¿Qué hemos aprendido las mujeres en pandemia?
Hace un par de meses el Museo de la Mujer en México organizó unas charlas en el marco del Día de la No Violencia a la Mujer. En una de ellas, una especialista afirmó: está demostrado históricamente en todas las crisis, que el impacto es diferente en las mujeres que en los hombres. Y es mayor cuando las mujeres tienen hijos menores.
¿Qué quiere decir esto? Que las decisiones que se toman afuera: de nuestra casa, de nuestro trabajo, de nuestra ciudad, desde el sistema social no están pensadas en las mujeres: aquellas que a cuesta llevan la doble jornada, el estrés del cuidado de los hijos y de otros familiares, la atención a las personas enfermas, la organización de una vida, que de pronto, se volvió más caótica.
No sé cuántos padres de familia ya llevan a sus hijos a la escuela o colegio. En Coahuila, a algunos colegios con una población menor se les permitió abrir en sistema híbrido o semi presencial. Esto fue un alivio para muchas madres y padres trabajadores, porque muchas instancias del servicio público o privado, no permitieron a sus empleados realizar home office.
Esta fue mi experiencia: Durante la mayor parte de la pandemia conté con el apoyo de mi mamá en el cuidado de mi hijo menor en edad escolar. (Sí, las madres, siempre se solidarizan, como las abuelas, las tías). Esto fue posible porque ella, que es empleada en una institución federal, desde el inicio fue enviada a trabajar en casa.
Esto no quiere decir que ella tuviera tiempo libre. Trabajaba y cuidaba a mi hijo al mismo tiempo, en ocasiones tenia que salir. Así que, cuando el semáforo estuvo en naranja y casi en amarillo el año pasado, mi esposo y yo decidimos llevar al niño a la escuela algunos días a la semana. Esto solo duró un par de semanas porque el noviembre el rebrote fue muy drástico.
Así transcurrió la mayor parte del año hasta que este mes de febrero tomamos la decisión de enviarlo de nuevo a clases presenciales. ¿Por qué? Los horarios de mi mamá se complicaron pero, sobre todo, era evidente que mi hijo necesitaba regresar a esa dinámica, con todas las medidas de seguridad.
Pero ¿qué ocurrió? La pandemia, a pesar de la organización en casa y el encierro, nos trajo un momento de calma en cuanto a la movilidad, el horario y el estrés cotidiano. Nos permitió almorzar, comer y cenar en casa la mayoría de los días, nos dio tardes en el jardín, visitas a los exteriores en fin de semana, vueltas en bicicleta, caminatas, corridas, bailes, juegos de mesa.
Esta relativa calma se detuvo cuando decidimos regresar a la escuela: entonces volvieron los horarios complicados, la organización de las comidas desde una noche anterior, el tráfico y las distancias de nuestros centros de trabajo a la escuela. Mayor gasto de gasolina, vuelta a las tareas y todo lo que la actividad laboral y escolar conllevan. Desde ese día, como mamá y profesionista vivo más estresada, aunque por otro lado tranquila de saber que me hijo ha retomado poco a poco su vida anterior.
Mi reflexión: no hay un tiempo presente en el que las madres vivamos sin estrés. Afuera, el sistema social y económico no nos favorece, nos lleva a vivir de prisa, muchas veces al límite y esto también incluye a los hombres, en especial a los padres responsables.
¿Qué hemos aprendido? Que en pandemia o sin ella, necesitamos más redes de apoyo: social o psicológico. Necesitamos un sistema que nos voltee a ver más seguido, que no sólo se preocupe por el “orden” económico. ¿O no habrá siempre una mujer resolviéndolo todo de nuevo?
Twitter: @Lavargasadri.