A Haunting Venice (2023)
Una noche de Halloween en Londres, mientras se realizan los preparativos para una fiesta que se brindará en casa de Rowena Drake para algunos niños y adolescentes de la zona, Joyce Reynolds, de 13 años, confiesa haber presenciado un asesinato tiempo atrás. Aunque todos la toman por mentirosa, una vez finalizada la fiesta, el cadáver de la niña es encontrado sin vida, ahogada en la tina destinada al juego de morder manzanas. Para mala suerte del asesino, en la fiesta se encontraban como invitados el detective Hércules Poirot y su amiga la escritora de novelas de misterio Ariadne Oliver, quienes investigan y resuelven el caso, mismo que tiene relación con 6 asesinatos realizados antes, durante y después de la fiesta.
Lo anterior es la trama de la novela Hallowe’en Party o Las manzanas, como se tradujo al español, de Agatha Christie, publicada en 1969, misma que nunca había sido llevada el cine hasta este año, cuando fue seleccionada por el director Kenneth Branagh para cerrar (salvo sorpresas que se den en la taquilla) su trilogía con historias de la escritora como material base. ¿Cómo ha resultado esta primera versión cinematográfica? Empecemos con las diferencias entre ambos productos, tratando de evitar spoilers.
Desde el titulo mismo, nos damos cuenta de un cambio significativo, que es la locación donde suceden los hechos. Mientras que la novela transcurre en Londres, el director, junto al guionista Michael Green (quien ha escrito las tres cintas) decidieron trasladar a los personajes, posiblemente para crear una atmosfera más singular, a Venecia. A la par de esto, la película tiene una pequeña introducción en la que se nos muestra a un Poirot (Branagh que ya hizo suyo el personaje y lo interpreta a la perfección) alejado del mundo, recluido en su casa en dicha ciudad, sin tomar ningún caso, decepcionado del mundo después de haber visto demasiada maldad y de lo que es capaz el ser humano, gracias al hecho de haber vivido lo suficiente para ser testigo de ambas guerras. Él pasa sus días con la única compañía de su guardaespaldas Vitale (Riccardo Scamarcio), quien se asegura de que nadie se acerque y moleste al detective, cosa que cambia cuando aparece en su puerta su amiga Ariadne Oliver (Tina Fay), quien prácticamente lo arrastra a la fiesta que brindará en su palazzo la cantante de ópera Rowena Drake (Kelly Reilly), en un evento que si se mantiene como en el libro, aunque con motivos para realizarla diferentes, pidiéndole que la ayude a descubrir el engaño detrás de una supuesta médium de nombre Joyce Reynolds (Michelle Yeoh), que realizará una sesión espiritista al terminar la fiesta y quien asegura poder contactar con Alicia (Rowan Robinson), la hija muerta de la anfitriona, quien cometió suicidio después de haber sido, supuestamente, poseída y torturada por los espíritus que habitan en ese lugar, mismo donde murieron numerosos niños debido a una epidemia cuando el edificio servía como orfanato.
Hasta aquí se puede llegar en la historia sin estropear el misterio, pero se puede hablar sobre los cambios obvios que se decidieron para esta adaptación. Con modificaciones en cuanto a las victimas de los asesinatos, al igual que en la cantidad de estas y de los personajes mismos, así como sus características físicas y de personalidad (el de Joyce Reynolds resulta el mas evidente), los motivos de cada uno para encontrarse en la fiesta y la trama de fondo misma, podemos decir que esta es una adaptación demasiado libre de la novela en la que se basa, posiblemente debido a que en esta ocasión no se trata de una de las obras más famosas de la escritora, como sucedió con las dos entregas anteriores. Aunque esto ha resultado en puntos tanto positivos como negativos en el resultado final, A Haunting in Venice es la más lograda de la trilogía.
Partiendo desde el aspecto visual, en esta ocasión se ha conseguido mucho más realismo que en sus predecesoras. No estoy diciendo que las dos anteriores no estén logradas en este apartado, ya que las recreaciones de la época, escenarios y vestuario, eran fastuosos y acertados, pero se sentían plásticos y falsos en ocasiones, situación que en este caso se ha pulido, ya que el diseño de producción a cargo de John Paul Kelly, el vestuario creado por Sammy Sheldon y la decoración de Celia Bobak han resultado en una atmosfera que logra transmitir desde el realismo callejero, hasta el tenebroso lujo decadente del palazzo donde se dan los acontecimientos, mientras definen la personalidad de todos los relacionados en el misterio sin que estos se sientan disfrazados. Al ser esta una historia que transcurre de noche y en la que se juega con aspectos sobrenaturales, la fotografía usada en esta ocasión por Haris Zambarloukos (fotógrafo de las tres películas) acierta con su uso de las sombras y encuadres para que la percepción de lo que es real o no que experimentan los personajes sea transmitida al público. Por último, sin duda la adición más acertada entre este nuevo equipo técnico es la de Hildur Guðnadóttir como compositora, quien parece nunca fallar, creando una serie de partituras que pasan de adaptarse al barullo de los canales de Venecia o sus calles, hasta acentuar el misterio en los momentos justos en que los personajes están confinados y comienzan a dudar tanto unos de los otros, como de lo que sucede a su alrededor.
Estos logros visuales sirven como apoyo para una historia que se separa de las anteriores, ya que, como dije, parte de la trama se sustenta en un misterio sobrenatural, a la par de tratar de descubrir quién está cometiendo los crímenes. Esta característica en la escritura del guión tiene aspectos interesantes, pero también deja de lado otros que daban puntos al material base. Primero, hay que decir que, aunque se puede mantener relación con el titulo de la novela original, el seleccionado para la versión en español pierde total sentido, ya que en esta ocasión los crímenes no están relacionados con las manzanas. ¿Por qué es esto importante? El personaje de Ariadne Oliver (que Fay desempeña como si hubiera sido escrito pensando en ella), es una versión ficticia de la misma Agatha Christie, por lo que la fascinación de la escritora por dicha fruta es una de las características del personaje y tienen mucho peso en la historia de la novela, cuestión que desaparece casi por completo en su versión cinematográfica. Siempre he dicho que una adaptación debe verse como un producto aparte, sin importar el medio en que se plasme, pero es conveniente mencionarlo, ya que otras características de Ariadne si se han mantenido, como el rechazo al personaje que la volvió famosa (cuestión que también vivía Christie) y pudo haber servido como referencia y homenaje a la mente detrás de estos misterios. Esto, un comentario totalmente nacido de mi gusto personal.
Ahora, si nos centramos en las modificaciones de la historia desde su raíz, aunque estas resultan funcionales y fluidas, no todas son acertadas o tan logradas como pudieron. Los personajes originales o la mezcla de varios en uno solo son interesantes, como el torturado Dr. Leslie Ferrier (un Jamie Dornan por demás logrado), su extraño hijo Leopold (Jude Hill robando pantalla), la misma Joyce Reynolds (Michelle Yeoh en un personaje con el que se le permite ser enigmática a su antojo) o la modificación que se hizo con el de Rowena Drake (Kelly Reilly muriendo de dolor en pantalla), volviéndola una madre hundida en la depresión, al no superar la muerte de su hija; pero es lo que se hace con ellos lo que no termina por funcionar. Con posibilidades casi infinitas de innovar, en caso de no querer repetir los motivos descritos en la novela, lo escrito en esta ocasión termina siendo predecible y hasta anticlimático, tanto en el crimen que genera los acontecimientos, como en la resolución al conflicto sobrenatural. No puedo asegurar que a todo el público le haya sucedido lo mismo, pero en mi caso, media hora antes de finalizar la trama, tal vez no descubriendo los detalles como tal, pero el misterio resulta por demás evidente, sobre todo al tratarse de un recurso que en últimos años se ha utilizado hasta gastarlo, en películas, libros, series y miniseries, por lo que la sorpresa, en caso de existir, llega demasiado diluida cuando es revelada.
A Haunting in Venice es una película que comienza de manera poderosa, logrando mantenerse de esta manera los dos primeros actos, pero es el tercero el que tiene problemas y termina perdiéndose un poco entre las ideas que pudieron sonar mejor en papel. Aun así, funciona mejor que las dos entregas pasadas y se le da puntos por intentar algo nuevo, logrando volverla entretenida en la parte comercial e interesante en el desarrollo de sus personajes, con un despliegue visual por demás logrado, motivos por lo que se vuelve un producto que no debe desdeñarse a pesar del desgaste que la franquicia viene arrastrando después de todos los inconvenientes y aspectos negativos que tuvo Death on the Nile el año pasado.
Tal vez hemos visto mucho ya y el público puedo necesitar otro tipo de historias o misterios, tal vez es verdad que pesa una maldición sobre las producciones de Disney o sólo están pasando por una mala racha, pero resultará casi imposible que una cuarta parte se vaya a producir debido al pobre desempeño que ha tenido esta cinta en la taquilla, pero eso no le quita el valor que tiene como un muy buen cierre para este intento del director de revivir el interés del público en la escritora y su creación más grande, el detective Hércules Poirot, ya sea con o sin manzanas.