Women Talking (2022)

La última de las nominadas al Oscar de este año, Women Talking, ha llegado por fin a las pantallas de nuestro país. El quinto trabajo como directora de la también actriz Sarah Polley, estrenado en el Festival de Cine de Telluride en septiembre pasado, basado en la novela del mismo nombre de Miriam Toews, ha tenido un recorrido lleno de aplausos, pero no ajeno a las controversias. 

Como la mayoría de las historias de la escritora, debido al hecho de haber pertenecido a dicha comunidad durante su niñes, la trama de esta película (adaptada por la misma Polley para su versión cinematográfica), tiene como eje central una colonia menonita, con sus usos, costumbres y problemáticas, así como el papel de la mujer en la sociedad, ya sea en esa tan cerrada al resto del mundo o en su generalidad. 

Partiendo de la leyenda que lo que estamos por contemplar es “un acto de imaginación femenina”, la historia se centra en una de esas comunidades, sin nombre, donde las mujeres han descubierto que llevan años siendo drogadas y abusadas por las noches por algunos de los hombres de su congregación. La narradora de la historia nos cuenta como todas despertaban con moretones, sangrando y algunas con el tiempo se descubrían embarazadas, sólo para que los ancianos del lugar les indicaran que habían sido fantasmas o satanás los causantes de dichos actos; incluso culpándolas de mentir para llamar la atención, provocadas por actos de “salvaje imaginación femenina”. Cuando uno de estos hombres es descubierto y termina rebelando la identidad de los otros que cometen las violaciones, en un impulso de rabia, una de las mujeres lo ataca, por lo que los hombres deciden llevarlos a la policía, más por protección que para purgar sus delitos, dándoles un ultimátum a las mujeres en el que tienen que decidir entre perdonar a los hombres culpables, dándoles dos días antes de pagar la fianza de los violadores, o de lo contrario serán expulsadas de la colonia. 

Es por este motivo que, habiendo quedado solas, las mujeres realizan una votación con tres opciones: no hacer nada, quedarse y luchar, o irse. Con las dos últimas opciones resultando en empate, tres familias, conformando un grupo de 11 mujeres, son seleccionadas para discutir los pros y contras de cada una, esperando llegar a una decisión antes del regreso de los hombres, todo siendo registrado por el único que ha permanecido con ellas, August, el maestro de la escuela local, quien ha regresado hace poco a la colonia, después de que su familia fuera excomulgada y expulsada años atrás por pensar de manera distinta. Debido a roces entre las partes, una de las familias decide no participar, dejando todo en manos de las 8 mujeres que restan, todas con puntos de vista y personalidades contrastantes, lo que da pie a una conversación (de ahí el nombre de la cinta) sobre los derechos, oportunidades, seguridad y opciones que tienen ante los dos caminos a tomar, así como los posibles resultados de cada uno, sin traicionar sus creencias, pero anteponiendo por primera vez su vida y necesidades sobre las de los hombres que las han mantenido subyugadas por generaciones. 

Women Talking es una película que ha encantado a la crítica, pero ha dividido en las opiniones del público. Mientras unos la catalogan entre lo destacable del año y el mejor trabajo de Polley a la fecha, hay otros que la tachan de aburrida, repetitiva, mal dirigida e incluso que proyecta un feminismo mal realizado o “para dummies”, como leí en el tweet de una reseñadora de películas. En este sentido casi todas las criticas han procedido de mujeres, que acusan a la directora de no haber realizado un buen trabajo, caso parecido al de The Whale, donde la mayoría de los comentarios en contra llegaron de personas con cuerpos grandes que se sentían agredidos. Situación que tendría que analizarse, pero no es mi trabajo hacerlo.

Dejando las proyecciones personales de lado, porque al final eso es lo que sucede cuando un producto te impacta en el sentido emocional, lo cual siempre es bueno, sin importar para qué lado se incline la balanza, la cinta resulta desafiante y necesaria, sobre todo en esta época donde ciertas situaciones no deberían seguir ocurriendo, tomando mayor importancia en este mes precisamente. Aunque el uso de flashbacks, demasiado explicativos para algunos, le ha sido achacado como uno de sus defectos, los mismos logran mostrarnos el dolor, sufrimiento y frustración de esas mujeres que se han despertado descubriéndose ultrajadas, con el rojo de su sangre como uno de los pocos colores que sobresale en la paleta grisácea y azulada utilizada en la íntima fotografía realizada por Luc Montpellier. Cada cierto tiempo, la intensa conversación que se lleva en la mayor parte del metraje salta al pasado para mostrarnos lo vivido por cada una, tan sólo por instantes, pero tan poderosos visualmente que incomodan, suponiendo que se tenga un ápice de empatía.

Los que la han criticado de aburrida, por lo general han sido personas que tienden a un cine más rápido y vertiginoso, pero si decides ver una película cuyo título es “mujeres hablando” (que bien podría ser hombres, tratando algún otro tema) y esperas la adrenalina de la saga Fast & Furious, el problema no es la película, es el espectador. De la misma forma, los que la atacan por sentirla repetitiva, deberían intentar reunir en un lugar a un grupo de ese tamaño, darles un tema y esperar a que todos se pongan de acuerdo y sus opiniones congenien; esto, más que lastrar la calidad, se vuelve un recurso vital para mostrarnos los miedos de un género que no sabe que le espera si toma una decisión o, por el contrario, las consecuencias de la otra, que pueden llevarlas a actos de violencia extrema. 

En mi caso siempre he preferido las cintas que basan su poder en su guión y las actuaciones, como MASS y The Humans el año pasado o la ahora clásica Who’s Afraid of Virginia Woolf?, donde sólo vemos a un grupo de actores dialogar o discutir, mientras expían sus monstruos y sacan a relucir sus problemas ante la cámara, sin que eso me haga demeritar las superproducciones. Este tipo de cine es con el más conecto, el que no tiene necesidad de artificios que distraigan o decoren carencias argumentales. Aun en este sentido, dejando en claro mis gustos personales, hay algunas situaciones que pudieron haberse mejorado en esta realización. Polley escribió un guión bastante solido que posiblemente se consagre con el Oscar en la categoría de Adaptaciones, pero su trabajo en la dirección puede resultar demasiado minimalista para algunos sectores (yo incluido), ya que llega a percibirse como una obra de teatro grabada, con el único trabajo cinematográfico en la forma de los mencionados flashbacks o alguno que otro plano panorámico de la comunidad. Salvo un receso tomado por las mujeres cuando llega la noche, todo sucede en el mismo escenario, con ambientación mínima (aunque precisa), así como contar con una recreación exacta de una comunidad menonita. El vestuario y los alrededores del granero en que se da la reunión son tan perfectos que parecen sacados de la vida real, aunque con el mismo concepto austero que la directora utilizó como marca.

Un punto aparte para remarcar, aunque posiblemente esto venga desde las páginas de la novela, es que resulta un poco inverosímil el léxico utilizado y la manera en la que hablan estas mujeres. Parte del peso de esta obra recaen en las limitaciones y privaciones a las que son sujetas a comparación de los hombres, por lo que se nos explica que todas son casi analfabetas, cosa que llega a contrastar con el uso del lenguaje que se maneja, así como el desenvolvimiento del grupo al momento de hablar de ciertos temas. Si bien no todo se aprende en la escuela y la vida se encarga de que asimilemos en algunos sentidos, bajar un poco el nivel de la escritura hubiera ayudado a que la cinta funcionara como un testamento más realista; la creadora del texto, Miriam Toews, debe saber el día a día de esas comunidades al haber pertenecido a una, por lo que no podemos tomarlo como un error del todo y esto al final no afecta el mensaje principal de la trama, que se mantiene intacto. 

Habiendo dicho que el guión es uno de los sustentos que validan la producción, el otro es entonces el maravilloso reparto que se puso a las órdenes de Polley, conformado por las actrices (no estrellas) Rooney Mara, Claire Foy, Jessie Buckley, Judith Ivey, Sheila McCarthy, Frances McDormand, Michelle McLeod, Kate Hallett, Liv McNeil, Emily Mitchell, Kira Guloien, Shayla Brown, August Winter y el actor Ben Whishaw. Algunas más famosas que el resto, otras con escenas de mayor lucimiento, pero llevando a otro nivel el concepto de reparto coral, de ensamble. Aquí, salvo los pequeños monólogos que algunas realizan, todas están al servicio de una película y un guión que las hace estar al mismo nivel, punto que considero algo inteligente de parte de la directora; aunque tal vez, por dicho motivo, es que ninguna logró una verdadera notoriedad en la temporada de premios, siendo ignoradas por separado, pero consiguiendo la mayoría de los premios donde se cuenta con la categoría de ensamble.

Women Talking es una película que, aunque sencilla en su realización, posee un poderoso mensaje que hace reflexionar sobre la desigualdad de géneros, la violencia contra la mujer, el poder de la fe, así como las imposiciones religiosas. Muy bien escrita, perfectamente actuada y con una de las partituras más bellas del año (Hildur Guðnadóttir injustamente ignorada en los Oscar de este año), creada por un equipo casi en su totalidad femenino. La apreciación de esta dependerá del gusto personal, pero sería casi imposible que alguien quede inmune ante la conversación que se da en ella. Los que tengan oportunidad de verla y no les moleste pasar más de una hora viendo a mujeres hablando, háganlo, ya que será de esas cintas que no duran mucho en nuestras carteleras.