Los riesgos del ocio

Pues finalmente se llegó el día y fui a cumplir con labores propias de mi edad. 

Me registré con mucho tiempo (toda emocionada) y fui a formarme justo el primer día que nos tocaba a los cincuentones (seguía toda emocionada). Debo comentar como parte de mi anecdotario vanidoso, que el guardia que me dejó pasar me hizo la aclaración que sólo era para mayores de cincuenta, ¡casi lo abrazo al caballero! (Pensé quitarme el cubre bocas para que viera mi rostro completo, pero mejor lo dejé con el recuerdo de mi juvenil aspecto general).

Afortunada yo, no me tocó cola, ni masas dispersas y vagando en duda eterna de por dónde me formo o con quién me acerco. Llegué y estaba solo el espacio, entré, me apuntaron, me sentaron en un lugar, esperamos a que se juntaran cinco personas, me inyectaron y me fui. 

Lo que siguió después fue un periodo de reacción que de alguna manera ya esperaba, debido a mis alergias. Así que cama tres días y recuperación en dos y listo, me sentí algo protegida, en espera de la segunda dosis (que esperé toda emocionada).

Llegó el día y convoqué a mi hermana para irnos juntas. Recordé cuando hace treinta y cinco o cuarenta años la moda era juntarnos todos en el auto del conductor resignado quien tenía que cargar con toda la bola de adolescentes y preadolescentes ñoños y emocionados que fuimos, e ir a buscar la discoteca que nos dejara entrar sin que nos pidieran mayoría de edad. 

Lo recordé aunque eso ya quedó en el pasado, porque nuevamente me sentí juzgada por mi edad al entrar al hospital y reclamar mi derecho a vacunarme por ser una anciana de cincuenta años y más, acompañada de mis amiguitos de la adolescencia, unos viéndose más viejos que otros, por supuesto.

Y como otra vez tuve reacción a la vacuna y me estuve sintiendo mal unos días, no pude evitar relacionar los días de la disco, con la ida a vacunarse en grupo, y la cruda y cansancio después de bailar la noche entera, con las reacciones alérgicas propias de ¿la edad?, o del beneficio que espero me dé el estar protegida en tiempos de pandemia.

Y sí, sigo emocionada.