años de diferencia), Zoolander (15 años) e Independence Day: Resurgence (20 años), que, si bien son extensiones de historias de diferente calidad y éxito, no gozaron de buen recibimiento del público ni de la crítica. En medio de estos grupos hay otras que han funcionado en alguno de los dos aspectos: Tron: Legacy con su sorpresivo éxito comercial y alabanzas a su diseño de producción (28 años) y Jurassic World, elevada a una de las diez películas más taquilleras de la historia (14 años). 

Realizar una secuela, después de tanto tiempo, no es garantía de triunfo como puede observarse, sobre todo si el punto de comparación es querido por el público. Este es el caso que nos atañe en esta reseña. Space Jam, la original, no fue bien calificada por los especialistas, quienes la definieron como un producto tonto y sin contenido que traicionaba el espíritu de los Looney Tunes, así como servir únicamente como anuncio promocional para la NBA y Nike, cuestión lógica, ya que el director fue Joe Pytka, curtido en el mundo de la publicidad, realizando comerciales para Pepsi y, precisamente, Nike. 

El que este tipo de proyectos cuente con Who Framed Roger Rabbit?, la Citizen Kane de la animación mezclada, con sus múltiples premios y alabanzas, no ayudó en el momento de las comparaciones. La cuestión es que, al público esto no le interesó y recibió la película con entusiasmo, ingresando más de 230 millones en la taquilla internacional. Como era de esperarse, desde el momento mismos que los ejecutivos vieron el éxito obtenido, la planeación de una segunda parte no se hizo esperar, pero la misma no se concretaría debido a la renuencia de Michael Jordan para repetir su papel y los múltiples guiones que se escribieron como trama. Al final, optarían por producir Looney Tunes: Back in Action en el 2003 que, si bien fue mejor reseñada, resultó un fracaso económico monumental, por lo que la opción de llevar de vuelta a los personajes al cine fue enterrada y desechada. El tiempo pasó, mucho, la moda mencionada puso a todos los estudios a escarbar en sus archivos y fue así como, en el 2014 se dio luz verde para producir Space Jam: A New Legacy, con casi 20 años de distancia de la original. 

Como ya he mencionado, la historia puede ser considerada una secuela libre, ya que, aunque manteniendo el mismo foco central, una estrella del baloncesto, ahora interpretada por un nada expresivo LeBron James, que se ve en la necesidad de competir en un partido, acompañado por los Tunes, donde se juega más que la simple victoria, la raíz del conflicto dista del anterior. En esta ocasión, el villano no es un extraterrestre que busca capturar a los personajes para exhibirlos en un parque temático intergaláctico, sino un algoritmo cibernético vengativo que quiere hacer pagar al basquetbolista por haber rechazado una idea de su autoría.  

Entonces, mientras en la primera el drama se centraba en los personajes animados que se apoyaban en el humano, en esta se ha decidido apostar en sentido inverso, siendo él quien recurre a los dibujos por ayuda. Lo anterior no tendría que haber resultado negativo, sino fuera por el hecho de haber elegido una trama en extremo trillada como trasfondo argumental: la historia de un padre que exige demasiado a su hijo Dom, interpretado con entusiasmo, pero sin el carisma necesario por Cedric Joe, para seguir sus pasos, a pesar de la renuencia de este para hacerlo. No es que rechace el deporte en el que su padre destaca, tan sólo no es prioritario para el joven, quien sueña con convertirse en creador de videojuegos. Y es ahí, donde la inteligencia artificial, que debe odiar al ser humano como dicta el cliché de este tipo de seres, de nombre Al G. Rhythm, interpretada por Don Cheadle, quien demuestra que hasta los actores de su talla pueden llegar a niveles insospechados de sobreactuación, cual Bruja de Narnia, encuentra la oportunidad para provocar el distanciamiento familiar que los enfrenta y obliga al protagonista a luchar por su familia, con la ayuda de los seres que viven en el llamado Serververse, regido por el villano de la historia y a donde, sin una explicación lógica, ha sido transportado. 

Todo lo anterior en medio de un despliegue de efectos especiales de primer nivel, lo cual puede ser considerado lo mejor de la película. Se entiende que este es cine familiar, dirigido a un público casi infantil, por lo que hay aspectos técnicos que se deben destacar para volverlo atractivo a su audiencia, sin esperan grandes despliegues de profundidad narrativa, pero al haber contado con un equipo de seis guionistas en el proyecto, un poco de originalidad no estaría de sobra.  

Los problemas de New Legacy no son únicamente en este sentido y vienen arrastrándose desde su preproducción, con cambios de director y escritores incluidos. Originalmente sería Justin Lin quien se encargaría del proyecto, dejando su puesto en manos de Terence Nance, que renunciaría a menos de un mes de iniciadas las grabaciones por diferencias con los productores, el mismo LeBron entre ellos, siendo sustituido por Malcolm D. Lee que llevaría el proyecto hasta el final. 

Tal vez sea esta la razón por la que la película se siente sin rumbo por momentos, con bromas forzadas de manual, pero sin encanto natural. Pero y sin afán de sonar contradictorio, creo que el principal problema y encanto de este proyecto reside en que, a pesar de estar disfrazada como tal, no se trata de una película en forma, sino de, como su predecesora, un anuncio publicitario que esta ocasión, como enuncian las leyes de las secuelas, es más grande y vistoso que en su versión noventera. 

Nike sigue presente, mostrando el logo de la marca a la menor provocación, pero no es este el producto principal que se nos quiere vender, no, en este caso se trata del estudio mismo quien se promociona a través de una producción estelarizada por sus personajes más entrañables, a excepción de Pepé Le Pew que cayó víctima de la cultura de la cancelación. De esta manera, y para conveniencia promocional, por sobre la calidad del guión, la historia deambula por escenarios de series animadas (DC Comics), televisivas (Game of Thrones), películas clásicas (Casablanca) y otras de manufactura reciente (Mad Max y Harry Potter), llevando el Warnerverse a su máxima expresión con una serie de apariciones entre el público, en el enfrentamiento final de nuestros héroes, donde se realizan cameos de personajes pertenecientes a producciones tan variadas como lo son Gremlins,  Wizard of Oz, It, King Kong, Scooby Doo y el catálogo de Hanna Barbera. Situación que resulta atractiva, mas no es aprovechada al máximo.

Entonces, Space Jam: A New Legacy es una película que puede funcionar si se ve como un simple medio para pasar el rato sin esperar otra cosa, pero queda debiendo una vez que se hace evidente el potencial como homenaje a la historia del estudio y sus ramificaciones, que fue desaprovechado en pro de una publicidad descarada que empatada con el lanzamiento de HBO Max, plataforma de su propiedad donde converge todo el universo mostrado en el metraje. Una oportunidad de oro que no supo llevarse de manera correcta.

Twitter: @cmigueldiazg