Un Lugar en Silencio: Parte 2

Segundas partes nunca fueron buenas, reza la frase que, salvo contadas excepciones, rebosa una verdad casi universal.  Realizar una secuela, la mayoría de las veces por encargo, nacida como continuación de un producto que por su éxito y/o calidad ha despertado el interés de la masa espectadora, tiende a quedar debiendo en el aspecto narrativo que encumbró al proyecto original, puesto que su principal función es la de extraer dinero de ese público ávido de nuevas historias sobre los personajes que atraparon su interés. En este sentido, se agradece que la película que ahora se reseña no haya sucumbido a la maldición antes mencionada.

Cuando en el año 2017 se hizo público que el actor John Krasinski pensaba realizar su tercera película como director, fungiendo además como actor y guionista, con su esposa Emily Blunt como estelar, experimentando en el género de terror, el proyecto fue tomado con cautela. Después de dos desastrosos intentos previos tras la cámara (Brief Interviews with Hideous Men y The Hollars), con terribles críticas y pobres resultados en taquilla, el que un estudio le brindara la oportunidad de dirigir su primera producción de gran presupuesto, fue por lo menos inusual. Más de 350 millones de dólares en la taquilla mundial, aprobación unánime de la crítica especializada, una nominación al Oscar por su espectacular apartado de sonido y un premio SAG para Blunt después, se aplaude la decisión del ejecutivo que confió en el realizador. 

Como ya lo he mencionado en otras reseñas, igual que el tiburón puede recorrer kilómetros una vez que ha percibido la sangre, Hollywood no iba a dejar pasar la oportunidad de sacar el máximo provecho al inesperado fenómeno que tenía entre las manos, por lo que la autorización de no una, sino dos secuelas, se dio en automático.

Ahora, con un año de retraso, ya que A Quiet Place Part ll fue la primera película en verse afectada por la pandemia de Covid 19, puesto que sería la encargada de inaugurar la temporada de blockbusters veraniegos del año pasado, por fin pudo proyectarse en el medio para el que fue concebida, con un gran éxito en su recorrido comercial. Si bien en otras épocas su ingreso sería superior, esta producción puede presumir de ser la primera (mas ya no la única después del estreno de F9: The Fast Saga) de la era Covid que logró superar la barrera de los 100 millones dentro del territorio estadounidense, cosa que, y entendiendo que el número de salas abiertas en la actualidad es superior, no lograron en su momento otras producciones de gran presupuesto que se estrellaron en la taquilla como fueron los casos de Tenet y Wonder Woman 1984, e incluso otras con una cantidad similar de complejos abiertos, como Godzilla vs. Kong y Cruella. 

El éxito de la película puede deberse a la expectativa y la espera, sumado al ansia generalizada del público consumidor por regresar a las salas de cine como único medio de proyección, ya que Paramount se ha negado a estrenar de forma hibrida sus películas como sus competidores, pero si hablamos con la verdad, la calidad final del producto es otro factor que he provocado una asistencia constante durante varias semanas consecutivas.

A mi parecer, el punto fuerte de A Quiet Place Part ll, es que, más que una secuela, puede ser considerada una extensión de la original, ya que evita los efectismos y las tramas superfluas de relleno, algo de lo que adolecen la mayoría de las segundas partes, para retomar la historia en el momento justo donde termina su predecesora. Krasinski demuestra estar en plena forma al desarrollar con soltura una evolución natural en sus personajes, manteniendo el tema central familiar que servía como núcleo en la primera parte, ahora manejado desde otro ángulo. Mientras en la primera eran los padres quienes cargaban el peso de la trama, en esta ocasión se comparte con los hijos que deben asumir los roles que la problemática expuesta en la cinta los obliga a tomar. A la par, logra nivelar la historia entre los tres personajes centrales, brindándoles su propia línea argumental a cada uno, convergiendo en el que es el mayor momento de tensión de la trama, con un montaje impecable que mantiene al espectador impaciente por saber la resolución de la secuencia.

Otro aspecto que debe mencionarse es que el también guionista fue muy consciente de que sería casi imposible replicar el efecto terrorífico que tiende a ser facilitado por lo desconocido, por lo que no lo intenta y opta por aumentar el nivel de acción, sin llegar al exceso de otras franquicias, al mismo tiempo que nos debela, con una secuencia inicial por demás lograda, un poco sobre el origen de los seres que acosan a la humanidad. Esto para servicio de los fans, que encontraban en esta falta de información uno de los pocos puntos a criticar de la primera cinta. Algo muy similar a lo hecho por James Cameron y su película Aliens, que se alejó de la formula y género de la original, aceptando que era muy difícil equiparar la atmósfera de esta, pero respetando y ampliando el universo creado por Ridley Scott. 

Hablando del reparto y equipo técnico, aunque con algunos cambios mínimos, la producción contó con los mismos implicados de la primera, condición impuesta por el director para aceptar realizar las secuelas, y que es otra de las cartas fuertes de esta historia. Emily Blunt, siempre impecable, repitiendo su papel de madre alfa, luchando por defender a la familia que le queda, pero consciente de que ahora debe delegar responsabilidades a sus hijos si quieren sobrevivir; Millicent Simmonds quien se transforma en la nueva reina de la película, con el personaje de mayor evolución y peso dentro de la trama; Noah Jupe asumiendo con entereza un rol paternal; el mismo Krasinski que aparece en un cameo/flashback, debido al destino de su personaje en la cinta anterior; y, como principal adhesión al reparto, Cillian Murphy como un amigo de la familia, sumido en la desesperación, atravesando un viaje de renacimiento y descubrimiento personal. 

La única critica en el reparto, si es que hay que llamarla de alguna manera, podría ser el desperdicio de un actor de la talla de Djimon Hounsou, en un papel intrascendente que pudo haber sido interpretado por alguien no tan famoso y talentoso como él. Ahora, si bien el trabajo de dirección y actuaciones es sobresaliente, la película no sería la misma sin los verdaderos artífices detrás de la efectividad del filme, me refiero a Erik Aadahl y Ethan Van der Ryn, quien vuelven a realizar sus funciones como supervisores del departamento de sonido, y sin los cuales el éxito de esta franquicia no se hubiera dado. El sonido o en este caso, la falta de este es un personaje más que está presente a lo largo de la hora y media que dura la historia, y que vuelve a dotar de una sensación asfixiante de tensión al producto final. De nuevo, un trabajo técnico merecedor de aplausos.

Los pocos detractores de la película la han tachado de ser “más de lo mismo”, lo cual en este caso tiene una razón y se agradece, ya que, como dije en un párrafo previo, más que un producto independiente, funge como puente para una tercera parte donde, si todo sale bien, se espera el cierre del arco argumental en el que se brindarán respuestas a los cuestionamientos que hasta el momento no se han dado. Por lo pronto, la tercera y última parte de esta saga está programada para el 2023, por lo que no nos queda más que esperar para descubrir si, tal cual sucedió con el caso mencionado de Alien, Terminator o el mismísimo The Godfather, la trilogía termina fallando en su producto final, o si, por el contrario, logran un cierre redondo para la historia. Por lo pronto A Quiet Place Part ll puede ser considerada como una segunda parte que sí es buena.

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