Everything Everywhere All at Once (2022)
A principios de mayo pasado, mientras el mundo entero tenía sus ojos puestos sobre Doctor Strange in the Multiverse of Madness, la actriz Jamie Lee Curtis tomó sus redes sociales para dejar muy en claro su postura sobre la superproducción de Marvel, criticando su excesivo uso de efectos visuales y la atención que la cinta estaba recibiendo. Y no, no es que se haya vuelto parte de una secta contra el MCU comandada por Martin Scorsese, ya que sus motivos no eran atacar la cinta como tal, sino compararla con otra donde ella participaba, con base argumental parecida, al contar una historia donde diferentes universos convergen y que, según sus palabras, era más ingeniosa y no necesitaba el uso de tantos recursos técnicos para llamar la atención o generar impacto.
Estrenada un mes y medio antes de estas declaraciones, de forma limitada, la película había pasado casi inadvertida entre el público; incluso después de un paulatino aumento en el número de salas a lo largo y ancho del territorio estadounidense, la cinta no terminaba de funcionar hasta el momento en que la actriz levantó la voz al respecto. Ahora, a casi tres meses de su estreno, podemos asegurar dos cosas: primero, que la forma de llamar la atención de Curtis funcionó de maravilla, ya que la cinta ha logrado mantener un ingreso estable durante toda su corrida comercial, volviéndola un pequeño éxito de esos que se mantienen por el boca a boca; segundo, que la actriz no exageraba ni estaba errada, la película es un ejemplo de creatividad y calidad realizada con presupuesto limitado.
¿Son las tramas tan parecidas para poder comparar ambas películas? La verdad es que no, pero comparten algunos puntos en común: en ambas se explora el tema de los multiversos, cuentan con una poderosa presencia antagonista que puede provocar la destrucción de estos, así como el hecho de que el problema al que se enfrenta el personaje principal nace de conflictos emocionales. De ahí en más cada una va por su lado.
En esta película el personaje principal es Evelyn Wang (Michelle Yeoh), una inmigrante china, propietaria de una lavandería, que ni siquiera trata de ocultar que no está conforme con su vida, y no es para menos, ya que parece que ningún aspecto de esta se encuentra en orden. Copropietaria del negocio con su marido Waymond (Ke Huy Quan), un hombre tan gris e insulso que hace ver a Ricardo Anaya como alguien carismático, el cual está pensando en dejarla; obligada a cuidar a su autoritario y conservador padre Gong Gong (James Hong), quien la había rechazado, cortando toda comunicación con ella décadas atrás, por haber decidido dejarlos y casarse con Waymond, pero que ahora, debido a problemas de salud debe convivir con ellos bajo el mismo techo, presionándola y recordándole lo decepcionado que está de ella cada que puede; su rebelde, aunque incomprendida hija Joy, con quien tiene roces constantes, debido sobre todo a la negación que sufre Evelyn para aceptar que su hija es lesbiana, hecho que oculta a Gong Gong al creer que no la aceptará; y por si esto fuera poco, su negocio y finanzas están siendo auditados por el Servicio de Impuestos Internos (IRS por sus siglas en inglés), bajo la lupa de la inspectora Deirdre Beaubeirdre (una espectacular Jamie Lee Curtis), quien parece estar empecinada en complicarles la vida, ya que rechaza, con cierta razón, mucha de la documentación que la familia lleva para comprobar sus ingresos y gastos. Es en medio de una de las citas en esta institución gubernamental, cuando la vida de Evelyn da un vuelco de 180° ya que, encontrándose desplazándose en un elevador, su marido parece haber sido poseído de un segundo a otro por otra persona, otro Waymond, una vez que este le explica a grandes rasgos que se trata de otra versión de su marido, proveniente de otro universo, haciéndole ver que está ahí buscando a esa versión precisa de Evelyn, ya que al parecer es “la elegida” capaz de detener a una presencia imparable y mortífera conocida como Jobu Tupaki, quien ya ha destruido otros universos en su afán de encontrar a la Evelyn indicada, a la que busca por motivos desconocidos.
A partir de este momento, la vida de Evelyn pasa de la monotonía y el hastío, a una serie de situaciones que la enfrentaran a grandes peligros, pero también a verdades que se negaba a aceptar, mismas que irá descubriendo una vez que entra en contacto, por lo menos mentalmente, con otras versiones de ella misma, que llevan existencias de todo tipo, algunas parecidas a la suya, pero otras tan opuestas que la harán dudar sobre las decisiones que ha tomado a lo largo de los años. Todo, mientras trata de permanecer con vida y salvar al universo, o universos, para ser más preciso.
A24 nos tiene acostumbrados a productos que salen del común, y esta ocasión, bajo la dirección de The Daniels (Dan Kwan y Daniel Scheinert), no es la excepción. La cinta, dividida en tres capítulos, los cuales dan nombre a la película, (Everything/Everywhere/All at Once) nos muestran tanto conflictos internos de los personajes, como situaciones que parecen sacadas del cine de ciencia ficción más puro; todo llevado al absurdo, pero manejado tan bien bajo las órdenes del dúo que ya nos había mostrado que les van perfecto este tipo de historias, con Swiss Army Man (2016), que en ningún momento llegas a sentir exagerado o fuera de lugar nada de lo que se te presenta. Así la protagonista este luchando por su vida, aprendiendo habilidades en un instante o adentrándose en el centro de todos los universos, al final la trama gira en torno a los personajes, siendo las peculiares situaciones que enfrenta, herramientas en pro de un guión que se mantiene con mérito propio, sin necesidad, tal cual lo dijo la actriz, de decoraciones efectistas que oculten fallos en su estructura. Y venga que la historia nos presenta momentos por demás vistosos que pueden distraer, así como otros en los que la trama repite patrones que ya hemos visto hasta la saciedad, tales como los choques generacionales, los conflictos familiares y los traumas que son heredados de unos a otros, mismos que solo mutan dependiendo la época, pero que se mantienen enraizados en las ramificaciones mentales de todos los que conforman esa familia disfuncional; pero aun así, tanto forma como fondo logran mantenerse sin que la trama decaiga en ningún momento.
Si bien la película tiene uno que otro hoyo argumental, no representa ningún lastre para la fluides de la historia, la cual brinca entre géneros, tal cual lo hace con los universos. Por momentos drama familiar, película de acción, ciencia ficción o incluso comedia, la cinta borda sin problema cada uno, sin permitir ver las costuras entre ellos. Lo anterior tal vez se deba al impecable trabajo de montaje que realiza Paul Rogers, mismo que se vuelve más notorio al saber que este es apena su segundo en el cine de ficción, puesto que no sólo se enfrenta a la titánica tarea de dar forma a una historia con momentos tan absurdos, sino también a las elaboradas escenas de acción o las secuencias en que los diálogos son dichos mientras las imágenes saltan de un ambiente al otro. Su trabajo sirve de apoyo fundamental en la parte técnica, ya que la mayoría de los efectos utilizados fueron prácticos, alejados del ahora recurrente uso de CGI, por lo que el proceso de edición tomó un valor más relevante que en otras producciones.
Si bien con una manufactura modesta a comparación de las superproducciones que dominan el mercado, el concepto visual de la cinta es otro de los puntos que se deben comentar, puesto que logra dar una personalidad a cada uno de los universos, en algunos casos cambiando con sutileza algunos aspectos como la iluminación y fotografía para que estemos conscientes de que ya no estamos observando nuestro mundo; pero en otros, dejándose llevar por la imaginación al momento de desarrollarlos. Los directores lograron en este trabajo algo que se criticó en la cinta de Marvel por no hacerlo, y es el explorar las otras realidades con mayor creatividad. Con un tono narrativo que lo permite, a veces parodiando o en otra homenajeando a otras cintas, vemos a los protagonistas deambular por mundos parecidos al nuestro, pero con los cambios que deben darse al haber tomado decisiones diferentes, como uno donde Evelyn es una super estrella del cine de acción que jamás se casó con Waymond, por lo que su vida parece maravillosa (referencia al cine de Kar-Wai Wong); otro donde los humanos son rocas que pasan sus días contemplando la inmensidad del mundo; alguno donde Evelyn es lesbiana y los humanos tienen salchichas en lugar de dedos, debido al triunfo de una especie sobre otra miles de años atrás (imitando la introducción de 2001: A Space Odyssey de Kubrick); o incluso una donde la protagonista y su hija son piñatas. La manera misma en la que los personajes pueden adquirir habilidades con las que cuentan sus contrapartes alternas es un guiño directo a la cinta Matrix, donde se podían instalar en beneficio de estos como si fueran aplicaciones; en este caso, dependiendo lo que se necesite, la misma tecnología que utilizan para saltar de un cuerpo a otro entre mundos, facilita el aprender cosas dependiendo la proximidad que en ese momento exista entre nuestro universo y el otro en donde se encuentre la versión con la capacidad necesaria.
Everything Everywhere All at Once es de esas películas que te vuelan la cabeza, que no permiten tregua o el mínimo descuido en el espectador, ya que nos hipnotiza con todo lo que se ve en pantalla y los giros de su trama, y esto se debe a que todo se realizó y se encuentra en donde debe, un trabajo en conjunto que demuestra el amor al cine y lo bien que la pasaron mientras la grababan. Desde la visión misma de sus directores, que a la vez realizan la función de guionistas, los cuales crearon una historia con la que todos podemos identificarnos, porque ese es el verdadero atractivo de esta cinta, su historia, vista antes, claro, pero por lo mismo tan fácil de empatizar con ella. Porque aunque la película juega con realidades donde una situación generó un cambio tan radical que el ser humano no evolucionó o lo hizo de una manera en la que difícilmente podría considerarse humano, el verdadero valor narrativo recae en esa premisa íntima y personal sobre decisiones en apariencia insignificantes. Todos nos hemos preguntado en algún momento que habría sucedido si nuestro andar lo hubiéramos realizado en otra dirección, ¿seriamos más felices o exitosos? La persona que escogimos como pareja, la carrera por la que optamos, la forma en que actuamos con alguien en determinado momento, lo que dijimos y lo que no, la aventura que no emprendimos, o la que sí y nos explotó en la cara. La historia juega en ese sentido, con las infinitas posibilidades que una simple decisión puede provocar en nuestras vidas o en las de los demás; de la misma manera que nos hace pensar en que sucedería si tuviéramos la opción de ver esas otras realidades en las que al parecer nos va mejor. ¿Estaríamos dispuestos a abandonar todo lo bueno que hemos vivido, con tal de dejar lo malo de lado? Y, en caso de ser así, ¿no conllevaría ese cambio la infinita posibilidad de también encontrarnos con otras cosas que tampoco nos gustan, por más perfecta que luzca esa otra versión nuestra a comparación de lo que estamos pasando? Como dije ya, las opciones son infinitas en ese sentido.
El otro aspecto en que profundiza esta historia es la familiar, con ese grupo de personajes que logran funcionar mejor en algunos universos que en otros, pero en los que se replica el mismo problema: la presión impuesta por los padres en los hijos para cumplir con sus expectativas, y la decepción de toparnos con una realidad en la que las personas no son lo que nosotros idealizamos. El padre que rechaza a su hija por escoger un hombre que a él no le parece correcto, sólo para que con el tiempo la hija no acepte a la suya por ser gay. Una avalancha de conflictos heredados que terminan haciendo un daño mucho mayor del que pareciera a simple vista. Los Daniel plantean en su trabajo esa idea, tan simple como difícil de realizar, en la que la expectativa que imponemos sobre los demás es un problema propio, ajeno a la persona en la que depositamos todo ese peso, provocando ese malestar, la ruptura y rechazo entro dos individuos por el simple hecho de no nos aceptarnos a nosotros mismos y por ende a los otros, donde reflejamos nuestras insatisfacciones e inseguridades. Y no sólo en familia sanguínea es que se da esto, ya que el matrimonio central es víctima de esto, una mujer que descubre con el tiempo que su marido no es el hombre que ella hubiera deseado, a pesar de los intentos de este, de ser un ser bueno, pero incapaz de llenar esa imagen que ella puso sobre él, al mismo tiempo que le pesa saber que resultó ser tal cual describió su suegro años atrás. Cargas emocionales que terminan destruyendo todo por esperar mucho más del resto por nuestras propias insatisfacciones, por eso la decisión nihilista de algún personaje que decide que nada importa, u otro para el que una frase tan simple como “te amo” tiene tanta importancia.
Todo lo anterior logra lucir a su máximo nivel, gracias al perfecto casting que se seleccionó para interpretar los peculiares personajes que escribieron The Daniels, comandados por la ya icónica Michelle Yeoh que nos hace recordar por momentos sus interpretaciones en cintas como Wo hu cang long, pero también mostrando sus alcances dramáticos en las escenas donde se ameritan; la actriz es carisma y porte como toda super estrella debe mostrar, ya sea desesperada por no entender sus conflictos emocionales o luchando contra numerosos grupos de villanos que la persiguen. Un gran acierto que se haya optado por una actriz que pasa de los 60 años para un papel como este, demostrando que la edad no es impedimento alguno cuando se tiene el talento. En el mismo sentido se encontraría la otra sexagenaria del reparto, la ahora actriz de culto Jamie Lee Curtis, quien parece haber sido la que más se divirtió durante el rodaje, con una de esas interpretaciones en que se burlan de sí mismo, dejando todo ápice de vanidad de lado en pro de desarrollar su personaje; su Deirdre debió haber sido una delicia para interpretar. Stephanie Hsu es la revelación de la cinta, que si bien ya tiene carrera en televisión y alguna película con roles menores, es esta su gran oportunidad de brincar a las grandes ligas, con el otro personaje de mayor peso narrativo (y el mejor vestuario de todos los personajes), manteniendo el nivel que maneja el resto, sin que su relativamente corta carrera provoque un peso negativo en su contra. Pero si hay alguien que llama la atención sobre el resto, es Ke Huy Quan recién revivido después de casi 10 años alejado de los sets, con un personaje que lo obliga a cambiar de tono, corporalidad y actitud de un instante a otro, volviéndose el corazón de la historia en más de un momento. Se agradece la oportunidad que le dieron para demostrar sus alcances interpretativos.
Everything Everywhere All at Once debe verse, no hay otra cosa por decir sobre ella. Posiblemente confunda a algunos de los espectadores por su ritmo y temática, pero en definitiva es una de esas películas de las que todo mundo va a hablar y que lo harán porque vale muchísimo la pena. Personalmente agradezco a Jamie Lee Curtis el haber hecho tanto ruido en favor de un trabajo en el que resulta evidente la entrega de todos los relacionados, ya que sin ella, posiblemente muchos de nosotros no sabríamos de la existencia de la película y la misma no hubiera conseguido fechas de exhibición en países como el nuestro, mismo que está programado para el próximo fin de semana. Todo aquel que tenga oportunidad de verla, espero tome la decisión correcta en este universo y lo haga.