Un texto obsesivo compulsivo
Reseña de Salvar el Fuego, novela de Guillermo Arriaga
El arte que no se nutre de vivir los extremos está muerto, dice Arriaga en boca de sus personajes. Marina es una coreógrafa de danza moderna perfeccionista y dedicada que trabaja duro, pero solo produce obras frías, sin vida. Todo cambia cuando decide, invitada por su amigo Pedro, visitar el Reclusorio Oriente para presentar un espectáculo. Ahí conoce a José Cuauhtémoc, un asesino condenado a cincuenta años y que está en la cárcel por segunda vez. La atracción animal que surge entre ellos da fruto en el trabajo de Marina. Él descubre que escribir le permite sustraerse a su encierro y produce textos en que descarga sus frustraciones, sentimientos, emociones y reflexiones; escribe compulsivamente.
Arriaga usa cuatro narradores para contarnos esta historia obsesiva, alucinante e hipnótica en un libro de más de seiscientas páginas que se lee con facilidad: Marina, la coreógrafa, que habla en primera persona; un personaje, narrador omnipresente en tercera persona, que se expresa en el lenguaje narco; Francisco Cuitláhuac, hermano de José Cuauhtémoc, que le habla en segunda persona a su padre muerto; y un grupo de reos que cuentan sus historias, sus anhelos y sus cuitas en textos breves que han sido escritos durante los talleres de literatura que imparte Julián con el apoyo de Pedro y Héctor.
Este país se divide en dos: en los que tienen miedo y los que tienen rabia.
Ustedes, burgueses, son los que tienen miedo.
Miedo a perder sus joyas, sus relojes caros, sus celulares.
Miedo a que violen a sus hijas.
Miedo a que secuestren a sus hijos…
El resultado es un texto que atrapa al lector desde la primera línea y lo lleva a las carreras página tras página sin darle tiempo a pensar; lo único importante es sentir, experimentar, vibrar, estremecerse de emoción. Es notable el esfuerzo narrativo de Arriaga al atreverse a hablar como una mujer en primera persona; por momentos logra hacer verosímil el lenguaje de Marina, sin embargo, al releer pausadamente se pierde el efecto. Es como un truco de prestidigitador que si lo ves desde un ángulo diferente te das cuenta de que no es magia. Marina no tiene amigas, sus íntimos son una pareja de homosexuales, Pedro y Héctor; un escritor que parece ser el mismo Arriaga por momentos; y un ascético coreógrafo que colabora con ella en Danzamantes, su escuela de danza moderna. Es una mujer de clase alta, casada, con tres hijos, a la que nada le falta, más que el éxito en su arte, que un día cualquiera decide dar un salto mortal inexplicable.
El monólogo en segunda persona de Cuitláhuac es muy bueno como hasta la mitad del libro, después se vuelve predecible, para terminar con un toque de realismo mágico. ¿Alguien se puede escapar al influjo de Rulfo?
Ceferino, ¿en qué pensabas esa tarde, inmóvil en tu silla de ruedas, cuando mi hermano te dejaba en la terraza a merced de la intemperie, sin importar si llovía, si era de noche o si helaba? ¿Te dolía saberte inútil y humillado, incapaz de moverte, de expresarte, de defenderte? ¿O no cesabas de rumiar sobre tu pasado de miseria y sobre la opresión de tu pueblo?
Lo mejor de la novela es el narrador en tercera persona que hace un manejo magistral del lenguaje callejero, utilizando caló, pochismos y creando palabras y expresiones nuevas que lo hacen super verosímil. Por momentos uno puede imaginarse que está escuchando a uno de esos jóvenes narcos que habla aceleradamente bajo los efectos de alguna droga.
Un día le cayó la policía de negro. La policía federal, los pitufos, los guachos, los gachos, los exprimidores, los ojeis, los cuñados. Tocaron a la puerta a eso de las siete de la mañana.
Es este personaje el que le imprime el ritmo alucinante a la novela, el que nos lleva volando, el que no da respiro, el que hace que el relato cuaje y sea verosímil. Es un personaje que ha experimentado la calle a profundidad, pero que también pude dar lecciones de arte; que es capaz de arrostrar con éxito una pelea callejera y que sabe de relojes finos y caros; que lo mismo conoce las brechas en el desierto coahuilense, que los restaurantes más exclusivos de la ciudad de México; que ha cruzado el río y domina el mundo mexa.
…Además el Máquinas no le permitiría hacerlo, no fuera que su gordipanochona le arrimara la pussypushy a su carnal. “Te traje a zombielandia porque sé que estos batos no les van a silbar ni a los gatos ni a los feos.” Silbar: rajar, soplar, dar la brújula, acusar, pitar. Los gatos: los federales, los cuicos, los tiras, los poliguachos, los polivoces, los copos, los sanchos. Los feos: los narcos, los malos, los malandros, los señores, los amigos, los esos, los innombrables, los jefes, los ratas, los uñas, los mugrosos, la maña…
Otro de los grandes aciertos es la creación de personajes que son inconfundibles y entrañables. El Máquinas, Manita Corta, el Camotito, Carmona y tantos más que surgen de la imaginación del autor para rendir homenaje a la mexicanísima tradición del sobrenombre que hace juego con la fisonomía del personaje, y que a veces terminan por definirlo; ellos contribuyen a hacer más placentera la lectura.
Arriaga ganó el premio Alfaguara de Novela 2020 con este título que seguramente se convertirá tarde que temprano en otro de sus exitosos filmes.
Salvar el Fuego. Guillermo Arriaga
Alfaguara. Marzo 2020.
Compulsiva…. coincido en que tal vez sea éste el jetivo que mejor describe esta obra. Arriaga te scude, te levanta de tu asiento y te lleva a recorrer -al ritmo que le da la gana- los distintos caminos, el pasado, las pasiones, los rencores… todo lo que de un momento a otro, o cocinado despacio, puede cambiar una vida.