Los riesgos del ocio
Venía de mi trabajo a la una y media de la mañana (sí, leyeron bien, de mi trabajo) y me tocó detenerme en el retén que se encuentra a la entrada de Gómez Palacio viniendo de Torreón. Esos retenes que todos sabemos inútiles, pero siguen ahí, tal vez para demostrarnos un poder, para de alguna manera decirnos que evitemos quejarnos porque algo más allá de nosotros tiene el control y no podemos cambiar eso.
Entonces, ya cansada, con ganas de haber estado en mi cama desde las nueve de la noche, me detengo a esperar que los soldados y policías dejen de atosigar al del carro de adelante. Comienzo a pensar en lo extraño de ser tres automóviles en la fila, sobre todo por la hora y el día de la semana, jueves; y, deseo que no se tarden tanto en preguntar lo que fuera que estuvieran averiguando haciendo ostentación de rifles, con sus cubre bocas bien puestos, ahora sí, para tapar completamente sus rostros.
Finalmente dejaron ir al primer auto y a los dos que seguíamos en la fila ni nos voltearon a ver. Seguí mi camino con el pensamiento que siempre tengo cuando paso por esos lugares “afortunadamente ya no tengo la edad ni el aspecto para ser detenida”, mi alivio dio paso enseguida a una tristeza tremenda pensando en la misma frase. No tengo la edad como tantos otros jóvenes detenidos ya sea con razón o arbitrariamente y secuestrados (eso siempre injusto e ilegal) por tener el aspecto para ser desaparecidos.
Y comencé a creer que de alguna manera, el hecho de ser tantos autos a una hora improbable de la madrugada, había salvado al primer carro. ¿De qué? Esa respuesta no he querido hacérmela porque hay temas que todavía nos duelen a muchos que tenemos sobrevivientes de la guerra que se comenzó a vivir desde hace doce años en nuestra Comarca.
No es la primera vez que me toca salir tarde del trabajo, ni será la última a como veo las cosas. Tampoco es nueva la sensación que tengo de ser intocable gracias a mi edad, aspecto y vejez de mi automóvil. Pero sí es reciente el darme cuenta de ese tonto privilegio, de esa falsa seguridad y del peligro que vive el resto de la población ante algo que se disfraza de bienestar para los que cruzamos la frontera entre dos estados que hace mucho tiempo perdieron su libertad.
Teresa Muñoz es escritora, actriz y promotora cultural.