Nueva salvación por el palíndromo
Hace casi dos años publiqué este pórtico en un artículo intitulado “La salvación por el palíndromo”:
He cultivado el arte de hacer palíndromos hace ya más de treinta años. Recuerdo nítidamente que, en el café Benavides de Torreón, Coahuila, Héctor Matuk guió mis primeros pasos en esa difícil, ardua escalada verbal, joya de la ludo-lingüística del idioma como la motejó, con puntería de apache, Marius Serra, el sabio catalán de su fruición Verbalia.
Han ocurrido algunas variables muy vitales y muy gratificantes: la antología palindrómica para niños prologada por nadie menos que Pere (Pedro Ruiz) por parte de la Secretaría de Cultura de Coahuila, gracias a la iniciativa de Ana Sofía García Camil, mis palíndromos en varias avenidas o calles de la comarca lagunera, gracias a los buenos oficios de mi amigo/hermano César Alejandro Quiroz y, ahora, mis palíndromos estampados en playeras o camisetas como, por ejemplo, O rey o joyero, Asirnos a la sonrisa, El bato notable, gracias a la inventiva del gran artista plástico Mauricio Siller.
Destaco también la aparición de Palindromán, mi alter ego: un personaje que me habrá de desbordar, como el Quijote rebasó a Miguel de Cervantes. Tiene todo para triunfar, incluso una dosis de saludable cinismo en los tiempos que corren como, esta respuesta que celebró Felipe Garrido con el término superlativa: “Palindromán: ¿la reclusión es el camino para ganar la batalla contra la pandemia? A lo que Palindromán respondió: Sí, la ruta natural. Y sigue la mata dando…
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