Cónclave (2024)

Hace 2 años, el director alemán Edward Berger logró fama mundial al realizar la tercera adaptación de la novela All Quiet on the Western Front, distribuida por la plataforma Netflix, ganando 7 premios Bafta y 4 Oscars, así como el aplauso unánime de la crítica y gran parte del público que la vio. Con un éxito de ese tamaño, tu siguiente proyecto goza de gran libertad, pero también de la enorme carga de las expectativas. En una decisión que mantiene la línea de adaptar novelas famosas, sólo que en este caso una mucho más actual y comercial, el director decidió como siguiente proyecto el realizar Cónclave, adaptación de la historia escrita por el famoso creador de best sellers Robert Harris, estrenada este fin de semana en nuestro país y de la que escribo a continuación. 

La trama de la novela y película, sencilla en apariencia, como su nombre lo indica, tiene como eje central un Cónclave dirigido por el cardenal Lawrence (Ralph Fiennes), que debe realizarse debido a la repentina (y hasta cierto punto misteriosa) muerte del papa. Con la llegada de todos los cardenales de diferentes partes del mundo para dicho evento, una vez que estos son aislados del mundo exterior para realizar la votación en la que se seleccionará a la nueva cabeza de la iglesia católica, se dejarán ver las verdaderas personalidades de los candidatos al puesto, así como sus ideologías y los secretos que cada uno de ellos esconde, mientras Lawrence realiza una discreta investigación debido a información que recibió poco tiempo antes del encierro. Conforme avanza la historia y la balanza comienza a favorecer a unos y otros, la tensión aumenta entre ellos, con algunas cabezas rodando y otras alzándose con posibilidades que nunca pensaron tener. 

Iniciando con la verdad, Cónclave es cine comercial, para adultos, pero comercial al fin y al cabo. Apostar a este tipo de productos en una época en que parece que este sector de la población ha dejado de ir al cine y sólo cierto tipo de películas tienen éxito en las salas, se debe aplaudir sin importar el resultado final de la cinta que, en este caso, ha sido satisfactorio ya que está en extremo bien realizada.

Sabiendo entonces que lo que vamos a ver es un thriller de misterio religioso con manufactura de estudio, aunque con un presupuesto por demás bajo para este tipo de cine, podemos ver que el director ha intentado llevar su producto un poco más allá de los acostumbrado en este tipo de historias, apoyado en un fluido y puntual guión a manos de Peter Straughan, quien tiene una larga y exitosa experiencia en la adaptación de novelas famosas, aunque con algunos tropiezos (es el responsable de la desastrosa adaptación de la novela Snømannen de Jo Nesbø), dentro de los que no entra esta cinta, ya que puedo decir que la estructura de su historia es de los puntos fuertes de esta producción.

La película, que si bien tiene su centro en un evento totalmente religioso, no tarda en indicarnos que lo que estamos viendo en realidad es una historia sobre política, ya que se nos muestra un grupo de hombres poderosos, que se encuentran divididos en facciones que buscan sus propios intereses por encima del bien común.  No faltan los candidatos que creen merece el puesto por convicción o los tienen buenas intenciones, pero hasta el más noble de ellos tiene algo que desea u oculta, punto a favor de una narración que logra desmitificar las figuras de esos seres que no son más que seres humanos como todos nosotros. Liberales contra conservadores, reformadores contra ortodoxos, los grupos están marcados y cada uno tiene su candidato, todos bajo el escrutinio de los otros y un mar de veneno que fluye entre todos los presentes, infectándose por medio de los susurros que se escuchan de boca en boca por los pasillos y recovecos del Vaticano.

Cónclave, dejando de lado su manejo de la historia, y a pesar de sentirse un producto que pudo haber salido de la década de los 90, brilla en varios aspectos, sobre todo en la cuidada y perfeccionista fotografía del cinematógrafo francés Stéphane Fontaine, que ya sea en la sala de votaciones, los escasos exteriores en los patios o en los asfixiantes pasillos donde se crean las intrigas, logra introducirnos en este mundo ajeno a nosotros; pero si hay algo que se debe aplaudir en una categoría aparte, es la brillante banda sonora que escribió en esta ocasión el compositor alemán Volker Bertelmann, quien parece haber querido ganarle a Nicole Kidman en cantidad de proyectos este año, ya que fueron 7 en los que participo, siendo este el que mayor calidad tiene y se transforma en otro personaje más, uno que guía a la audiencia por el camino que el director ha decidido que transitemos.

Pero nada de esto sería suficiente si no fuera por uno de los repartos más perfectamente seleccionados del año, encabezado por un Ralph Fiennes en plano estado de gracia, obligado a dirigir un evento de tanta importancia en medio de su propia crisis de fe, que es el otro tema que se explora en la cinta; brillando sobre todos los demás y recordándonos porque es uno de los mejores actores de su generación, su nominación al Oscar, salvo sorpresas, es casi segura. A su lado Lucian Msamati, Stanley Tucci, John Lithgow, Sergio Castellitto y un largo etcétera redondean este grupo de hombres interpretados con maestría por actores con las tablas suficientes para aprovechar cada uno de los pocos minutos que se les regalan para desarrollar sus personajes. Incluso Isabella Rossellini, única mujer con relativo peso en la trama, con una sola escena de lucimiento verdadero, logra llamar la atención lo suficiente para que las campanas de la temporada de premios la sitúen en buen puesto en la categoría de reparto, algo a mi gusto exagerado debido a su escaso tiempo en pantalla, pero eso no quita que lo haga bien de verdad.

Una película que comienza al más puro estilo del whodunit, pero que decide ir más allá, ampliando su discurso a temas como la fe, el poder, la tentación y lo que es capaz de hacer el hombre por lograr sus objetivos. Tal vez demasiados temas que fueron tratados de llevar a buen puerto, pero que parece que ni el mismo director logró desarrollarlos o cerrarlos por completo. Con dos excelentes primeros actos que logran hacer crecer la tensión y el misterio, pero con un tercero que, si bien no derrumba lo creado en los anteriores, hace que se pierda un poco del poder que pudo haber logrado esta cinta. Si a esto le sumamos un final rebuscado que ha resultado divisivo y rechazado por los más conservadores, viene a ser este último tirón de la historia el que hace que no sea redonda por completo, ya que la inclusión de cierto tipo de humor, que tal vez se buscó para restar solemnidad, no termina por funcionar, chocando con la flemática y diplomática manufactura que se había llevado hasta el momento. 

Conclave es, dentro del cine comercial, un éxito comercial y una de las mejores apuestas del año, funcional y efectiva en lo que se propone, con una manufactura técnica impecable, apoyada por excelentes actuaciones. En pleno momento máximo de la temporada de premios, es imposible no mencionar sus posibilidades al Oscar, donde posiblemente la veamos entre las 10 finalistas de la categoría principal, con opciones reales de hacerse con el premio en la categoría de Guíon Adaptado y logrando, según mis predicciones, un aproximado de 8 candidaturas en total, una cifra que para nada es fácil de lograr. Pero si esto no llega a suceder, esta es una de esas películas que la gente disfruta en el cine, la entretiene tratando de descubrir lo que pasa bajo la superficie y que no dejará a nadie indiferente con su desenlace. Muy recomendable como entretenimiento de calidad si se busca algo diferente en la cartelera este fin de semana. 

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