A la hora del Café

El tiempo que me abruma

Las últimas semanas, los dos últimos meses, quizás el último año de mi vida o desde que llegué a los 40, el paso del tiempo es algo que me abruma, en ocasiones me llena de nostalgia o me sorprende con extraños recuerdos. Me da miedo, risa, me alerta sobre hacia dónde debo dirigir mis esfuerzos… ¿Toda la vida debo seguir preocupándome por conseguir un mejor empleo? ¿Cuándo empezaré a disfrutar de verdad lo que hago o lo que me gustaría hacer?

Tal vez porque parte de mi generación no se deja vencer al atravesar más décadas de edad, porque hay bastantes mujeres que trabajan, se levantan a la misma hora, conducen grandes distancias, hacen ejercicio y hasta beben cerveza como si tuvieran 20 años, mi actividad y la de muchas de ellas nos lleva a estar rodeadas en un mismo ámbito de mujeres más jóvenes.

En el aula donde doy clases en la universidad, en el gimnasio o en el trabajo siempre hay una o varias mujeres no sólo de años sino de décadas menores con las que debo convivir, trabajar, enseñar y aprender de ellas. Con el paso de los días, disfruto ver a las jóvenes de 19 o 20 años, llegando al límite de tiempo a la primera clase de la universidad, pensando que su rendimiento no obstante que estén desveladas, va a ser mejor que el mío.

Disfruto convivir en el trabajo con las de una década menor, que se acaban de casar, que están apenas, descubriendo que la cocina es divertida mientras los dos se involucran en ella, pero que después se convierte en un volcán de trastes por lavar, mientras los hijos te llaman y no de dejan de nombrarte para lo urgente o para lo más insulso.

Me gustaría saber qué planean ellas de su vida, las de 18, las de 20 o las de 35. Me gustaría saber si aprovechan el tiempo, su libertad, el no cargar con el peso de: vas a engordar cada vez que comas eso, o si no tomas ese empleo, aunque es extenuante y con poca paga, no vas a forjar nunca una carrera. Si no te embarazas ya, lo vas a lamentar.

Me gustaría decirles que, no obstante, el tiempo corre rápido. Y que si planean el viaje de su vida no lo aplacen más. Y si quieren empezar de nuevo, con otros estudios, otra carrera, otra pareja, otro trabajo, no se detengan por cumplir con una convención social.

Otra razón por la que el tiempo me golpea en la cara es el crecimiento de mi hijo, que ha llegado a la adolescencia. Porque sus gustos musicales, algunas de sus películas favoritas, empiezan a asomarse a los míos. Ese impresionante cruce de rasgos culturales entre padres e hijos, que existe quizás sólo por unos años, es un puente que uno desearía no tuviera final.

La verdad de todo, es que este año en que llego a mis 45, probablemente si bien me va a la mitad de una vida, me doy cuenta que no tengo tiempo que perder para aprender a disfrutar un lunes o un miércoles, no importa que el estrés siga presente y grabado en las ojeras. No importa que tenga que salir de casa a las 6:40 am y que el tiempo no me rinda nunca cada día. Porque tal vez el tiempo es ese instante que, aún con el tránsito al trabajo, las vueltas por los hijos, la limpieza de la cocina, te abre los ojos para ver un poco más de cerca tu vida.

Twitter @Lavargasadri