Los riesgos del ocio
Me fracturé un tobillo y he estado desde hace dos semanas en un reposo que no ha sido descanso porque la verdad es que, entre los dolores, la preocupación del trabajo, el atarantamiento de los medicamentos y las molestias de no dormir, pues cero placer.
La mayoría de la gente dice que me dé el gusto de estos días como de relax, pero ya les dije líneas arriba, por qué no he podido. Obviamente lo primero que hice fue recalendarizar todos los pendientes de la oficina y luego arreglar lo más posible lo impostergable por teléfono y tratar de salir avante, porque, se sabe, que la gente enferma, herida o con cualquier situación que le impida un trabajo del cien por ciento, es la primera en salir. Y los tiempos no están como para perder el trabajo. Todos los días te lo recuerdan.
Y tal vez mi condición de mujer que ha estado trabajando bajo presión desde que nació el primer bebé lo hace más difícil. No se crean que comencé a trabajar desde que me convertí en mamá, ya trabajaba antes, pero no había tanta angustia ante la posibilidad de que descubrieran que estabas enferma, herida o embarazada y perder lo que era el único sustento de mi casa.
¿Vale la pena la queja anterior? ¿Vale la pena dado que la mayoría de las mujeres, madres o no, estamos en la misma situación? Creo que sí, tal vez no como lamento, sino que quede, una vez más asentado cómo es la realidad de tantas, que no pueden escribirlo y publicarlo. Y hacer el coro a muchas otras que lo han denunciado, que buscan cambiarlo, que esperan mayor empatía por parte de la sociedad.
Hace apenas un mes estaba marchando para pedir justicia por todas las mujeres que han sido asesinadas y olvidadas por las autoridades y peor aún, por las leyes de este país. Cuánto dolor en los rostros de las madres y cuánta rabia en las jóvenes que eran la gran mayoría. Mi situación es privilegiada, lo sé, junto a todo lo que escuché, vi, sentí.
Yo puedo tener un automóvil esperándome a medio camino de regreso para no tener que subirme al camión o caminar, una vez terminada la marcha. Una pareja que tiene lista la cena de ese sábado de protesta, y con el que puedo compartir mi sentir al respecto de toda esa pena.
Me fracturé, sí, pero fue a causa de un torpe caminar, de un accidente en las pésimas banquetas de mi ciudad, no debido a golpes, zarandeadas, intentos de homicidio.
Esta, mi tercera semana, estoy más tranquila, el dolor ha cedido. Le comenté hoy por la mañana a mi marido, que nunca antes me había dado la oportunidad de dejarme cuidar y de sentirme tan consentida como me estoy permitiendo a partir de hoy.
(Con la ligera molestia por la culpa de sentirme afortunada, sabiendo que no es así para todas).