Babylon (2022)

Hollywood, fábrica de sueños, creador de ídolos, ciudad de oportunidades, tierra salvaje, devorador de ilusiones, destructor de vidas. Esto todos lo sabemos, conocemos las historias, hombres y mujeres que llegaron a dicha ciudad, sin nada más que una maleta llena de esperanzas, buscando realizar sus sueños, para volverse las celebridades que ahora son; algunos rozaron por un instante ese olimpo, pero terminaron quemándose con su resplandor que los calcinó; mientras otros, la gran mayoría, ni siquiera logran acercarse, antes de ser consumidos o correr huyendo de vuelta al lugar de donde habían emigrado.

Así como nosotros, el director Damien Chazelle lo sabe, en su caso de primera mano, ya que vive en medio de ese mundo, por lo que ha decidido mostrárnoslo en su quinto largometraje, Babylon, narrando la vida de tres personajes en medio de la vorágine de glamour, fama, excesos y deterioro que fueron los años 20s, la época incipiente del cine, previa a la llegada del sonido. Las primeras estrellas, los primeros escándalos, el desborde sin control en todo sentido que rodeaba y llenaba las vidas de los que vivían en y daban vida a la meca del cine. 

Erróneamente catalogada como una carta de amor del director al cine, Babylon es mucho más que eso. Y no que en parte no se tenga razón, pero en todo caso, eso sería La La Land (2016), cinta previa de Chazelle en la que plasma una visión bella y romántica sobre el mundo del cine y la ciudad de los sueños. Aquí se trata de amor/odio, esta no es una historia dulce, aquí se nos muestra una relación toxica y narcisista, un trio conformado por una industria, la ciudad en la que se encuentra y los seres que deambulan por sus calles. Una de esas relaciones que infecta y embelesa en todo sentido, destruye y hace daño, mata o te deja en terapia por años, en caso de salir con vida. Inolvidable, si, como tienden a ser esas relaciones, pero de una manera que deja cicatrices de por vida.  

Víctimas del encanto de esta ciudad, se nos presenta la triada de personajes ficticios que convergen una noche, en medio de una de las fiestas desenfrenadas que está brindando uno de los ejecutivos de los estudios Kinoscope. El primero es Manny Torres (Diego Calva), un joven inmigrante mexicano, con el sueño de trabajar en un foro cinematográfico, porque busca realizar cosas más grandes, quien es contratado como parte del personal para la fiesta, realizando labores que van desde ayudar con el servicio de bebidas, hasta transportar un elefante para que las excentricidades del anfitrión sean cumplidas; en segundo lugar está Nellie LaRoy (Margot Robbie), salvaje e incontrolable mujer, auto proclamada estrella, a pesar de no haber realizado ningún trabajo previo en la industria, que busca colarse en la fiesta con el fin de conocer a las celebridades y contactos que la ayudarían a realizar sus metas, situación que logra gracias al primero que la ayuda a ingresar; por último, Jack Conrad (Brad Pitt), máxima y legendaria estrella del cine mudo, que llega al lugar en medio de adulaciones y atenciones por parte de todos los asistentes, después de haber discutido y ser abandonado en el lugar por su molesta esposa del momento, que parece estar harta de su relación. Junto a ellos, se nos presentan una serie de personajes que conforman la fauna hollywoodense como lo son la periodista de rumores y espectáculos Elinor St. John (Jean Smart), la sensual y exótica actriz oriental Lady Fay Zhu (Li Jun Li), el trompetista afroamericano que se volvería estrella cinematográfica, Sidney Palmer (Jovan Adepo) y una larga lista de seres que levitan alrededor de los protagonistas. Sin saberlo, esa noche, en esa fiesta llena de drogas, sexo y excesos, la vida de los tres comenzará a cambiar, pero no de la forma que ellos hubieran querido. 

Este es un Damien Chazelle como nunca lo habíamos visto y se asegura de que estemos al tanto desde la primera secuencia. ¿Por qué digo esto? Los que hayan podido ver los adelantos de la película, alguna imagen o leído sobre ella, deben saber que la mayoría de toda esta información proviene de un excesivamente largo prólogo de más de media hora, pero excesivamente necesario para mostrarnos lo excesivamente alocadas que eran las vidas de los personajes, tanto los escritos para la cinta, como los pocos que pertenecieron al mundo real. Así pues, transcurridos apenas algunos minutos, pasamos de ver a un hombre cubierto en excremento de elefante para, una vez dentro de la mansión donde se realiza la fiesta, mostrarnos a uno de los invitados ser bañado en orina por una aspirante a actriz, encontrarnos con varios hombres y mujeres desnudos por completo, algunos realizando actos sexuales, mientras el resto los observa, ingieren alcohol sin control y consumen toda clase de drogas como si fueran dulces. Esto, adornado con deslumbrantes vestuarios (para los que utilizan ropa), un grupo de jazz que toca para el deleite de los asistentes y una Margot Robbie realizando una secuencia de baile espectacular. Todo esto, sin el menor reparo o filtro, aunque sin llegar al exceso que otros directores podrían plasmar, pero tomándonos por sorpresa a los que estamos acostumbrados a la filmografía del director, que nos entrega en esta primera parte de su película una de las secuencias más memorables y logradas visualmente hablando del cine producido en el 2022. Excesiva, sí, pero maravillosa, y esto es sólo el inicio de Babylon. 

Tristemente, tanto para los protagonistas, como para nosotros, una vez terminado ese bacanal, es momento de volver al mundo real, a la vida cotidiana y ver las cosas como son en realidad. Para ellos, inician los cambios en sus vidas, para algunos consiguiendo los trabajos que tanto habían anhelado, como Manny que logra, gracias a la ayuda que le brindó a Jack Conrad al llevarlo a su casa después de la fiesta, un trabajo como su asistente en los foros, mientras este tiene que empezar a ver opciones para migrar al cine sonoro, al mismo tiempo que, gracias a la sobredosis sufrida por una actriz, Nellie es contratada para sustituirla en último momento; para nosotros que contemplamos todo esto, inicia el deterioro de un guión que inicia con un estallido impresionante, pero que poco a poco comienza a perder coherencia y cohesión narrativa.

Con esto no quiero decir que Babylon sea una mala película, porque no lo es, no es redonda, pero todo en ella es espectacular, con el inconveniente de que su guión resulta su peor lastre. Con una historia que logra mantenerse los primeros dos actos de la película, es una vez que llega el tercero que todo comienza a tambalear, como si se hubiera contagiado del síndrome de Ryan Murphy. Hay ocasiones en donde menos es más y en una producción de este tamaño no era necesario sobrecargar las linear argumentales como el director y guionista lo hizo. Se entiende lo que intentó, mostrarnos el Hollywood de una época, desde las nubes, hasta las alcantarillas, lo cual logra, pero pudo haber utilizado otro tipo de recursos mucho más efectivos que los seleccionados, y no lo estoy diciendo a gusto personal, sino desde un punto de vista objetivo. Es posible que haya intentado recurrir a la originalidad, ya que la historia en general carece un poco de ella, ya que no es la primera vez que hemos visto tramas como esta, donde los personajes sucumben ante el brillo cegador de la fama y el dinero, incluso utilizando al amor como fuerza destructora, pero cuando llega este último acto y las historias comienzan a cerrarse, por momentos parece que nos encontramos ante otra película, muy diferente a la que era al inicio. Los personajes están ahí, sus historias se han torcido lo necesario, pero las resoluciones de sus conflictos se sienten demasiado forzadas, cosa que no debería pasar, sobre todo en una producción con 3hrs de duración, lo que debería haberles facilitado el profundizar en situaciones y mentalidades de una manera más orgánica. Aunque dejando esto de lado y tratando este tercer acto como un producto aparte (cosa que no es, pero lo digo para no restarle valor), las escenas, tono y actuaciones no pierden un ápice de la majestuosidad del resto. Puede que no embonen, pero en ningún momento el director permitió que ese ritmo frenético que definió su cinta decaiga, incluso logrando los momentos de tensión más intensos de todo el metraje. 

Dejando en claro que la forma en que fue escrito el guión no es su fuerte, lo dejo de lado, porque los que nos acercamos a una sala para verla buscábamos algo espectacular y se nos brindó. Babylon no tiene desperdicio alguno en el aspecto visual, de hecho, tiene imágenes y detalles tan potentes que se te quedan grabados, incluso días después de haberla visto. El diseño de producción de Florencia Martin, así como la decoración de los sets creada por Anthony Carlino nos transportan a las mansiones, estudios y calles de un Hollywood donde todavía se respiraba glamour y estilo en cada rincón; el vestuario ,aunque por momentos anacrónico, sobre todo en el de Margot Robbie, diseñado por Mary Zophres, es tan fastuoso  como la producción lo ameritaba, resaltando la personalidad de cada personaje de una manera tan perfecta que se vuelven extensiones de ellos. Ambos rubros han logrado 2 de las 3 únicas nominaciones al Oscar que consiguió la película y son extremadamente meritorias, junto con la tercera que es por mucho uno de los aspectos mas destacables de toda la cinta, la cual es su música, escrita por Justin Hurwitz, por la que es muy probable que lo veamos recibiendo un tercer premio que podrá poner al lado de los dos que ganó por La La Land. Mención aparte merece el fotógrafo Linus Sandgren, pese a haber sido casi ignorado por completo en la temporada, ya que su lente nos muestra imágenes digan del cine clásico, así como otras crudas y descarnadas que se adentran en las vidas y mentalidades de los personajes, mismas sin las que la cinta no sería lo que es. En definitiva un trabajo técnico cuidado al detalle, que sobrepasa la calidad argumental y logra elevar el producto final, haciendo que el mismo valga la pena.

En medio de todo esto, tanto en pro de la historia, como parte de la misma decoración, se encuentra un físicamente hermoso reparto sobrado de talento que sobrepasa los papeles que se les brindaron. Brad Pitt que ha demostrado de un tiempo para acá que no es simplemente una estrella, despliega todo el encanto y carisma, precisamente de una celebridad, para mostrarnos un personaje muy cercano al George Valentin de The Artist (2011), luchando contra todo para no perder lo que ha logrado, una vez que la transición al cine sonoro parece escapársele de las manos; Diego Calva muestra todo el potencial de estrella con un despliegue de emociones que juegan en su contra en ese mundo de tiburones en el que se ha sumergido, permitiendo que el amor que siente por una mujer lo lleve a realizar actos no convenientes para él y sus sueños; pero entre todos es Margot Robbie la que resalta, la que devora la pantalla y nos enamora cada que aparece, a pesar de lo difícil de su personaje y lo casi imposible que es empatizar con un ser autodestructivo, causante de su propia ruina, todo interpretado con una bestialidad y fuerza que merece aplausos y alabanzas de pie, porque su trabajo es impecable y memorable. 

Con menos tiempo y peso en pantalla, Tobey Maguire nos brinda una actuación escalofriante y repulsiva en el ultimo acto, tal vez sobrada, pero imposible de olvidar o pasar por alto; Li Jun Li, con todo el porte y la dignidad de una mujer que se ve enfrentada al racismo y rechazo social en una época que comienza a cambiar y ya no acepta ciertas situaciones, capaz de adaptarse y sobrevivir mejor que los demás; Jovan Adepo como el artista que prefiere mantener su dignidad y se aleja en el momento justo, antes de ser arrollado por la maquinaria que destruye a los demás; y por último, porque se debe hablar de ella por separado, Jean Smart, quien es la encargada de darnos el momento mejor logrado en lo que a parlamentos se refiere, oportunista mujer capaz de todo por mantenerse, aprendiendo las reglas del juego mucho mejor que los otros.

En medio de una producción que parece mezcla del cine de Baz Luhrmann y Quentin Tarantino (la secuencia de introducción recuerda mucho a Moulin Rouge, y la cinta en general, tal vez por contar con Robbie y tener algunas escenas parecidas, por momentos pareciera que se acerca a Once Upon a Time in Hollywood), es de mencionar que la, a mi gusto, mejor escena sea una que se contrapone al ritmo manejado, motivo por el que digo que se debe hablar aparte de Jean Smart. Un monologo, su monologo, es el que define por completo lo que el director nos quiso decir y, a diferencia de las situaciones un poco rebuscadas por las que optó, en este caso resulta en una secuencia brillante que cala, pero que engloba una verdad absoluta: las estrellas son seres aparte, personalidades que, sin importar su final, serán recordados por la eternidad, a diferencia de los simples mortales como los demás. Tu tiempo se acabó, no hay una razón, sólo sucedió, pero lo has logrado, todos hablaran de ti años después de que hayas muerto, recita a otro personaje en ese momento y sabemos que es verdad.

Eso es Babylon, la historia de esas personas que han sido tocados por los dioses, que se han inmortalizado y que sin importar el final que hayan tenido, pasaran a la historia. Posiblemente las expectativas hayan jugado en su contra, las intenciones no hayan bastado para que esta cinta llegara al nivel que se esperaba, pero para todos los que amamos el cine es una película que se debe ver. Vayan, disfrútenla y déjense intoxicar por ese amor enfermizo.