Flee (2021)

Aunque esta semana se habla en todo el mundo del enorme éxito en taquilla de Top Gun: Maverick, de cómo Tom Cruise ha logrado el mejor estreno de su carrera y los ríos de tinta (o bits) que se han escrito sobre lo, supuestamente, espectacular que es esa película, decidí mejor hablar de una cinta que se encuentra en el extremo contrario a la superproducción de Paramount Pictures, el documental danés Flee.

El motivo de esto no es que me sienta único y diferente, o que sea un mamador que critique el cine comercial; no, yo puedo disfrutar una superproducción llena de efectos especiales, que parece haber sido escrita por un chimpancé, sin el menor reparo. La cuestión es que el caso de este documental es uno de esos que llaman la atención, tanto por su estilo, como por el tema y la cobertura que se le dio desde su estreno en Festival de Cine de Sundance en enero del año 2021, hasta lograr el hito de su triple nominación a los premios Oscar que se celebraron en marzo pasado. El documental, al estar hablado en un idioma ajeno al inglés y ser en su mayoría animado, logró entrar en las categorías de Mejor película de animación, Mejor largometraje documental y Mejor película internacional, algo que no había sucedió antes; aunque terminaría por perder en las tres categorías. Debido a lo anterior, fueron muchos los países en los que encontró fecha para estreno comercial, incluido el nuestro, algo muy extraño para el tipo de productos que inundan nuestras carteleras.

Para los que no saben de qué trata, que posiblemente sean la mayoría, el documental nos muestra la vida de Amin Nawab (seudónimo utilizado por protección), un refugiado procedente de Afganistán que cuenta su historia y la de su familia, desde su adolescencia en los noventa, hasta hace siete años que comenzaron a realizarse las entrevistas entre él y el director Jonas Poher Rasmussen, quien es su amigo desde la adolescencia. A petición del mismo protagonista, la opción de animar a los personajes se debe a querer mantener el anonimato de este, tanto para proteger su intimidad, como la de su familia, ya que estos se encuentran en diversos países europeos, bajo ciertas identidades y en condiciones no del todo legales, que les permiten no ser extraditados. 

Conforme avanza el metraje, podemos ver como Amin va abriéndose poco a poco ante el director, narrando desgarradores episodios de su vida, empezando con momentos previos a la retirada de las fuerzas armadas rusas de su país natal, la guerra civil afgana, la captura y desaparición de su padre, el abandono de su hogar por temor a morir, su estadía como refugiados ilegales en rusia y los múltiples intentos, cada uno cargado de penurias, que su familia vivió para poder lograr llegar a países donde pudieran tener una mejor calidad de vida, situación que lamentablemente los ha mantenido separados hasta el día de hoy. Al mismo tiempo, vemos episodios de su historia desde un aspecto emocional, personal, cuando Amin habla de su orientación sexual, el miedo a ser rechazo por su familia al ser homosexual, su incapacidad de abrirse y confiar en los demás al verse obligado a huir, esconderse y mentir desde niño para sobrevivir.

Este documental, producido entre muchos otros por los actores Riz Ahmed y Nikolaj Coster-Waldau, logra proyectar la desgarradora historia de uno de los miles de refugiados que se encuentran a lo largo y ancho del planeta, pero gracias a su mezcla de técnicas se aleja de las formas a las que nos tienen acostumbrados este tipo de historias, tocando los temas de una manera que los vuelve más sutil, aunque no por eso menos impactantes. Más actual de lo que quisiéramos, la situación vivida por Amin parece haber sido emulada por la actual crisis de refugiados, ya que las consecuencias para los habitantes de Afganistán por la retirada de las fuerzas armadas rusas parecen haberse repetido el año pasado, cuando el ejército estadounidense dejó el país, provocando el caos y pánico entre gran parte de la población que buscó desesperadamente la manera de abandonar su hogar para buscar refugio en un país más seguro. Las imágenes de archivo incluidas en algunos momentos del documental, únicas que no utilizaron la animación, nos recuerdan las vistas hace tan poco en los medios, pareciendo que únicamente ha cambiado la definición de la cámara con la que fueron grabadas. El mismo terror, dolor y angustia en los rostros de estos hombres, mujeres y niños que se ven forzados a huir, a dejar sus hogares atrás, no ha cambiado en nada si los comparamos, con la única diferencia de que en la actualidad podemos observar el sufrimiento con mucha mayor nitidez en nuestras pantallas; aunque, tal cual lo dice en un momento Amin, pareciera que a casi nadie le importa.

Lo que él menciona no es del todo mentira, hemos visto las imágenes, una y otra vez, nos compadecemos, pero nos hemos acostumbrado a ellas. Un fenómeno social sin rostro definido al que tan sólo damos una mirada antes de saltar a otro tipo de contenido. No negamos el sufrimiento de los refugiados, pero termina perdiéndose ante otros conflictos sociales, lo sentimos lejano. La escena donde un yate turístico se topa con el barco donde viaja el protagonista al abandonar Rusia es un claro ejemplo de este distanciamiento empático del que adolece nuestra sociedad hoy en día. Parece que el director también esta consciente de eso, por lo que centrar su documental en el relato de una sola persona, su amigo, es el principal punto que juega a favor para que conectemos con él, para que se humanice el problema y podamos identificarnos con este. A través de los recuerdos de Amin es que podemos comprender lo que viven estas personas, empatizar con ellas y medir los alcances de lo que ocurre. 

El uso de una maravillosa animación 2D cuidada al extremo, sirve para reflejar el sentir y pensar de un niño que se transforma en hombre en medio de todas esas terroríficas situaciones que le tocaron vivir. El uso especifico de esta técnica, dibujada a mano, con coloridos trazos, un poco burdos por decisión, aunque magníficos, pueden servir para reflejar su realidad. De los encuadres a color, más delineados y coloridos, hasta el blanco y negro, con el uso de esas figuras ensombrecidas, desdibujadas y alargadas, que parecen animas deambulando por el inframundo, nos presentan la gama de emociones que el protagonista vive mientras recuerda, no de manera lineal o cronológica, las amargas experiencias de su pasado. Alegria, inocencia, incertidumbre, dolor, terror; cada una representada a la perfección con la modulación de voz del entrevistado y una técnica perfecta que hace que nos olvidemos por momentos que lo que contemplamos son dibujos. 

El sentimiento se proyecta y te invade mientras se nos muestra la desesperación de sentirte asechado por quien deberían cuidar de ti y terminan siendo los causantes de tu éxodo; cuando las autoridades y agentes de la ley te extorsionan, privándote de lo poco que te queda, transformándote en una fuente alterna de ingresos, sin que les importe el daño causado; cuando la familia es obligada a separarse para huir, sin tener idea si se volverán a ver en algún momento; cuando los traficantes de humanos dejan a la suerte a las personas, mismas que no ven más que como simples mercancías para transportar, sin que la vida de estos importe; cuando se les obliga a mentir para sobrevivir, negando quien eres, lo que eres y de donde provienes, o de lo contrario puedes regresar al infierno del que lograste salir. 

Flee nos cuenta una historia desgarradora, que te conmueve y puede llegar a doler, que cala cuando escuchas de primera mano las consecuencias de un conflicto que lleva demasiado tiempo atormentando a los habitantes de un país que, en su mayoría, solo quieren paz y seguridad; al mismo tiempo, a pesar de lo densas de algunas de sus situaciones, un aire de thriller te mantiene pendiente de lo que sucede en la pantalla, a pesar de saber que Amin es el que esta hablando, estar al tanto que lo logró, no puedes despegar los ojos hasta verlo hacerlo. Por otro lado, a pesar de la sexualidad del protagonista, está no es una cinta queer, es una cinta sobre seres humanos que padecen situaciones que pueden llegar a afectarnos a todos, que habla del valor de la familia, de la cultura que cada uno poseemos y de lo que nos identifica como personas ante los demás, llevando cada uno de los temas con una maestría sobresaliente, porque esta es una cinta que se apoya en su historia, mucho más que en los recursos técnicos. 

Puede que en definitiva no sea un producto que arrastre centenares de personas a las salas, pero debería. Si tenemos suerte, posiblemente veamos esta producción en las pantallas laguneras en los siguientes fines, ya que ha comenzado su recorrido comercial por el país, y quien tenga la oportunidad de verla, que no se cierre a otro tipo de productos, definitivamente no saldrá decepcionado de haber tomado la decisión de entrar a verla.