Palabras de la Catrina

Por Erando González *

Nos avisa el campanario

que ya en nuestro calendario

son de difuntos las fechas.

Tantos caen bajo las flechas

cargadas de tu amargor

¡Ah, pandemia maldecida

que en nuestro aliento y amor

puso su garra homicida!

Pero soy afortunada 

 de abarcar con la mirada

a tantos deudos y amigos

 recordando a sus queridos.

Hay que recordar con viva pasión.

 Pues en latín re-cordis significa,

  –como el docto letrado nos explica–

Volver a pasar por el corazón.

Yo, en el osario del pecho,

 traigo un corazón de ave

que, sin dar ningún latido,

 da señas de que algo sabe.

Sabe dolerse y gozar

sabe levantar el vuelo,

que él y estas cuantas palabras

les traigan algún consuelo.

Soy golosina floreada

–tradición que a azúcar sabe–

y en toda la patria suave

‘calaverita’ rimada.

Soy la señora del siglo

 soy la testiga ocular

 y voy a todo lugar

sin regate ni remilgo;

soy la estación y el camino,

soy el mentado destino

 

Todo lo he visto venir

 y llegar, ser… y partir.

Sí: de aquí parte el amante

 y se queda al mismo tiempo.

 

De aquí se va sin partir

 y está cerca estando lejos.

Porque derrotan al tiempo,

 los amores más felices

y regresan de la muerte

 por esta puerta invisible.

 

Sabemos que el ser amado,

 prendido a tal sentimiento,

 siendo en lo demás ausencia

 lo sentimos en el cuerpo.

 

Si alguien en su pecho muere,

 si se le agota el resuello,

pervivirá en estos pechos.

 ¡A ver! ¿Hay algo más bello?

Con tener estos paisanos

me llenó el vaso la suerte,

pues darle el brazo a la Muerte

fama es de los mexicanos.

México lindo y querido…

tú serás más de lo que eres

–lo digo de corazón–

pues serás lo que ahora son

tus niños y tus mujeres.

Y en este tiempo, duro cual ninguno,

decir es necesario y oportuno…

Que en esta tierra donde el barro canta 

 y el aire azul navegan los volcanes,

 donde juega el azúcar a hacer panes,

 un incendio de flores se levanta,

 y un mar de corazones se agiganta

  para gritar un estruendoso ¡Viva!

¡Viva el doctor! ¡Y la doctora… Viva!

 Junto a los enfermeros y enfermeras,

 que hoy son los héroes de la patria entera

con nuestra gratitud superlativa.

Los de limpieza, las afanadoras,

discretos magos de veinticuatro horas,

camilleros, chofer, ambulancistas,

 de voluntad tenaz y de alma amiga;

los vigilantes, las intensivistas

 vencedoras del miedo y la fatiga.

 Médicos nobles, lúcidas doctoras

 enteras van y dedicados vienen

 y tras la bata y la careta tienen

 ojos de luz y manos salvadoras.

 

Trajinan de bajada y de subida

 prodigando salud y buena suerte

  porque no están en lucha con la muerte

 sino en dulce noviazgo con la vida.

 

De sus manos vendrán, recuperados,

 el baile, los abrazos y los besos,

 los compañeros y el honor, ilesos,

 las palabras de amor que hemos guardado.

Volverán a los patios de la escuela

  juegos, hazañas, infantiles riñas

  y a las aulas la risa de las niñas

  y la patria plasmada en acuarelas.

Porque un mañana que aún no está fechado

pero que ya cercano se adivina,

al mirar que con gesto fatigado

  a la luz matutina

  se descubren el rostro enamorado,

sabremos todos que la patria ansina

  será siempre impecable y diamantina.

A los héroes de nuestra medicina

 este versito queda dedicado;                       

 lo firma todo el pueblo, emocionado,

 y de su puño y letra, La Catrina.

Yo, al fin, celebraré el rito,

no sin dejarles un beso,

de volver, hueso con hueso,

a mi casa de granito.

La vida es un adelanto,

nos espera el camposanto…

Tengan calma, no hay apuro,

no se salgan de costumbre.

Entre tanta incertidumbre

yo soy lo único seguro.

Pero asómense al mural

 y van a ver que ahí queda

 bien pintado a mis espaldas

 su difunto en la Alameda.

*Erando González es actor, músico y escritor. Miembro de la Compañía Nacional de Teatro.

(Texto en homenaje a Humberto Spíndola y representado en monólogo por la actriz Julieta Egurrola este 1 de noviembre.)