Huesera (2022)
Esta es la reseña número 83 que escribo para esta columna, lo cual no significaría mucho, de no ser por el hecho de que esta es la primera película mexicana de la que hablo. Sin motivos malinchistas, hasta el momento no se había dado la oportunidad de hacerlo, ya que siempre escribo sobre el estreno más grande de cada fin de semana o de los que estén a programación cercana para la cartelera, por lo que nuestras producciones salen perdiendo a comparación. Tema aparte, sincerándome, nunca he podido conectar con las comedias genéricas que se producen en nuestro país, las cuales sí llegan a nuestras pantallas con frecuencia, por lo que es muy raro que las vea, aunque he intentado un par de veces hacerlo, sin lograr que ninguna me llegue a satisfacer del todo.
Dicho lo anterior, me agrada el hecho de que la primera película nacional que reseñe sea precisamente esta, Huesera, cinta de terror psicológico y el debut como directora de Michelle Garza Cervera, mismo que no le pide nada a las producciones de la casa A24. ¿Por qué digo lo anterior? Hablemos de su trama.
La historia se centra en un matrimonio conformado por Valeria (Natalia Solián) y Raúl (Alfonso Dosal), quienes tienen tiempo intentando concebir a su primer bebé. Según se nos muestra desde las primeras escenas, la pareja ha intentado diversos métodos, que van desde tratamientos médicos, hasta cuestiones de carácter religioso como subir una larga escalera de rodillas, para pedir a la virgen que les cumpla el milagro. Al parecer alguno de los métodos les resulta efectivo, porque por fin logran su cometido y Valeria queda embarazada, situación que llena de alegría a la pareja, iniciando los preparativos para esperar a su tan ansiado hijo o hija. Como esta es una historia de horror, no tarda mucho en que se nos muestre que no todo es felicidad, ya que la protagonista lleva una relación tensa con su horrible familia que no la cree capaz de cumplir su papel de madre, a la par de parecer no encontrarse feliz con su vida pero, sobre todo, porque comienza a ser acosada por una presencia sobrenatural que la tortura, por lo que se verá en la necesidad de acudir por ayuda a un mundo donde la brujería y la magia negra parecen ser sus únicas opciones.
Ok, si nos quedamos con esta descripción, la historia podría ser sacada de cualquier película serie B de las que transmiten el en canal Pánico!, pero no es así, debido a que la directora y también guionista se esmera en que el terror no se de en el sentido común del género. Aquí no hay sustos fáciles, no existen los llamados jump scare (aunque cuenta con un par) de manual que facilitan asustar al espectador con recursos simples, para volver efectivo un producto que no tiene mayor finalidad que la de entretener. No, como lo dije al principio, esta podría ser sin problema una producción de la casa A24, refiriéndome a que, como en estás, lo que menos importa es la primera capa del guión, ya que son los mensajes bajo el suspenso lo que hace que la película se eleve algunos escalones.
Garza Cervera, apoyada por el magnifico trabajo de su protagonista, nos muestra otro tipo de horror, uno que todos vivimos, que es el día a día de la vida adulta, sobre todo si eres mujer y vives en México. Si existe una presencia, un fantasma, demonio o ser sobrenatural, termina pasando a un segundo plano cuando nos percatamos que el personaje central cuenta con los propios que la atormentan y persiguen, por lo que la trama puede llegar a recordar por ciertas cuestiones a, por ejemplo, The Babadook (2014), la cual, y posiblemente por ese motivo, también esta dirigida por una mujer.
Valeria es una mujer que ha vivido en un mundo del que nunca se ha sentido parte, empezando por una familia que le recrimina tener aspiraciones en la vida, criticada por su mediocre hermana, la que es favorecida en el trato por su propia madre, a pesar de que esta sigue viviendo en la casa paterna como un parasito, junto con su familia completa. Luego viene el caso de la sexualidad del personaje, el cual, sin profundizar del todo, es por lo menos bisexual, por lo que recuerda un amor pasado con Octavia (Mayra Batalla), a quien reencuentra precisamente después de recibir la noticia de su embarazo, lo que la hace dudar sobre las decisiones que ha tomado a lo largo de su vida. La relación con su marido es otra, ya que si bien se nos muestra como estable y amorosa, apenas se sabe sobre el embarazo, este deja de mantener relaciones sexuales con ella, cosificándola como una simple incubadora de bebés, sin pensar en las necesidades que su esposa pueda tener, así como recriminándole su actuar cuando Valeria comienza a quebrarse debido a la presencia que la persigue; esto último entendible si nos basamos en la lógica, pero en ningún momento parece que él quiera ayudarla de verdad, sin ver más allá de que su esposa puede poner en riesgo al hijo que esperan.
Aunque nunca nos indican explícitamente el oficio de Valeria, la vemos trabajando en carpintería, diseñando y creando los muebles para el hijo que espera, situación que le critica su suegra y actividad que debe dejar de lado una vez que parece que su embarazo corre peligro. Entonces, los espectadores somos testigos de como la mujer es reducida simplemente al papel de madre y esposa, lo cual no tiene nada de malo, pero para un personaje independiente y acostumbrada a trabajar, puede volverse el peor de los infiernos.
Este averno agranda sus llamas cuando cuestiones como no emocionarse al contemplar el ultrasonido que le realizan, a diferencia de su esposo que brilla de alegría al definir la forma de su hijo nonato; y estas llega a niveles inmensos de culpa una vez que se da el nacimiento y Valeria muestra en claro rechazo al bebé, así como sufrir depresión y cansancio extremo post parto, con situaciones que parecen poner en peligro a su hijo, ya sea realizadas por su estado emocional o por la aparente posesión del ser sobrenatural, lo cual la directora nos hace ver que se trata de lo mismo, ya que, hasta cierto punto, el papel al que se rebaja la mujer en esta obra es comparado con una maldición, una con la que tiene que cargar sola y que nadie parece entender, salvo tal vez, su tía Isabel (Mercedes Hernández), única que parece entenderla y apoyarla, mientras le muestra el mundo de la brujería que puede ayudarla.
Si dejamos estos aspectos de lado y nos centramos en los sobrenaturales de la trama, se nos brindan algunos momentos bastante logrados, que se apoyan en un apartado sonoro eficaz y una música acorde que logran la tensión que se necesita para que sintamos que algo maligno rodea a la protagonista, aunque nunca estemos seguros si son proyecciones de su mente o suceden en la vida real. Todo lo referente a las costumbres mexicanas sobre creencias sobrenaturales son un aspecto sobresaliente para nacionalizar una cinta que sin eso podría pasar como algo más genérico, ya que las brujas o santeras, los mercados, los pasillos y lugares semi clandestinos, así como los moradores de dichos espacios son retratados de manera fidedigna, reconocibles para todos los que hemos, en algún momento, llegado a encontrarnos en ellos, con una caracterización de estos seres que, si bien con la exageración que el medio amerita, resultan tan reales y cotidianos como el resto de los personajes escritos de forma más que funcional para la historia. Sumando a esto, el aspecto visual general de la cinta, incluyendo una escena final de tintes oníricos, está muy bien cuidado, por lo que la película logra salir airosa en este sentido, el cual tiende a hundir a la mayoría de las producciones de genero terror/fantástico que se producen en nuestro país, debido a las limitaciones de presupuesto, más nunca de talento.
Huesera puede que no vaya a agradar al público que le gusta el susto fácil y las historias unidimensionales, pero es una de las mejores películas mexicanas que he visto en años recientes y por mucho uno de los más logrados debuts para un director o directora en nuestro cine actual. Una historia de género que avanza de manera pausada, aunque nunca aburrida, y que mantiene siempre un nivel alto, gracias a las actuaciones de su reparto y una escritura realista que nos muestra el inmenso peso de la maternidad, así como la problemática que conlleva ser parte del colectivo femenino en un país tan costumbrista como el nuestro, donde se siguen imponiendo roles y obligaciones sobre las mujeres a pesar de sus deseos. Eficaz e inteligente, se agradece el hecho de que realizadores como Michelle Garza Cervera, Issa López o Isaac Ezban estén explorando un cine que se aleja del drama social o la comedia simple que parece ser lo único que se produce aquí.