Cocaine Bear (2023)

En 1985, Andrew C. Thornton II, un expolicía transformado en narcotraficante lanzó un total de 40 bultos de cocaína desde un avión, debido a que el peso era demasiado para la aeronave. El cargamento terminó dividido en diversas zonas por donde sobrevolaron, siendo una de ellas el Parque Nacional Chattahoochee–Oconee. Fue en ese lugar, donde un oso negro terminó consumiendo una gran cantidad del narcótico, muriendo de una sobredosis y ganando con esto el apodo de Pablo Escobear. Sobre esta historia, la directora Elizabeth Banks y el guionista Jimmy Warden desarrollaron la trama de la película Cocaine Bear, recién estrenada en nuestras salas.

Hay que hacer mención de que lo que vemos en la pantalla es una historia ficticia ya que, tanto la mayoría de los personajes fueron creados para la cinta, como las situaciones que vemos no sucedieron en la vida real, incluyendo las múltiples muertes realizadas o provocadas por el comportamiento del oso bajo los efectos de la cocaína. Partiendo de esto, la trama tiene como protagonistas a dos niños, Dee Dee (Brooklynn Prince) y Henry (Christian Convery) quienes, para su mala suerte, deciden faltar a su escuela y aventurarse en el bosque en busca de unas cascadas secretas, el día mismo en que el oso se encuentra en mayor estado de exaltación, por lo que quedan atrapados en el lugar, mientras una serie de vistosos personajes convergen en la zona, ya sea para rescatarlos o porque buscan los paquetes de droga. El variado grupo lo conforman la madre de la niña, Sari (Keri Russell), quien junto a la guardabosques Liz (Margo Martindale) y el lugareño Peter (Jesse Tyler Ferguson) se dan a la tarea de encontrar a los niños; mientras los traficantes Daveed (O’Shea Jackson Jr.), Eddie (Alden Ehrenreich) y Syd (Rar Liota) tratan de localizar el resto de la droga. A estos dos grupos, por diversos motivos, se unen una pandilla de vándalos locales, un par de paramédicos y algunos turistas, todos con la malaventura de toparse en sus caminos con el oso intoxicado, con mortales consecuencias para varios de ellos.

En el entendido de que dependiendo el tipo de película que se vea es la vara con la que la misma se debe medir, debemos dejar en claro que, a pesar de los nombres relacionados, esta es una comedia negra en la que todo gira alrededor de un oso que ha consumido una cantidad tan grande de cocaína que haría palidecer a los asistentes de las fiestas que se realizan después de la entrega del Oscar, por lo que buscar congruencia documental en las acciones o diálogos de los personajes, así como en el desarrollo mismo de la historia es perder nuestro tiempo, ya que no es lo que se busca en esta ocasión.

Elizabeth Banks es una comediante conocida por su gracia y comicidad ácida, mismo que ha intentado plasmar en su irregular faceta como directora, por lo que en este, su tercer trabajo tras las cámaras de un largometraje, su estilo se deja ver en la manera en que llevó su proyecto. Parte película de supervivencia, comedia negra y horror natural, la película tiene algunos problemas para amalgamar los géneros en los que transita, por lo que por momentos, y si no fuera por los participantes en la misma, nos recuerda a una serie B con presupuesto, aunque logrando situaciones con la suficiente gracia simple y básica, para que un par de risas se provoquen en el público, cumpliendo a medias por lo menos en esa parte.

Posiblemente los principales problemas de la película llegan en los momentos en que intenta ponerse seria, lo que puede llegar a ser una cinta como esta. Tratando de dar un mensaje antidrogas y pro-naturaleza, las absurdas situaciones que se nos presentan lastran por completo el intento de llegar a empatizar o profundizar en este sentido. Sí, se nos muestra como el oso se encuentra desesperado por encontrar más del narcótico que ha comenzado a consumir, mientras del lado de los humanos se nos lanza en diferentes ocasiones el discurso sobre las consecuencias del uso de sustancias, pero antes de que el mensaje llegue a tomar forma, es cercenado por alguna secuencia absurda en la que sólo importa ver a las personas correr para impedir ser masacrados por una maquina asesina sin control. Sabemos que las drogas llegan a destruir, que las adicciones de los padres pueden transmitirse a los hijos, que los humanos estamos invadiendo y destruyendo espacios naturales; la directora lo sabe, el guionista lo sabe y nosotros como publico lo sabemos, pero la metáfora se desdibuja ante el rugido de una bestia que igual asesina sin piedad, para luego realizar algún acto de rutina cómica básica que distrae y nos hace recordar el tipo de cine que estamos presenciando. 

Como ya dije, este tipo de cuestiones no importarían si la cinta funcionara mejor, si fuera efectiva, pero no termina por cumplir en ninguno de géneros que abarca, más sin por eso resultar desastrosa, siendo los actores que aparecen en ella los que, a mi punto de vista, son los mas afectados de este desarrollo y ritmo irregular con la que fue montada. Con esto no estoy diciendo que ellos no cumplan su labor de buena manera, ya que el trabajo de un actor se mide dependiendo el material que le den y si sus actuaciones llegan a donde deben llegar, pero en este sentido el limite es tan bajo y el material tan escaso, que salvo algunas secuencias de humor físico, no hay mucho que puedan hacer para resaltar o elevar el nivel de la producción. Ejemplos de esto son las participaciones de Keri Russell, a quien le ha costado encontrar buenos proyectos en cine después de haber participado en la maravillosa serie The Americans, sobrada en esta producción que está muy por debajo de su talento; la actriz de carácter, tal cual se parodiaba en la serie BoJack Horseman, Margo Martindale, es otra que, aunque parece haberse divertido en el rodaje, resulta un poco penoso verla en una producción como esta, sabiendo los alcances de su talento; pero si hay un  caso a mencionar, es el hecho de saber que esta fue la última cinta en la que trabajó el ahora fallecido Ray Liota, que si bien había visto pasar ya sus mejores épocas, merecía un proyecto de mayor calidad como última aparición en pantalla.

Posiblemente el mejor trabajo tras las cámaras de Banks, aunque tampoco es que tengamos grandes obras para para comparar, Cocaine Bear es una de esas películas que ni ellas mismas se toman en serio, por lo que nosotros tampoco debemos hacerlo. Funcional a medias, resulta en un divertimento genérico que roza lo absurdo, cosa que no importa porque al parecer así fue planeada. No tan graciosa para volverse una de las comedías del año, ni tan sangrienta o memorable en los aspectos técnicos (aunque el CGI tiene sus momentos buenos) como para destacar, pero que ha funcionado mejor de lo que se esperaba en la taquilla. Entretenimiento simple, incoherente y exagerado por momentos, sin pretensiones, que puede funcionar si sabemos lo que vamos a ver y no esperamos nada más.