Armageddon Time 2022
De algunos años a la fecha, aunque es una práctica común a lo largo del tiempo, durante la temporada de premios (porque sí, esta ha iniciado en forma), se estrena alguna película protagonizada por un niño o adolescente, que sirve para que algún director expíe recuerdos de su pasado, a manera de relato biográfico, en lo que para ellos es su manera de narrarnos episodios de sus vidas que los marcaron y transformaron en lo que son ahora, aprovechando para hablarnos sobre el contexto histórico en que las mismas se sitúan; Belfast (2021) y Minari (2020) son ejemplos recientes de esto. Este año contaremos con dos producciones de este estilo: The Fabelmans dirigida por Steven Spielberg, y la cinta de la que escribo en esta ocasión, Armageddon Time de James Gray.
Debido a la edad del director (53 años), el periodo que en esta ocasión se retrata es el de los 80 que inician, el comienzo de la era de Ronald Reagan para ser exactos. En medio de los cambios sociopolíticos que se dieron en esta década, se encuentra una familia judía de clase media, los Graff, conformada por Irving (Jeremy Strong) y Esther (Anne Hathaway), así como por sus dos hijos, Ted (Ryan Sell) y Paul (Banks Repeta), este último, el menor y quien representa la versión en la ficción del director.
A través de este niño que está por terminar la escuela elemental, se nos presenta una historia que mezcla el drama familiar con el social, debido a su relación con dos personajes con los que desarrolla lazos afectivos que lo harán abrir los ojos ante ciertas situaciones. Primero está su abuelo Aaron (Anthony Hopkins), único miembro de su familia con el que Paul parece sentirse cómodo, representando a la antigua generación, esa que llegó a América en busca del sueño que parece comenzar a desaparecer y que, a pesar del pensamiento moderno de su yerno, trata de que su nieto no olvide de dónde vienen y la importancia de abrazar su pasado, antes de tomar camino rumbo al futuro. Luego esta Johnny (Jaylin Webb), un niño que ha repetido año y que es el único afroamericano de su grupo, rechazado tanto por los demás alumnos, como por los maestros que juzgan su comportamiento sin siquiera investigar las causas de este; el personaje le mostrará a Paul los privilegios de los que goza sin notarlos, las diferencias de clases y el racismo que, a pesar de seguir latente, era mucho más notorio hace 40 años.
Con esas dos tramas de fondo, James Gray nos proyecta una serie de narrativas tales como el racismo, la imperante necesidad de la clase media por medrar, los roles sociales preestablecidos dentro de la familia, la transformación de un país que se adentra en el consumismo desmedido, la pérdida o negación de las tradiciones con tal de encajar en una sociedad que valora más lo que tienes sobre lo que eres. Todo, en el viaje personal de un niño que pierde su inocencia, tal cual nos pasó a todos, al descubrir que, como le dice su padre en un momento decisivo de la trama, la vida es injusta, debes aprovechar tu suerte al máximo y no mirar atrás, sin importar lo que otros estén padeciendo. Un mensaje dolorosamente realista, plagado de buenas intenciones, pero que carecen de la profundidad necesaria en esta ocasión.
Lo anterior lo digo, porque una cinta con una temática de este estilo, sumada a los nombres de los relacionados, tanto en actuaciones como apartados técnicos, lo tenía todo para ser uno de los focos de atención de la temporada, por lo menos en idea; pero una vez vista, resulta una de esas ocasiones en que, sin llegar a considerarse mala, porque no lo es, el público se queda con la sensación de que algo faltó, de haber visto un producto que habla de muchos temas, pero que no dice nada, no aporta algo que no se haya visto antes y que, para lamento de los relacionados, se pierde en sus propias ideas.
Lo anterior no es nada nuevo, muchas películas fallan en su intento por volverse análisis o críticas de los temas que tocan, pero salen airosas en el aspecto sentimental, mas no sensiblero, de sus relatos. Ese es el otro Talón de Aquiles de esta cinta, ya que no resulta lo suficientemente entrañable como para que el espectador deje pasar de lado las carencias estructurales de un guión que se hunde por momentos. La razón de esto puede darse en que la familia no es lo suficientemente agradable para generar empatía pero, sobre todo, en el dueto de niños protagonistas que ni siquiera se acercan a un punto en que podamos querer abrazarlos y apoyar sus decisiones. En el caso de las películas que mencione al inicio, los personajes infantiles son tan dulces e inocentes que pudieron estar en el centro de una película de Predator y aun así hubiéramos querido contemplar sus aventuras, como fue el caso con el pequeño protagonista de la cinta, que si bien no biográfica y en tono de comedia, Jo Jo Rabbit (2019), que hacía las delicias del público con su actuación, comportamiento y frases pronunciadas de la manera correcta. En este caso puede deberse a que los personajes se encuentran en un paso de la adolescencia, lo que por momentos los vuelve insoportables. Con esto no digo que la empatía no se presente, sobre todo con Johnny, a quien vemos padecer rechazo, humillaciones, segregación y penurias económicas, en la mayoría por algo tan simple como su color de piel; en su caso tratamos de entenderlo y el actor lo interpreta de forma convincente, a pesar de que su personaje no fue escrito de una forma en que logremos encariñarnos con él, más allá de saber que su vida es triste y la injusticia lo rodea. Es el caso de Paul el que termina por truncar toda posibilidad de provocar emoción en el público, ya que por momentos llega a desesperar tanto que quisieras abofetearlo cuando toma algunas decisiones o con actitudes prepotentes ante su familia, como la escena familiar donde no le importa que su madre haya pasado toda la tarde cocinando, decidiendo que él quiere cenar comida china y, sin importar lo que le ordenan, frente a todos, desobedece y hace lo que le da su maldita gana. Esto último, vendría a ser una incongruencia de guion, ya que tan sólo escenas después, lo vemos derrumbarse de terror, después de haber hecho algo indebido en la escuela, cuando su madre le dice que será su padre el que le dará el castigo, por lo que se esconde en el baño, bañando en lágrimas, temblando de miedo, ya que es el momento en que se nos muestra que Irving puede ser un padre tan cariñoso como violento y terrorífico.
Su comportamiento tiene razones, pero no son llevadas de la mejor forma. Paul sabe que es comparado con su hermano, el que acude a una escuela de mayor prestigio, no pública como él, debido sobre todo al apoyo del cuarteto de abuelos que gozan de mejor posición económica que el matrimonio conformado por sus hijos. Llegado cierto momento, tratando de alejarlo de las malas influencias (es decir, el niño negro), sin tomar en cuenta los deseos del pequeño, es inscrito en la misma institución, idea que rechaza hasta que su abuelo le dice que fue él quien sugirió el cambio, ya que de esa manera puede abrirse ante él la posibilidad de un mejor futuro. Y es aquí donde entra la que es posible la única vena sentimental lograda de la trama, que es la relación del niño con su abuelo, quien es a la vez quien mejor desempeña su personaje, pese a lo limitado de sus escenas; aunque, la verdad sea dicha, cuando se trata de Anthony Hopkins, se sabe que estará sublime, así se trate de un video donde aparezca leyendo el contenido nutrimental de una sopa Maruchan. Su interpretación es la de un hombre atormentado por el pasado, pero que cuenta con un corazón tan grande que puede entender a su nieto, aconsejarlo e instruirlo, tanto a aprender como sacar lo mejor de las oportunidades que están por mostrársele, pero sin que por eso pierda su personalidad o deje de ser el mismo, de realizar las cosas que le gustan y lo hacen feliz.
Esta lucha personal de Paul por permanecer intacto se magnifica y llega a momentos logrados durante ciertas secuencias, como cuando una maestra le dice que tiene mucho talento para dibujar, pero que lo que el pintó no es lo que se le encargó y le pide empezar de cero, mostrando un sistema que trata de alienar a sus estudiantes en el pensamiento colectivo de “los ganadores”, donde la individualidad no tiene cabida. Los cameos de John Diehl y Jessica Chastain, como el padre y hermana de Donald Trump respectivamente, con sus discursos ante los alumnos, motivándolos a ser parte de la élite que domina al resto, siempre y cuando piensen como ellos, sirve tanto para reafirmar este punto, como para mostrarnos el fin de una era y el inicio de otra que se extiende hasta nuestros días y que terminaría con la candidatura y triunfo de uno de los presidentes mas controversiales que ha tenido el vecino país. El resto de los alumnos acatan las normas, replican los comportamientos de sus guías, mientras Paul lucha por no hacerlo, aconsejado por su abuelo, pero sintiéndose presionado al grado de negar a su amigo Johnny ante sus nuevos amigos.
Como dije, las intenciones están ahí, los temas se tocas y las subtramas se conectan, pero todo se queda como una simple mirada superficial que pudo haber sido más, mostrando que el principal problema que tiene esta cinta es un desarrollo de guión mal manejado, con personajes y situaciones que si no fuera por el sobrado talento de sus intérpretes (Jeremy Strong y Anne Hathaway quedan grandes ante sus personajes) y una recreación de la época eficaz y, por mucho, superior a la proyección de la misma en papel, no tendría mucho de donde rescatarse.
Armageddon Time termina siendo una producción cumplidora, pero olvidable, que puede llegar a gustar a cierto sector de la población que sea adepto al cine familiar dramático genérico que ya casi no se produce, pero nada más. Buenas actuaciones al servicio de una idea llevada de forma tibia, que puede llegar a aburrir por momentos y que definitivamente no logra su cometido. Una más de las cintas con aspiraciones que se ha caído en esta temporada de premiaciones que inicia.