Joker: Folie à Deux (2024)

Hay películas que se convierten en fenómenos socioculturales desde que se proyectan por primera vez; Joker (2019), a pesar de contar con detractores, es uno de estos casos. Desarrollada como producto aparte durante la debacle que significó el fallido y ahora extinto DCU, el director Todd Phillips se arriesgó creando una historia de origen para un personaje del que se nos han dicho tantas que no sabemos cuál tomar como definitiva. Su versión resulto una crítica a la sociedad a través de los ojos de un Arthur Fleck sobrepasado por un mundo que lo rechaza, llevándolo a niveles de violencia de los que no se creía capaz.

La cinta resultó un suceso en todo sentido, con una presentación oficial en el Festival de Venecia, donde se hizo con el León de Oro; creciendo en expectativas hasta volverse un éxito comercial, recaudando más de un billón de dólares mundiales; culminando con las 11 nominaciones que recibió para los Oscar, ganando en las dos categorías donde tenía opciones reales: Actor Protagonista para Joaquin Phoenix y Banda Sonora para Hildur Guðnadóttir. Joker se quedó grabada en el colectivo mental, provocando un efecto de cine de culto que encontró su principal nicho entre el grupo de hombres que se perciben a sí mismos como antisistema, rudos, rebeldes, únicos y diferentes. En sus mentes, habían encontrado a ese antihéroe con el cual identificarse y disfrazarse en Halloween como su pudo ver hasta el aburrimiento.

Todo este antecedente se debe a que, a pesar de que el mismo director juró que no se realizaría ninguna segunda parte, ya que había logrado decir todo lo que necesitaba, este año ha llegado a las salas una secuela, Joker: Folie à Deux (Locura para dos), producción que ha provocado toda una serie de reacciones desde su anuncio, iniciando con la contratación de Lady Gaga como protagonista, hasta el rechazo casi generalizado al saberse la noticia de que se trataba de un musical (aunque el director y elenco rechacen este término), entre muchas otras cosas. 

Empezaré diciendo que, si bien consideré la cinta original bastante bien hecha y con una actuación sorprendente de Phoenix, no soy fanático de esta; continúo indicando que, hablando de Lady Gaga, la considero una cantante en extremo talentosa, pero sólo funcional hasta cierto punto como actriz; finalizo diciendo que, personalmente, no soy muy apasionado de los musicales en general. Expongo lo anterior porque estoy intentando escribir estas líneas de la manera más objetiva posible, a diferencia de los machos alfas dominantes fanáticos de la primera que se rasgaron las vestiduras, bañados en llanto porque “les destruyeron su película con esta secuela”. Pues bueno, sí, esta cinta está muy por debajo de la primera y tiene muchísimas fallas; pero nada tiene que ver con el hecho de que se trate de una cinta medianamente musical y que tenga a la cantante en su reparto, el problema de la cinta viene de donde nacen la mayoría de las malas películas y eso es debido a un mal guion. 

¿De qué trata en esta ocasión? La historia comienza en el momento justo donde termina la anterior, para luego dar un salto de dos años en donde vemos a un Arthur Fleck (Phoenix) más demacrado, deteriorado y retraído que nunca, recluido en el hospital penitenciario Arkham donde pasa sus días en total apatía y depresión. Durante este periodo, su abogada Maryanne Stewart (Catherine Keener) ha estado armando un caso para sacarlo de esa institución, buscando para él un mejor hospital donde le den un tratamiento adecuado, ya que lo ve más como una víctima con problemas mentales, debido a la vida de abusos que llevó desde niño, que como un asesino sanguinario; mientras que, por el contrario, el fiscal Harvey Dent (Harry Lawtey) busca la pena de muerte para Arthur, ya que piensa que todo es una actuación de su parte. Cuando por fin se logra un juicio para definir su futuro, las cosas se complican debido a la interacción del protagonista con una paciente de otra sección del sanatorio, Lee Quinzel, alias Harley Quinn (Stefani Germanotta, alias Lady Gaga) quien está obsesionada con el Joker y su manera de ver la vida. Arthur, en medio de estas dos mujeres, comenzará a debatirse entre sus dos personalidades, luchando por descubrir cual es la verdadera.

Phillips es el creador de este universo y puede hacer con él lo que le pegue en gana, tomar la línea argumental que quiera y utilizar la cantidad de recursos cinematográficos que desee para ello; pero también debe estar consciente de tamaño del proyecto que tenía entre sus manos y las consecuencias de sus decisiones. El que la cinta sea musical por momentos (menos de la mitad del metraje es cantado) no es para nada malo, el que se agregue un interés amoroso tampoco lo es, así como el provocar que su protagonista se debata internamente debido a sus acciones; el problema principal aquí es que esta cinta no aporta nada, no extiende su universo y aburre por momentos por sus reiteraciones, lo que la vuelve una película que, como la mayoría pensábamos desde antes, termina siendo totalmente innecesaria.

Un guíon está conformado por varios puntos que se deben respetar, no todo son los diálogos, este debe estar nivelado para que lo que se cuente en la historia se sienta fluido. Partiendo de esto, hablando del aspecto narrativo, la trama se la pasa dando vueltas sobre cosa que vimos ya en la primera entrega, los traumas de Arthur, su infancia, el rechazo que lo llevó a la locura. Una y otra vez, sin que se nos brinde nada nuevo más allá de la lucha interna del protagonista y el supuesto romance. Con un primer acto que resulta demasiado largo y cansado, que se extiende desde una secuencia introductoria en forma de animación, donde vemos aparecer al interés amoroso de manera fugaz, hasta el momento en que inicia el juicio, todo es tan lento que la mayoría de la gente que abandonó la sala lo hizo antes de que se de este primer punto de giro. Junto a esto, una serie de situaciones que carecen de sentido lógico comienzan a hacer su aparición para beneficios de un guión que tambalea por todos lados.

Luego vendrá un segundo acto que se agradece dura menos que el anterior, la primera parte del juicio, donde vemos desfilar a personajes de la primera entrega para volver a recordarnos lo ya mencionado y se acentúa la dualidad en su interior. Para este momento es cuando se confirma que, mientras en la cinta anterior todo sucede desde Arthur para el mundo, en este caso todo ocurre dentro de su cabeza, razón por la que los musicales se manifiestan, como una versión deslucida y desangelada de la obra Chicago. Arthur es la Roxie Hart y Harley la Velma Kelly de estas escenas sin encanto que bien pudieron prescindir en su mayoría de los cantos, salvo en un par de ocasiones donde su uso sirve para mostrar el pensar del protagonista sobre las acciones de los demás.

Para el último punto de giro, la llegada del tercer acto, cuando por fin podemos ver al Joker en la recta final del juicio, cuando se nos recuerda la razón del gusto de la película anterior, ya a nadie le importa porque el interés es nulo y la atención se ha perdido. Como si el mismo director lo hubiera sabido, da una estocada final a su personaje y un desenlace sacado del sinsentido para terminar de lapidar su historia. Cuando los créditos comienzan a aparecer, la sala se mantiene en silencio y todos salimos con una sensación de haber sido robados, engañados, la incomodidad se percibe después de haber presenciado más de 2hrs de metraje donde no sucede en realidad nada.

Todd Phillips se arriesgó otra vez y falló en esta ocasión, haciéndonos ver que esperamos mucho de un director con una carrera tan deficiente que la anomalía es que Joker le haya salido tan bien. Se notan sus pretensiones, el exceso de recursos que en sus manos no funcionan, ya que el volver a reunir al equipo técnico que encumbró a la primera no sirve de nada si el material que van a decorar viene enfermo desde el papel. En esta ocasión el montaje se siente torpe, luego lento y al final golpeado; la música original es ensombrecida por las pobres adaptaciones de canciones que se sienten forzadas; la cuidada fotografía luce, pero no hay cohesión en la manera que se usa. Se nota el profesionalismo de los involucrados, pero parece que todos trabajaron por separado, sin una mano que los guiara para el bien del producto total.

Ni siquiera el reparto puede hacer mucho para salvar del naufragio a esta película. Joaquin Phoenix lo vuelve a hacer, no hay queja alguna sobre su trabajo, podría volver a ganar la cantidad de premios que quisiera si hubiera tenido un mejor desarrollo y su imagen no estuviera manchada en este momento para Hollywood; él cumple y cubre lo que se espera sin problema. Y para los que esperaban lo peor, pueden seguirlo haciendo, porque Lady Gaga luce bastante, en un personaje que también se ha tomado libertades creativas debido a que tampoco existe un canon definitivo para su origen, se nota que ella ha madurado como actriz, brilla y en ocasiones roba cámara, cosa que nunca pensé escribir; pero su personaje aparece tan poco que ahora comprendo todos los comentarios que mencionan que está desaprovechada, ya que lo está y mucho. Una pareja protagonista que pudo haber hecho mucho más, resplandeciendo en grande si el material estuviera a su altura.

Siempre he defendido la diferencia entre gusto y calidad, puedo aceptar que en esta ocasión la cinta no fue de mi agrado, pero la hubiera defendido en caso de contar con puntos que la favorecieran de verdad. No es ni de cerca la peor película del año como se ha mencionado, pero las expectativas estaban tan altas que los fallos se notan mucho más que en otras de menor calidad y la ha vuelto la decepción más grande. Si en mi caso particular, que no siento devoción por la cinta anterior, sucedió esto, puedo entender el sentir de los fanáticos. Esta fue una enorme oportunidad perdida donde de todas las opciones posibles se utilizaron en conjunto las erradas en el sentido artístico; pero, sobre todo, esta es una cinta que a mi parecer, ni siquiera tuvo que haberse realizado. 

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