Los riesgos del ocio

Siguen aconsejando a las mujeres no salir solas, no dejar a las amigas, no arriesgarse. Ya todas sabemos que la cosa debiera ser al revés: no nos secuestres, no nos violes, no nos mates. Pero es más fácil para el patriarcado que ejercen tanto hombres como mujeres seguir en el pobrecita m’ija, la dejaron sola y por eso ya no sabemos dónde está. ¿Por qué cuesta tanto hacer lo que exigimos? Simplemente que los encargados de la seguridad realicen su trabajo con verdadera honestidad. ¿Por qué cuesta tanto? Marchas van y vienen, conmemoraciones se extienden todo el mes, la rabia está latente, pero el problema ahí está, extendiéndose. Formando más ramificaciones. Enlutando más hogares.

Cuando joven me encantaba salir sola: al cine, al parque, a vagar por la ciudad, a eventos. No llevaba el miedo conmigo, todavía no. Recuerdo las largas caminatas saliendo del Teatro Isauro Martínez a veces a las diez de la noche, a veces de madrugada, después de ensayos o presentaciones, hora en que no circulaban los autobuses. Generalmente caminábamos cuatro personas, dos chicos, dos chicas. Nos íbamos repartiendo, en Gómez, Lerdo, San Isidro. El único miedo era al regaño al día siguiente, si se daban cuenta de lo tarde de nuestra llegada.  Ahora pienso que tuvimos suerte o tal vez los tiempos no eran tan peligrosos como ahora. 

A veces me tranquilizo pensando ¿quién va a querer llevarse a una mujer de mi edad?, pero los hechos me han demostrado que la edad solo es un número, que lo tremendo es que somos un sexo vulnerable y de ahí es donde se cuelga el peligro.

Es triste, pero da más rabia pensar que no hay libertad de ser. No se nos permite nada. No se nos perdona nada. Todavía a esta edad que luzco, es un problema querer hacer cualquier cosa que no sea propia de una mujer en tus circunstancias ¿cuáles son? Puede ser que tengo hijos (eres madre, no seas ridícula), o nietos (eres abuela, compórtate), o cincuentona (eres vieja, sé pasiva, escóndete), o cargas el peso de una familia con la que hay que quedar bien y hay que hacer quedar bien. En cualquier caso compórtate bien, es la regla. 

Y seguir esa regla no siempre te da seguridad. ¿Qué pudo haber hecho una niña de tres años para que la sociedad la castigue con violación y muerte?

Estas líneas las escribo desde una amargura que no sé cómo redactar. No es nada más el que sigan desapareciendo las niñas, las mujeres en general. Es también que veo la falta de interés en hacer que esto termine. Sólo seguimos marchando, escribiendo, enojándonos y cuando a alguno o alguna (que las hay) se le ocurre decir que a los hombres también, que es porque siguen buscando el lugar y el modo, que si el vestuario, que si la soledad; muchas veces ante esos comentarios no nos queda más que hacer de la vista gorda, porque también ya estamos cansadas de explicar que nada de lo anterior es suficiente razón, motivo o culpa, porque la muerte está sobre nosotras, solamente porque nacimos mujeres.