The Substance (2024)

El pasado mayo, en la edición número 77 del Festival Internacional de Cine de Cannes, una película de la Selección Oficial llamó particularmente la atención de los medios, quienes escribieron un mar de artículos sobre ella. La cinta en cuestión lleva por nombre The Substance y es dirigida por la casi desconocida Coralie Fargeat, que sólo cuenta con otro largometraje previo, Revenge (2017). El motivo del interés de la prensa, independientemente de los aplausos recibidos y de ser estelarizada por una sorpresivamente brillante Demi Moore, se debió a su extraña y original trama de terror corporal, que tomó a muchos por sorpresa.  

Al final, la película terminó perdiendo la Palma de Oro ante Anora, pero se alzó merecidamente con el galardón en la categoría de Guión y la plataforma de streaming para cinéfilos hípsters intelectuales gluten free, Mubi, adquirió los derechos para su distribución en los complejos cinematográficos de casi todo el mundo. Con la fecha de su estreno comercial fijada para este fin de semana y una vez vista, puedo decir que es todo lo que se ha escrito sobre ella y más, mucho más, en el mejor de los sentidos. 

La base de la trama, el fondo de esta, escrita por la misma directora, es tan común y antigua como la humanidad misma: envejecer apesta, pero lo hace mucho más cuando eres una celebridad y el pecado es todavía mucho mayor cuando se es mujer. Esta cuestión que deberíamos aceptar con naturalidad, ya que desde el momento mismo de nuestro nacimiento comenzamos con el proceso de desgastarnos poco a poco, es a lo que se enfrenta el personaje principal de la película, Elisabeth Sparkle (Demi Moore), una ex estrella de cine ganadora del Oscar, vuelta gurú fitness (en una clara referencia a Jane Fonda), que lleva años como centro de un programa de televisión de entrenamiento aeróbico.  Al haberse vuelto menos deseable, un vejestorio, según las hirientes palabras del desagradable y misógino Harvey (Dennis Quaid), productor de su programa (y referencia al caído en desgracia Harvey Weinstein), decide que ha llegado el momento de remplazar a su figura estelar por una mujer más joven, atractiva y deseable. 

Esto, que pudo haberse vuelto un drama (que lo es hasta cierto punto) en otras manos, tiene su mayor acierto en la decisión de la directora de crearlo como un espectáculo de horror corporal, ya que decidió que la forma de su producto sería muy diferente a lo que hemos visto antes. ¿Cómo lo hizo? Adentrándonos en una espiral de autodestrucción y degradación personal que viene a caer perfecta en esta era en la que la juventud (o la apariencia de esta) se vende en forma de inyecciones, de sustancias, como el titulo lo indica, que nos prometen alargar la belleza de nuestro aspecto físico hasta que no se pueda más; las cirugías casi son cosas del pasado, lo de hoy es el antiaging químico,  inundar el físico con cuanto químico podamos, porque es más accesible, menos notorio, con resultados más “naturales” En la época en que los gimnasios están más concurridos que nunca, donde el porcentaje de grasa bajo ha sustituido al peso ideal de otros años, en la de los rellenos de ácido hialurónico, botox, plasma y el auge del Ozempic, el atinado y maravilloso guión opta por centrarse en eso, un producto milagroso que le es ofrecido a la protagonista para que pueda mantener todo por lo que ha luchado durante toda su vida, la Sustancia, capaz de crear la mejor versión de ti, una más joven, más bella y perfecta. 

Como suele suceder en la vida real, el espectacular producto no indica los aspectos negativos o lo hace con letras tan pequeñas como los términos y condiciones que aceptamos son leer, no menciona los efectos secundarios, que en este caso no tienen que ver con lo que sucede dentro de tu cuerpo, sino de tu mente, ya que la protagonista puede decidir en cualquier momento terminar con todo, pero es tan adictivo que decide no hacerlo. Una vez que Elisabeth adquiere el compuesto, al instante se percata que no tiene nada que ver con lo que pensó, ya que este crea, de una manera dolorosa y destructiva, algo así como un clon mejorado de sí misma que, como si fuera un Alien, sale de su cuerpo destrozando todo a su paso, pero sin causarle la muerte. Este nuevo ser es llamado Sue (Margaret Qualley) y termina ocupando el lugar que le fue arrebatado a Elisabeth, sin que nadie sospeche que se trata de la misma mente en otro cuerpo, por lo menos al principio. Con esta nueva y mejorada versión tendrá que intercambiar conciencia cada determinado tiempo, puesto que sólo una de ellas puede estar en funcionamiento en el mismo periodo de tiempo, siguiendo una serie de reglas para que todo funcione como debe o de lo contrario los resultados podrán ser muy desagradables, cosa que resulta evidente va a suceder, ya que quién quiere volver a un cuerpo al que se le ha llamado decrepito, cuando puedes vivir esa mejor versión de ti que tanto te prometieron.

Sí, The Substance es una película con escenas fuertes y que no será para todo público en definitiva; pero lo más grotesco no son las secuencias con cuerpos mutilados, con malformaciones y secreciones, no, el tema mismo, que la directora escupe sin pena a los espectadores, es lo que vuelve a esta película tan difícil de degustar, al mismo tiempo que la vuelve tan actual y necesaria. Todos vamos a envejecer y morir, porque así un infante fallezca minutos después de su nacimiento, el envejecimiento ya había iniciado en él, no hay nada más humano que esos dos aspectos en nuestra naturaleza, y son dos cuestiones con las que el ser humano intenta luchar hasta llegar a niveles insospechados de locura. Puede que yo no recurra a ningún procedimiento, y puedo decir que realizo la cantidad de ejercicio que hago por salud, pero siempre, en el fondo, el beneficio estético esta presente en la mente, consciente o inconsciente.

Conforme la trama avanza, en una época que no termina de definirse debido al anacronismo de ciertos aspectos técnicos, el metraje nos recuerda que las mujeres han sido victima (y en tiempos modernos también los hombres) de ser juzgadas por volverse maduras. En la cinta hay pantallas planas y teléfonos celulares, pero los aerobics, la ropa, los automóviles y la decoración de los espacios evoca a los 80; aquí no hay tiempo definido porque este problema se viene arrastrando desde generaciones atrás. “Ya se ve viejo/a” he escuchado a conocidos decir sobre ciertas celebridades, a lo que siempre respondo “tiene tal o cual edad, ¿qué esperabas?” Estamos tan acostumbrados a vanagloriar el físico de gente como Jennifer Lopez, que se nos olvida que ella es la excepción y no la regla. Nadie es inmune a este proceso, porque hasta a ella le llegará el día en que el tiempo le cobre factura. Madonna misma fue victima de este fenómeno, al presentarse irreconocible en una entrega de premios, volviéndose la burla, el meme viviente, simplemente por haber caído víctima de un sistema machista que le ha gritado que a su edad ya no puede o debe hacer tal o cual cosa, que no vale nada por haber envejecido, a pesar de contar con una carrera tan espectacular. En este tiempo de redes sociales, donde todo es tan falso y efímero, donde basta navegar en Instagram para sentirte feo, gordo, flaco, viejo con un simple scroll, la sociedad quiere juventud eterna, desea a Brad Pitt, Paul Rudd, Jennifer Connelly, Charlize Theron y la mencionada JLo, quiere celebridades que, si bien sabemos no son naturales, no aparentan los procedimientos a los que se han sometidos, como sucedió con el exceso de botox en una época de Nicole Kidman que casi le cuesta la carrera. Deseamos ser ellos, lucir como ellos, sin importar que no tengamos la misma genética, ni el presupuesto para llevar a cabo lo que sea que ellos hagan.

Puede parecer que no estoy hablando de la cinta, pero es que de esto habla la película, en una manera visualmente grotesca, degradante, bizarra, así como hipnótica y divertida. Porque si, aunque esto no sea una comedia, la historia y sus imágenes tienen un poder tan grande de atracción que es imposible apartar la mirada de la pantalla, a pesar de que por momentos vemos situaciones tan desagradables que duelen de observarse. Esto se debe, aparte del tino de la directora, a dos aspectos que embellecen y a la vez vuelven terriblemente espantoso todo lo que vemos.

En primer lugar está el visual, cuidado al milímetro. Ejemplo de esto es la fotografía, con planos fijos y uso de lentes especiales, así como las tomas al aire libre de una ciudad que puedo jurar es Los Angeles de los 90, así como los filtros para resaltar ciertos colores que utilizó Benjamin Kracun, quien ya esta acostumbrado a trabajar con directoras vanguardistas con historias difíciles, ya que fue quien fotografió Promising Young Woman (2020) para Emerald Fennell; lo grotesco y asfixiante nunca había lucido tan bello como en esta ocasión gracias a su trabajo. Como ya mencioné, el anacronismo logrado por Stanislas Reydellet en el diseño de arte, con su paleta de colores, otorgan demasiados puntos en la estética hiper cuidada en la que deambulan las o la protagonista, ya que al final, como le repiten varias veces en el metraje, ambas son la misma. La música de Raffertie termina por aumentar la tensión y la división de personalidades cuando Elisabeth brinca de un cuerpo al otro. 

Y todo esto, un guión maravilloso y un acabado estético logrado, no serían nada si no se hubieran seleccionado a ese dúo de reinas que representan las protagonistas. Margaret Qualley, encadenando un proyecto interesante tras otro, a nada de superar a su madre en fama y talento, nunca había lucido tan encantadora, tan bella, tan tonificada; pero al mismo tiempo tan desesperada, aterradora, desquiciada. La joven promesa que sí se está cumpliendo, volviéndose por tiempo en pantalla la protagonista y representación física mayor del personaje, aquella que se desdobla y toma control, que no respeta las reglas y no le importa nada con tal de mantenerse de esa manera. 

Pero si hay que aplaudir a alguien de pie, como sucedió en los festivales donde se ha presentado, esa es Demi Moore, una actriz que nunca fue reconocida por su talento, recordada por haber sido la mejor pagada de Hollywood en una época que sólo los hombres aspiraban a ciertos salarios. Es evidente que, tal vez por un cambio de agente, se ha buscado restructurar su carrera, con proyectos como la miniserie Feud: Capote vs. The Swans (2024), en donde ya dejaba ver que se equivocaron en catalogarla como sólo una cara bonita y un cuerpo espectacular. Pero es en esta ocasión donde llega a niveles que no le conocíamos, porque no nos lo habían permitido, porque fue sustituida por otras más jóvenes, como Angelina Jolie, para luego ser Megan Fox, y así sucesivamente hasta Qualley misma. En esta ocasión lo da todo, se desnuda en cuerpo (en muchas escenas) y alma, sin temor a mostrar el paso del tiempo, con acercamientos a unos glúteos que ya no son lo que hace 20 años, mostrando la celulitis en las piernas, la flacidez en el busto, todas cosas normales para una mujer que acaba de cumplir 61 años (aunque luzca mejor que muchos de nosotros), pero que para Hollywood es sinónimo de valentía. En un año donde las mueres consideradas símbolos sexuales, como ella y Pamela Anaderson, han retomado el control de sus carreras, mostrando de lo que son capaces, Moore hasta el momento se ha vuelto mi actuación favorita del año, por los niveles que alcanza, la valentía de aceptar un proyecto de este tipo, pero, sobre todo, por callar las bocas que nunca creyeron en su potencial. La degradación a la que llega su personaje, con o sin maquillaje prostético, es un trabajo que se da en el interior, donde ella desarrolla y posiblemente utilizo su experiencia de vida para mostrarnos el dolor que siente, pero también el miedo de ser olvidada. La escena donde regresa varias veces al espejo antes de salir es oro puro. Si la vida es justa, escucharemos su nombre repetidas veces en la temporada de premios, aunque el estilo de la cinta juega en su contra.

The Substance es una película gráfica, hipnótica, que debe verse con la mente totalmente abierta o será rechazada por el público masivo, como el caso de Poor Things el año pasado. Una cinta destinada a volverse de culto y que bien en otro momento pudo dirigir David Cronenberg, a quien creo que le debe mucho por su cercanía a The Fly (1986) en algunos paralelismos. Por mucho, de lo mejor que hemos visto en el año y hasta el momento mi favorita, aunque quedan muchas por ver en esta temporada de premios que recién empieza. Las expectativas en mi caso estaban demasiado altas y todas fueron cumplidas de sobra, por lo que no me queda más que recomendarla, aunque estoy seguro de que muchos rechazaran la propuesta, tal cual se hizo con la protagonista. En definitiva, The Substance es una de las películas del año, sin importar géneros o gustos.

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