Los riesgos del ocio

El día de la madre es un inconveniente para mí, lo saben mi madre y mi hija. Pero también mi madre sabe que es una contrariedad heredada. La molestia es por no vernos reflejadas en esas madrecitas queridas de boleros y demás canciones llorosas; ni en esas cabecitas blancas esperanzadas a un día en que los hijos, que son “toda y la única alegría que puedan tener alguien en la vida”, se aparezcan con algo que les haga sentir que son queridas. Perdón por la ironía pero no hay otra manera, para mí y creo que para las mujeres que me antecedieron y para las que me continúan, de ver ese día: un gran momento creado por la culpabilidad de no visualizar un estado físico en su verdadero contexto. 

Ser madre no es estar pasiva esperando y deseando cosas que nunca más serán. Ser madre me resultó en un estado de la materia, que posteriormente se volvió un estado de la casa que fue imperante convertir en hogar; un hogar en donde tenías que convivir con extraños que resultaron parecerse a ti, especialmente en esos detalles que nos dan trabajo reconocer en uno mismo; extraños que con el tiempo resultaron ser el motivo para salir de un mal matrimonio, seguir el camino sin rendirte y aprender a amar la diferencia, aprender a querer sin esperar nada a cambio y muchas veces sin poderlo decir, porque las palabras (uno cree) sobran y lo mejor y más sano es la acción que les da de comer y cobijas y zapatos cada vez que les crecen los pies. Y aprendes a aceptar, por mucho que no te guste algo, porque viene con esas personas (tres) que son independientes de uno desde el momento que las conociste en el hospital.

Y luego sabes que no hay nada que hagan que pueda lograr que los dejes de querer, y por mucho que te caigan mal o te exasperen, estarás haciendo lo que haces para que no les falte y no sean unos seres perdidos en este universo que generalmente trata cruelmente a los abandonados.  Y te sorprendes pensando en qué estarán haciendo  o si tendrán frío o los pies secos, si ya estarán en casa, si necesitan todo eso que dejaron atrás para irse a hacer su propio camino. Y luego la maternidad adquiere un sentido que no es el del comercial, ni del día de la madre y mucho menos el que se pretende estandarizar para todas. 

Hay madres para todos los gustos y tipos. Hay madres a las que les costó más que otras y hay madres que todavía batallan con serlo.

Creo ser de esas últimas, supongo que podrán entenderlo cuando les cuente que quise ligarme las trompas cuando cumplí los diez y ocho, para no tener hijos. Por supuesto que a finales de los ochenta los ginecólogos me vieron como si estuviera loca, y con la frasecita molesta que tantas mujeres que no quieren ser madres tienen que escuchar. 

No sé qué hubiera pasado porque no tengo una bola de cristal. Pero sí sé que cada paso que doy para convertirme en madre ha sido más doloroso que el primero, más difícil que el anterior. Y creo que eso pasa incluso con las que esperan con ilusión, las que lo buscan, las que lo planean.

Así que no, no me vengan con un día de la madre lleno de cancioncillas cursis, con poemas de melcocha y comerciales en tonos pastel que no reflejan la lucha interna y externa que se vive en la decisión de ser o de no ser. Tampoco con un día de la madre en el que se quiera felicitar a “todas las mujeres porque todas pueden ser madres”, no. 

Una vez que eres madre, eres otro tipo de mujer. Ni mejor ni peor, simplemente la que batalla todos los días creando un ser humano que tenga sentido, libertad, independencia e inteligencia para seguir viviendo en este mundo al que fue traído de manera brusca. Y al mismo tiempo, una madre es esa mujer que no deja de serlo, que logra no morir y continua siendo lo suficientemente independiente para, al final del día, festejarse por seguir viviendo en este mundo al que fue traído de manera brusca, levantar una copa de vino, ver lo que se pudo hacer con lo poco que se contaba y brindar por ellos, que siempre estarán aquí.

7 comentarios en «Los riesgos del ocio»

  1. Bien dicho! Ahora lidio con lo que tú a tus 18, pero yo tengo 27 y una pareja y una familia que adora a los bebés, entonces veremos qué nos depara. Gracias por tu comentario.

  2. Esta dura tarea de ser madre, de entregar nuestro tiempo para cuidar, educar y formar a nuestros hijos tal vez con con el mismo ejemplo que nuestras madres y abuelas; agregando el extra con el hecho de trabajar fuera de casa para aportar a la economía del hogar, es y será una ardua tarea por parte de nosotras las mujeres y se reconoce la urgencia de mantener a nuestros niños ocupados con actividades que desarrollen sus habilidades intentando rescatarlos de los aparatos y dispositivos electrónicos( algo que genera algunas peleas); aplaudo a cada madre de familia que hace y hará su mejor esfuerzo por entregar a la sociedad personas de bien. Gracias Teresa Muñoz por sus escritos.

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